Discuto con los amigos entre los estantes de la Librería Plaza I (Plaza Pedro León Torres de Barquisimeto) acerca de la actual crisis venezolana.
Concluyen ellos, según su real saber y entender, que la orden sería: "Maduro, ¡ríndete!". Así se aliviaría la cuestión, empezando por la mejora de la economía macro y micro, que llaman. ¿Es baladí una discusión como esa? ¿No tenemos nosotros capacidad de influir en semejante situación? ¿Todos es culpa del gobierno de Maduro y su combo?
¡Esto no lo aguanta nadie ya!, decían. Con una hiperinflación del dominio que en un dos por tres se consume todos los ajustes de salario realizados y las debilidades del aparato productivo nacional son impresionantes, los planes de reactivación de la economía todos entran en barrena y se descalabran; estaba ahí también un joven estudiante de economía de la UCLA, carrera que hasta ahora me entero que existe en la entidad larense, que no hacía sino reírse por tantas barrabasadas que todos decíamos: cual más, cual menos, cosas disparatadas a tenor de nuestras ideologías con perspectivas: típicas de neófitos y, en consecuencia, atrevidas.
Que, si Colombia tenía una economía exitosa, de abundancia en las zonas urbanas, trabajo para todos, educación libre, democrática y de calidad, seguridad social y combatiendo la violencia donde ha tenido gran éxito en Medellín, por eso tantos venezolanos emigran para allá, aunque en verdad andan como unos parias usando los refugios de las Naciones Unidas, que transfiere grandes cantidades de dólares al gobierno neogranadino.
No sé por qué me enganché en eso yo, puesto ni soy funcionario del Gobierno Bolivariano y tampoco defiendo a capa y espada la gestión de Maduro. Me tomaron por chavista y madurista porque penas porque decía que una parte de esta situación obedece no sólo a la ineficiencia del gobierno, también juegan allí todas las expresiones de la oposición política que no sólo atacan con todo desde adentro, sino que en el exterior han tenido mucho éxito al pedir sanciones a las transacciones comerciales y financieras de la república.
Lo cierto es que las corporaciones internacionales que controlan a nivel global el mundo de la economía y todos los gobiernos llamados desarrollados de las grandes democracias occidentales, según; empezando por Estados Unidos, con las administraciones Obama y Trump, la Comunidad Económica Europea a través de su mayoría en el parlamento común y sus adláteres en Latinoamérica:
Colombia, Brasil, Perú, Chile, Argentina, entre otros, se han plegado a las sanciones y conducir a que los venezolanos nos muramos de hambre o por enfermedades comunes, porque ya no hay vacunas o medicinas. Eso no es atribuible al gobierno, argumentaba ahí. Pero, pobre de mí, nadie de los amigos presentes me creyó… Todo es culpa de Maduro, que no admite las exigencias de la comunidad internacional.
Al final nos despedimos amablemente y como a las 7 pm., cuando la penumbra cubría ya las calles del centro de Barquisimeto, cada cual caminaríamos hasta nuestros respectivos hogares. Ya no hay transporte púbico en la ciudad ni en el estado Lara, ya habíamos conversado y discutido cómo están de precarios los hospitales y las farmacias sin medicinas, la precariedad nos ha arropado. En ese grupo todos éramos universitarios, estudiantes o profesores, pero la calidad de vida nuestra ha disminuido, ¿responsabilidad sólo del gobierno? ¿Es por la terquedad de seguir con un proyecto político a todas luces inviable? ¿inviable para quién? Plegarnos a Estados Unidos, como están ahora Panamá, Colombia o Puerto Rico, ¿nos garantizará mayores y mejores niveles de desarrollo y calidad de vida?