Les suplico, no me vengan con el cuentito del Chapulín Colorado. Este asunto no es para juguete. Es el pan nuestro de cada día, el terror de los que sobrevivimos de una pensión, indiferentemente, sea cual sea su modalidad o su procedencia. La controversia entre los comerciantes inescrupulosos y los consumidores finales (compradores) ya se hace intolerable. De facto, es un constante forcejeo entre quien vende y quien compra los productos, especialmente, los de primera necesidad; aquellos rubros que contempla la cesta básica. Es inaudito que usted, angustiado, recorra una sola cuadra donde existen más de diez locales comerciales o puntos de distribución de comida; y que en cada uno, exista un precio diferente; y lo que es peor, en cada rincón los encuentra más caro. Esa contención entre vendedores y compradores parece un torneo de boxeadores donde el púgil más aventajado derriba al más vulnerable. En este carnaval –no de disfraces- sino de precios que tiene loco a la gente, todos nos vemos afectado ¿Anarquía, o guerra entre pueblo contra pueblo? ¿Ingobernanza, o Ingobernabilidad?
El vendedor obtiene su mercancía para lucrarse, el consumidor la adquiere para cubrir una necesidad; bien sea primaria, secundaria o como usted pretenda llamarla. Fíjese usted, al primero puede quedarle su mercadería estancada, mas no pierde nada, porque más tarde la venderá a un costo altísimo. El comerciante siempre tendrá su estómago lleno. Al segundo, el aumento o el acaparamiento de sus nutrimentos, por poner algún ejemplo, le pegará en su saco gástrico; sensación que prevalece ante lo material, -lo biológico no espera- trayendo consigo males físicos, psicológicos y hasta desesperación social. No se trata de que el comerciante no necesite comer o que regale su fuente de ganarse la vida, sino que es el elemento que tiene el control de los productos en sus manos. Es el usuario o consumidor ese eslabón final que paga las consecuencias de todo ese círculo vicioso. Es un juego de intereses recíprocos donde debe prevalecer la alimentación. Considero yo, que es aquí donde el mercantilista se aprovecha de su pretendido comprador; de ahí que deben incrementarse las supervisiones a estos grandes centros de distribución de alimentos; como dicen en la logística militar: Los Abastecimientos Clase I.
Por otro lado, embárquese usted hoy mismo, en un transporte público; y cuenta se dará que el colector del Bus le cobrará una tarifa. No han pasado dos días, cuando el mismo recopilador con su cara bien lavada le cobrará un incremento del pasaje, sin son, ni ton, así te desembarques a media cuadra. Cuando lo interrogas ¿Por qué ese aumento desmedido en un ínfimo tiempo? Te responde inmisericordemente: "¡Bueno, viejo, si quieres no te montes, o espera el otro carro!"; en muchas ocasiones irrespetando las condiciones de la tercera edad y personas con capacidades diferentes, como lo han visto estas decrépitas pupilas. Pues bien, se encaramó la gata sobre la batea. No tienen paz con la miseria. Un pobre, robando a otro pobre ¿Anarquía popular? Si le preguntas al mismo cobrador ¿¡Dónde está la Gaceta Oficial que autorizó tal aumento!? Te contestará agresivamente, casi que se torna verde "Anda; y pregúntale a Maduro". En ese momento, ese mismo trabajador que está mandándome a hablar con el Presidente no se da cuenta que él mismo está abusando de un poder arbitrario con el resto de los pasajeros, debido a que tiene el control de recaudar lo que le dé su gana a los usuarios por la prestación de servicio. Un ejemplo válido: El delincuente que va a robarte a punta de revólver: en ese instante, el bandido tiene el poder, tiene controlada la situación, sin necesidad que sea un funcionario público. Volviendo al malhechor: Si no lo obedeces, te mandará de gratis al camposanto. Este país, lo salvamos entre todos o lo hundimos entre todos. Éticamente hablando, cada quien pone su granito de arena de responsabilidad o de irresponsabilidad. ¿La Ley de la selva? o como dijo alguien por ahí: "¡Sálvese quien pueda!", reforzando la conducta del individualismo; no importa que el barco se hunda, mientras yo esté del lado donde no entra el agua. Mi invisible aporreahabiente ¿No es esto una guerra? Si no lo es, entonces ¿Qué demonio es? No es preciso ser un aventajado político o un fanático partidista para no darse cuenta de todos estos aconteceres. Si nos vamos al Diccionario de Sinónimos y Antónimos, podremos observar que el término "Guerra" trae consigo: Pugna, pleito, rivalidad, discordia, pelea, enemistad etc. Esos significantes equivalentes, es precisamente, lo que vivimos a diario cuando salimos a la calle en función de consumidores o usuarios. Usted como sujeto verbo-pensante ¿Cuál es su cosmovisión?
Visto así las cosas, creo que todo esto viene enraizado bajo las concepciones de la economía de necesidad, según los economistas, no es más que la producción por parte de la población, de aquellos rubros que van a asegurar sus propias necesidades, dando origen a lo que denominan Sistemas de Economía Cerrada. Para algunos, economía primitiva. Ahora bien, además se extiende a otros mecanismos que consisten en la fabricación de categorías de ciertos productos que van más allá de los que éllos mismos puedan utilizar, dando origen a los sistemas de economía de intercambio. Bajo este orden de ideas, surgen otros elementos que muy bien pueden ser expresados bajo una cierta demanda que, por su presión sobre los precios, orienta la oferta, es decir, el esfuerzo de los productores que da como resultado los conceptos de Economía de Mercado Capitalista. Si bien todo ello conlleva a unas expresiones de carácter técnico que sólo puede ser entendido por las personas estudiosas de la economía, no está demás decir que la inflación económica que nos arropa es percibida por el ciudadano común, por ese hombre de a pie, tanto usted como yo, que pasa las de Caín para poder llevar el sustento a su grupo primario.
No obstante, podemos agregar que las necesidades de la colectividad son estimadas por una autoridad central, que si bien vemos, tiene una cierta jerarquía, decidiendo que ha de producirse, cumpliendo con ciertas interrogantes tales como: Qué? Dónde? Cómo? Cuándo? Por qué? y Para qué? de manera tal que nos encontramos al frente de una Economía Planificada Colectivista. Ha de suponerse que en todas estas divisiones, surgen esas series de dicotomías entre el comerciante y su gama de clientela. Soy del que opina, que en todo este maniobraje de la economía se entretejen las prácticas perniciosas, sobre todo de los comerciantes, que a pesar de tener una razón social, como lo establece el Código de Comercio Venezolano, a veces fluctúan entre el bien y el mal; y los consumidores y usuarios luchando por la supervivencia ante las fauces del encarecimiento de los bienes y servicios. Resultados sociales, nada favorables. Si estoy equivocado, ¿Alguien podría explicármelo?