Gradas rojas rojitas

En los estadios es la cosa. Los comandos de campaña suelen comprar centenares o miles de entradas para que las barras aplaudan a su candidato y griten

su nombre, lemas y consignas. Eso está bien como mecanismo de promoción y propaganda, pero no es indicador de nada. Cuando la reacción de las gradas y tribunas es espontánea, entonces sí podríamos hacer algunas lecturas y sacar conclusiones que se aproximen al pensar y sentir del colectivo.

El doctor Ignacio Avalos, ex presidente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (Conicit), fue testigo de excepción de un caso como el indicado arriba, es decir, de la reacción espontánea del público. Así lo recogió en su artículo semanal del diario El Nacional (15-11-06), en el aparte titulado “Harina de otro costal”.

Cuenta el investigador social que asistió al estadio universitario a ver a su equipo favorito, los Tiburones d e La Guaira. De pronto, escuchó desde las gradas el grito de “Uh, Ah, Chávez no se va”, que en el acto fue respondido desde las tribunas por el “Atrévete” de los seguidores de Manuel Rosales.

“Sin pretender –agregó Avalos- darle la validez de una muestra estadística, líbreme Dios, vi en ese hecho un detalle de lo que pareciera estar ocurriendo también en otras partes de América Latina: la politización de las diferencias sociales, vale decir, la inclinación de los sectores más pobres por determinado candidato y la de los sectores más acomodados por otro. Pensé, entonces, que no obstante los notables avances logrados, la candidatura de Rosales tiene un hueso duro de roer en la imagen que, sin querer queriendo, la oposición construyó de sí misma durante varios años. En efecto, la suya sigue siendo vista por algunos sectores populares como la candidatura de los “otros”.

Debí destacar de entrada que Ignacio Avalos es insospechable de chavismo; por eso mismo ve “notables avances en la candidatura de Rosales”. El distinguido universitario se limita a describir lo que observó y percibió en el estadio. Las tribunas auparon al candidato que dentro de unos días volverá a concluir su mandato en la gobernación del Zulia (si no se pone cómico como en las elecciones parlamentarias). Las gradas, por su parte, volcaron su aclamación hacia el candidato de la revolución bolivariana, Hugo Chávez Frías.

A las tribunas accede la gente chic, VIP y alguno que otro coleado como los antiguos blancos de orilla. A las gradas suben y las llenan las masas populares, los trabajadores, estudiantes, misioneros, parroquianos, vecinos y gente de a pie, es decir, esa amplia base social que primero fue tildada de chusma y luego de parásito; esa Venezuela irredenta, preterida, olvidada y apostrofada.

A lo mejor no es tan así y entre gradas y tribunas existe más mezcla de la que algunos creen. Sin embargo, la oposición se construyó una imagen, como lo advierte Avalos, y a la vez, estigmatizó a la gente del pueblo. Los medios, en ambos casos, fueron buril y barniz.

En las gradas caben 20 o más tribunas. Esto, por supuesto, no refleja la brecha real entre pobres y ricos, ni mucho menos la abismal diferencia cuantitativa. Pero en el estadio, cuando no se contratan barras, es un indicador social, político y electoral. Las minoritarias tribunas, qué duda cabe, están con el candidato oposicionista. Las inmensas gradas, definitivamente, son rojas rojitas hasta más allá de las banderas.

earlejh@hotmail.com



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Earle Herrera

Profesor de Comunicación Social en la UCV y diputado a la Asamblea Nacional por el PSUV. Destacado como cuentista y poeta. Galardonado en cuatro ocasiones con el Premio Nacional de Periodismo, así como el Premio Municipal de Literatura del Distrito Federal (mención Poesía) y el Premio Conac de Narrativa. Conductor del programa de TV "El Kisoco Veráz".

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