En todos los países del mundo han surgido coyunturas, conflictos, crisis, algunos la llaman situaciones; con sus altas y bajas, con sus variables; con sus indicadores, no obstante, en cada región es asumida de acuerdo al alma, al espíritu del pueblo: Sus costumbres, tradiciones, su gentilicio; y lo que es más significativo, el modo cómo la han superado para el beneficio de toda la población. El esfuerzo conjunto, colectivo, todo dirigido al bien común, todos empujando hacia un mismo lado; desde mi óptica, es lo que ha hecho superar las adversidades. Todas las Naciones presentan conflictos internos, sino, no surgieran los movimientos sociales. En el caso que nos ocupa, Venezuela, no es la excepción. Nuestra amada Nación desde su primigenia, no ha dejado de pasar por crisis. Son tantos los infortunios que cada época tiene sus particularidades. Cada generación ha vivido su momento histórico. En la actualidad, es la hora que nos ha correspondido vivir. A mis nietos les corresponderá contar sus propias crisis. El futuro es incierto.
Así el asunto, desde que Américo Vespucio (1454-1512) le coloca el nombre a nuestra amada geografía Venezuela, en añoranza a una región de su país, Italia, Venezia, ya venía presentando una crisis; no desde el punto literal de la palabra; ni en las condiciones que el italiano encontró a Venezuela; sino consecuencia de la crisis económica, política, social y moral que venía presentado Europa para la época; es decir, que este nombre es producto de una accidentada circunstancia en tiempo y espacio; y no de un nombre que resultó al azar; es lo que yo llamo: Un nombre por crisis, producto de esa relación causa- efecto. Vespucio no traía un proyecto de nombre. Colón la llamó Tierra de Gracia que muy bien encajó en el modo de vivir de nuestra población indígena. Tierra enigmática para el europeo. En lugar de llamarnos Venezolanos, vocablo de origen foráneo; debimos llamarnos "Graciteños". Por tradición histórica, se consolidó el nombre de Venezuela; y como venezolanos debemos ¡sentirnos superlativamente orgullosos!
Si me preguntaran "¿Cuál ha sido la crisis más peor en Venezuela?" creo que no tendría capacidad de respuesta; aunado a que cada generación que transcurre la asume con sus propias realidades. A mi modo de ver el cosmos; no es lo mismo la crisis de la década de 1930 a la actual. Lo que pudo haber sido una coyuntura para aquel decenio, quizá para el 2019 sea etapa superada. No pretendo pecar al señalar que no hay crisis; no obstante, en la medida que han ido presentándose las dificultades a través de las diferentes épocas el venezolano, la venezolana ha ido resolviendo y desafiando todos los obstáculos con suma entereza. Una persona que haya nacido en 1920, con sano juicio, fácilmente, mejor que este escribidor, podría establecer las diferencias. Arriesgarme a decir que la crisis actual es peor que las anteriores, sería una quimera. En este mundo complejo del pensamiento alguien podría cavilar disímilmente. ¡Vaya mis respetos! Es propio de la conducta humana.
El túnel del tiempo nos retrotrae a la época del coloniaje, donde empieza a asomarse la primera crisis venezolana. Producto de las distintas capas sociales, comienza a sentirse las necesidades públicas, ventilándose intereses diversos que eran preciso atender. La fase genésica de las estructuras que van dándole forma a ese proceso de colonia, fue para Venezuela una etapa bien complicada, como bien lo señala Salcedo Bastardo. Ese proceso de adaptación y asimilación fue un hueso duro de roer. España por un lado, tratando de imponer por la fuerza, sin estoicismo, una cultura donde los nativos la asumieron al inicio con resistencia. Un rey que mandaba bajo una concepción divina, so pretexto de civilizar a unos infieles. Estos últimos, no conocían de quien recibían el mandato procedente de ultramar. En este ámbito las crisis fueron superándose en la medida que fueron consolidándose las instituciones de caracteres políticos, administrativos, religiosos, culturales regidos por el gobierno a imagen de España. Las crisis entre la Universidad y la iglesia, ya empiezan a hacerse notar. Surgen las primigenias maquinaciones conspirativas en el umbral de los desafíos.
Se superan las crisis del coloniaje en Venezuela, pero empiezan a surgir ahora, en la etapa de la pos independencia las crisis propias de esta nueva soberanía. Las pérdidas de la primera y segunda república producen un descalabro total en el país. La situación en la Nación es confusa. Puede deducirse, que el impacto del cambio político ha traumado las actividades productivas. Nos narra la historia, que el hambre y el empobrecimiento hicieron de la suya. El Estado tambalea; produciéndose un gran malestar. La generación de esa jornada; a pesar que la tecnología no había hecho su aparición, las comunicaciones eran incipientes; supieron afrontar la coyuntura de entonces. De pronto pudiera ser que no contaban con los recursos materiales necesarios; sin embargo, el espíritu emprendedor, desafiante, con la esperanza puesta en el porvenir. Con sus debilidades y fortalezas. Con escenarios desfavorables en su contra supieron mantener la nave a flote.
Entra el siglo XX, también con sus crisis a cuesta, pero ahora con ese impacto desbordante de la aparición del petróleo que vino a modificar la vida rural. Nuevos hábitos, nuevas costumbres; hasta el modo de hablar se hace campante dentro de este preponderante cambio. Van apareciendo crisis de otra naturaleza; ya no es la colonia, ni los conflictos de independencia. El oro negro viene a trocar nuestra existencia. Los horarios se modifican. Surgen los conflictos laborales. Se dan las primeras contenciones entre los obreros petroleros y las grandes empresas transnacionales. Las ideas revolucionarias empiezan a hacer efervescencia. A mi juicio, esa concentración masiva de la riqueza petrolera, originó un cuadro crítico de consecuencias políticas y sociales. Pienso que, aunque es una misma Venezuela las crisis han pasado por visiones distintas, pero siempre en búsqueda de apaciguar las calamidades. Desde que usted abre las páginas de un libro de historia; se encontrará a cada rato esa expresión que parece eterna: La crisis. En cada generación con sus características suigéneris. Pareciera que fuera ya una tradición; no obstante, nuestro legado moral siempre está a su máxima expresión.
Grosso modo, estos son los antecedentes que percibo de mi querido país; y que cavilo nos falta mucha conciencia Nacional. Como corolario, ante la crisis que nos toca vivir hoy; en pleno siglo XXI; hay que verla como un desafío; si se quiere, hasta pedagógico, para poder aprender de las debilidades; y con todas nuestras imperfecciones, estamos obligados a la continuidad; y a mi modo de ver, nos invita a realizar y completar, reflexivamente, con los medios de nuestro tiempo; lo que las circunstancias del pretérito no pudieron realizar; sin embargo, para ello, pienso que se necesita de mucha constancia, perseverancia, acompañada de una gran voluntad colectiva. Alejado de todo egocentrismo. Creo que el futuro no se manipula como una bolita mágica, sino para ser realizado. No un don, sino una tarea, un compromiso, donde tanto usted como yo, tenemos una gran corresponsabilidad. La tarea no es fácil; pero tampoco imposible ¿Usted qué piensa?
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