Desde mi óptica, ningún país del mundo escapa a situaciones adversas, que en algún momento de su historia, hayan podido presentársele. No obstante, han salido airosos, superando los obstáculos (Entre pesimismo y optimismo), en la mayoría de las veces, con esfuerzo titánico. Conflictos económicos, políticos, sociales y ambientales, desfilan por la inmensa pasarela de la sociedad; resultando esta última, la más afectada por las consecuencias de aquéllos. Basta leer los periódicos nacionales e internacionales que hablan per-se. Dicho sea de paso, cada Nación resuelve los conflictos según sus genuinas costumbres y tradiciones. Habría que ser xenófobo para no interpretarlo así. En este laberinto de contenciones, internamente, buscan las mejores estrategias para solventar tantas calamidades; con el granito de arena de cada uno de los connacionales, como parte del problema y; también de la solución. A mi entender es un asunto colectivo; distanciado de comportamientos individualistas. Mi amada Venezuela, no es la excepción.
Soy el que piensa que, en la popa de un barco, puede soplar un buen viento; sin embargo, en la proa, siempre se encontrará con algún obstáculo: Un peñasco, un témpano, entre otros, que en cierta medida, van a hacer minimizar, detener o desviar la navegación normal de la nave. Podrán presentarse muchos impedimentos; pero el viento seguirá soplando y oponiéndose a las dificultades. Aunque en algunas ocasiones, la brisa parezca desaparecer; no será así; es que está preparándose para retornar con más ímpetu, con más potencia en los motores; que harán que el barco tome su rumbo con su marinería a bordo. Así como la proa rompe los témpanos en su navegación, Venezuela desafía su porvenir, desconfigurando los viejos esquemas del pasado en todos sus ámbitos, en procura de crear nuevos paradigmas. A mi manera de ver las cosas, este gran pueblo venezolano, en medio de sus angustias, desasosiegos, incertidumbres, siempre estuvo, está y estará a la vanguardia de su destino. No sé si será el mejor ejemplo, mas fue lo que encalló en mis decrépitas neuronas.
Así las cosas, el destino de esta inmensa y bondadosa Nación está marcada, permanentemente, por ese sentido de pertenencia, adhesión y amor por lo nuestro. Considero que el sentido colectivo, es lo que debe imperar. Estamos en un mismo territorio y bajo un mismo cielo. Practicar el egocentrismo, nos lleva al fracaso. No se conoce en los cimientos de la historia, ningún país que haya salido ventilado, que se haya formado como república, sin un sentimiento inspirado en el colectivismo, sin la participación, sin el esfuerzo de sus habitantes. Fuentes fidedignas nos dan suficientes ejemplos. El egocentrismo no es buen compañero. Razón tenía Aristóteles, cuando decía: “Que el hombre es un ser social por naturaleza”. Soy del pensar, que la actitud de los venezolanos se fusiona en un proceso de sensibilidad moral, cargada de una conciencia tenaz, desvelada en la búsqueda de una visión para nuestro porvenir. Si cada quien dentro de su parcela se ocupa de lo que tiene qué hacer, sin estar pendiente de la parcela ajena, creo, que Venezuela mejoraría su rumbo de avance.
Se despide: Un vetusto que, aunque esté cabalgando en las ancas sombrías del corcel de la vida; aún tiene fe en el porvenir de esta gran nave llamada Venezuela.
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