¿What?... treinta y cinco dólares…¡thankyou…goodbye!

Mis invisibles aporreahabientes, disculpen ustedes este barbarismo en el título de estos argumentos, pero esto fue lo que me aconteció en una tienda donde vendían aparatos celulares y otros elementos relacionados con el ramo; ubicada en el centro de la población de Cagua, Edo. Aragua. Mientras iba de compra, por estos días decembrinos, pretendiendo estirar el presupuesto doméstico, adquiriendo algunas que otras cositas para celebrar la nochebuena; me detengo en el mencionado establecimiento; le doy los buenos días a la joven promotora del comercio; y, después de realizar un barrido visual de todos los celulares que estaban expuestos en la vidriera, me detengo en uno, de esos que le dicen gallitos, no para ponerlo a competir con el mío, sino que era uno de los que consideraba tenía menos valor, el más barato.

Luego de comparar los precios de los aparatos, le pregunto a la dama, al mismo tiempo que le señalaba con mi dedo índice, el precio de uno de los que me gustó; y que podría cubrir mis expectativas. Ante mi pretensión, la dama me responde, en voz alta, sin ignominia alguna, tal cual como lo escribo sobre este borroso teclado: "¡El precio de ese celular es de Treinta y Cinco Dólares, señor!" y prosiguió atendiendo a otros clientes que estaban en ese momento ahí. Lo que me impactó fue que me lo manifestó pública y libremente delante de otras personas que también miraban los artículos tecnológicos; y entre todos nos miramos las caras alargadas ante lo que escuchábamos.

Ante lo acontecido, mis vetustas neuronas, de ipso-facto, creándose una ficción, una fantasía de que me encontraba en los Estados Unidos de Norte América, no me quedó más remedio que contestarle a la vendedora, en mi inglés magullado: ¿WHAT?...TREINTA Y CINCO DÓLARES…¡THANKYOU…GOODBAY! Salí del negocio, apresurado, asustado, por el precio del fulano aparato. En mi soliloquio, meditaba: Ahora sí, se montó la gata sobre la batea. Más allá del precio de la mercancía, exorbitante, también había que pagarlo en divisa extranjera. La oración Bolívar soberano no la escuché por ningún lado. Ni que el pecho fuera de hierro y el lomo de algarrobo, para no sentir desagrado por tan dispendiosa oferta.

En el marco de este contexto surgirían muchas interrogantes: ¿Es esto una anarquía económica? "¿¡Bochinche, bochinche, bochinche!?" –como dijo Miranda en aquel escenario- ¿Falta de inspección de los entes con competencia? ¿Querer hacerse rico en menos de lo que canta un gallo? : "¿¡Sálvese quien pueda!?", promoviendo así la cultura del individualismo; peculiaridad que tanto daño le hace a una sociedad por ese pensamiento egocentrista. Considero que son tácticas alienadas que están apoderándose de los comerciantes, a costilla de ese último eslabón en los procesos productivos, como lo es consumidor o el usuario. Dentro de tantos argumentos populares que pueden surgir, valdría la pena señalar, el canibalismo de quienes pretenden o sobreviven del comercio diario, utilizando formas encubiertas en sus actividades de negocios para obtener ganancias por encima de lo establecido.

Hay que tener presente que el Sistema Monetario Nacional, establecido en nuestra Carta Magna, nos habla: Art. 318.- "Las competencias monetarias del Poder Nacional serán ejercidas de manera exclusiva y obligatoria del Banco Central de Venezuela (…) La unidad monetaria de la República Bolivariana de Venezuela es el Bolívar (…)" Ahora bien, de aquí puede desprenderse que la norma que le dicta la Constitución al Banco Central de Venezuela en su carácter de autonomía, le señala el cumplimiento y la obligación de evitar la inflación, estabilidad de los precios y el control de la divisa monetaria.

Para complementar sus funciones es menester que se le ponga un freno a la emisión de dinero inorgánico, metálico producido sin respaldo; lo que considerablemente hace subir los precios y descalabra a las clases media baja y al populacho; como se evidencia, son los que tienen sus ahorros en Bolívares; pues las personas con mucho poder de dinero los tiene más allá de las fronteras, en países de moneda fuerte. No obstante, afecta a las personas cuyos ingresos, por ser jornaleros; no pueden subirlo con aquiescencia, ya que dependen de un tercero, es decir, del patrono, por el contrario, el comerciante, sí puede incrementar de inmediato el precio de sus mercancías para desagraviarse de la hiperinflación.

Ante este panorama, soy del que piensa, que se trata de reavivar la economía de la Nación a base del padecimiento de los asalariados y los que poco podemos ahorrar, así sea para cubrir la necesidades primarias. No es necesario ser economista encumbrado, ni pertenecer a ninguna élite, para no darse cuenta de ese fenómeno atípico que es la devaluación, como argumentan los especialistas: "Tener que pagar más bolívares por un dólar" que considero, es lo que está ocurriendo; y sin control de ningún tipo, sin ninguna contemplación arbitrariamente, cualquier mercantilista a vox pópulos te fije los precios en una relación compra-venta, en Dólares. Como me refirió en estos días una señora en una cola en un súper mercado: "Yo le hubiese dicho a la comerciante, viajé tan rápido y no me di cuenta" Ya para cerrar, quien quita que para próximas oportunidades, para entrar en un almacén, diga un letrero: "Welcome, mister". ¡GOODBYE!.

 

Guaicaipuro14@hotmail.com



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José García

abogado. Coronel Retirado.

 jjosegarcia5@gmail.com

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