No te le arrastres; es inútil porque está fabricada de ciega avidez. La sobresalta cualquier amenaza a su ansiedad de acopio y suele llegar al genocidio. Tiene espíritu de cuerpo, aunque no es impecable en eso, el siglo XX dio dos inmensas guerras por enfrentamientos entre burguesías que arrastraron al resto del cuerpo social. Decenas de millones murieron para apaciguar su voracidad.
Marx y Engels produjeron la mejor caracterización de esa enfermedad. Nos quedó como tarea la descripción de los aspectos emocionales, espirituales, del fenómeno, aunque la rozaron varias veces. De eso se han ocupado principalmente escritores como Balzac, cuyas novelas hablan más del capitalismo que los historiadores, economistas y estadísticos, dejó dicho Engels. Y no solo Balzac, también está una legión de narradores y cineastas que penetran a diario la urdimbre sicológica de esa pequeña humanidad, cada vez más pequeña, por cierto.
Uno de sus medios de autodefensa emocional es la disociación sicótica, que le permite no estar plenamente consciente de su accionar. Chaplin hizo una película, Monsieur Verdoux, de un asesino en serie que seducía viudas ricas, les quitaba la riqueza y las mataba. Al mismo tiempo era un padre ejemplar y un abnegado esposo. Esa disociación le permitía vivir sus dos vidas sin perder el equilibrio. Se llama moral burguesa. La película se basa en un forajido francés llamado Landru.
Hoy, por ejemplo, lo que Eisenhower llamó el «complejo industrial militar» inflige a la humanidad guerras innumerables e interminables en varias regiones, con su secuela de países devastados, masas de mutilados, poblaciones famélicas, desplazadas, exterminadas, todo por un puñado de dólares. El gobierno imperial arranca literalmente bebés de los brazos de sus padres por el nefando delito de ser inmigrantes ilegales y sobre todo por tener un color de piel equivocado. Pero dura lex sed lex; es la ley, que es dura pero es la ley, salmodian los funcionarios que arrancan bebés.
En Venezuela nos tienen en zozobra económica para derribar un gobierno que les niega el poder absoluto, el único sedante que les alivia el sobresalto. No queda otra que negociar con gente forajida, pero jamás bajarle la guarda porque no perdona.