Víspera a los días de carnaval, ya no se hablaba por doquier en relación al puente vacacional de esas fiestas carnestolendas que los trabajadores esperan con ansias para no perderse algún templete, o disfrutar con su familia en la playa o la montaña. No sólamente este puente donde, según la tradición, el "Diablo anda suelto", sino otras fechas festivas con el espíritu de agarrar energías para regresar a las labores con nuevos bríos y entusiasmos. No, mi amig@, no se trataba de esos puentes. Todo se remitía a la tensión que imperaba, qué pasaría en nuestros puentes fronterizos, dentro del contexto de la llegada de una supuesta ayuda humanitaria. En las esquinas, en las farmacias, autobuses, en la más humilde bodeguita, era tema de conversación. Las redes sociales se dispararon
Preguntas iban y preguntas venían durante las pláticas. Cada quien desde su óptica, lo condimentaba a su favor; le quitaba o le sumaba un ingrediente; no obstante todo giraba en torno al día sábado, 23 de Febrero. Febrero, mes de grandes eventos dentro de la contemporaneidad de nuestro país. Las respuestas no se hacían esperar. Unas con aplomo, calma y cordura. Otras, con insensatez, ambiguas y viscerales. Dos bandos ideológicos se enfrentaban, como dos gladiadores que se disputaban el trofeo. Premio que lo ostentaría quien tuviera la razón, la verdad material y la verdad procesal, como se habla en el léxico jurídico. Aunque en el mundo de la política activa estos elementos parezcan de poca monta; no dejan de ser importantes en una sociedad civilizada.
¿Quién podría poner en dudas que en estos escenarios no se presentaría alguna coyuntura? Es de humano pensar. Los intereses colidan. Por un lado, la oposición venezolana, aliada con fuerzas injerencistas extranjeras, como en patota, pretenden realizar un maniobraje de "Ayuda Humanitaria" que desde mi punto de vista, obedece más a un artilugio político y mediático que verdaderamente, a un cuadro de extrema necesidad de naturaleza humanitaria. Mi techo de conocimiento indica, según las doctrinas del Derecho Internacional Público, que existen unos requisitos previos para declarar la asistencia mencionada que para el Estado es discrecional si la admite o no. En este orden de ideas, se materializa la concepción de contumacia en que se encuentra Asamblea Nacional Venezolana.
El otro lado no podía quedarse desaliñado; la actitud gubernamental se concentró en defender los espacios territoriales a través de la aplicación de las técnicas de orden público interno, sobre todo, en estos ámbitos fronterizos donde agarraba calor la multitud concentrada. Como todos sabemos, el Estado tiene que garantizar el orden por medio del uso proporcional de la fuerza. Es deber de toda autoridad pública contener las olas de violencia que puedan presentarse antes, durante y después de los eventos; y al mismo tiempo evitar daños personales y materiales. Tanto a un sector como al otro, debe garantizársele su seguridad. Las fuerzas ideológicas en contención pertenecen a un mismo país; el Estado actúa de acuerdo a las normas y evita dejar algunas de las partes en vulnerabilidad.
Ahora bien, a mi manera de ver el asunto, la Soberanía de una Nación desde cualquier ámbito: Social, político, económico, territorial etc, deberá prevalecer ante toda circunstancia. Todos los venezolanos, tenemos el deber de defender por cualquier medio nuestra integridad territorial y autodeterminación Nacional. Asi las cosas, no puede venir ningún estado foráneo a establecernos cómo debemos hacer las cosas; y menos aún pretender pisar nuestro suelo patrio, aun bajo pretextos de colaboración, auxilio o apoyo; elementos de justificación que bien podrían ser utilizados para desviar la intención de lo que realmente se proponen. No es un capricho, ni locas aventuras pelear por lo que se ama. Nuestra amada Venezuela quiere Paz. Por ello, que este 23 de Febrero hablaron los puentes.
