El proceso revolucionario bolivariano incomoda. También incomodaba el cubano cuando existía la Unión Soviética, ahora da igual, que se coman los cubanos sus bicicletas, sus cartillas de racionamiento y sus ganas de emigrar. Pero Venezuela es distinta porque tiene los recursos que no tiene casi ningún país del mundo.
Uno de los requisitos de una revolución es poner todo patas arriba. En Europa no hay revoluciones, se acabaron con la rusa, entendiendo que Rusia es Europa. De ahí en adelante todo fueron acomodos con más o menos muertos para que la gente y los gobiernos viviesen una anestesiada y rutinaria vida burguesa. Pero la realidad depara al mundo muchas sorpresas.
Al gobierno bolivariano se le ha declarado una guerra porque es incómodo, poco dócil a los designios de cualquier amo rico, sea la Unión Europea, S.L. o Estados Unidos, CA. Llama la atención que el libelo que pretende aislar internacionalmente a un gobierno democrático y legítimo al que se denominó autoritario y dictadura desde 1999 porque sí, se llame Declaración de Lima, un texto pequeño, matón, extravagante lo definió el presidente Maduro, y contundente, integrado por 13 consideraciones y 7 medidas concretas aprobadas y divulgadas el 4 de enero de 2018 por los gobiernos de Argentina, Brasil, Canadá, Colombia, Costa Rica, Chile, Guatemala, Guyana, Honduras, Panamá, Paraguay, Perú y Santa Lucía, que pretenden aislar internacionalmente al gobierno revolucionario venezolano.
El país anfitrión de tal extravagancia no tiene un presidente elegido democráticamente. Dudo mucho que sea conocido por alguien por algo y mucho menos por los votantes que no tuvo. Su antecesor, el corrupto, mentiroso y renunciado Pedro Pablo Kuczynski (PPK), fue el abanderado del mundo «bueno» contra el mundo chavista. Hoy PPK está bajo arresto domiciliario a la espera de juicio y Maduro es presidente.
