¡El país con tantos problemas encima; y éste preocupándose por unas conchas de cambur!

Fue la perlita que brotó de la boca de un transeúnte, hace una ñinguita de días, mientras conversaba con un tercero, refiriéndose a una persona que en cuestión de momentos había arrojado unas conchas de cambur, inmisericordemente, en el pavimento; a pesar, que a pocos metros se hallaba una cesta metálica que había colocado la alcaldía, para arrojar la basura. Creo, que es un buen ejemplo para colocarlo frente a la falta de conciencia ciudadana que existe en muchísima gente, sean jóvenes o adultos. El aludido, se trataba de una persona, masculina, de cuarenta años, aparentemente, quien plácidamente, deglutía la apetitosa banana. No le importó un bledo, ni un poquito de vergüenza, lanzar el desperdicio ante la vista del público merodeante.

La salud del ambiente es un derecho difuso ¿Por qué lo enfermamos?

Casos como éstos, no los encontramos diariamente, en cualquier calle o urbanización. Pienso, que somos muy dados a estar elogiando, casi al paroxismo, el comportamiento ciudadano en otros países del globo terráqueo; pero el meollo se presenta cuando intentamos imitar esas buenas normas a nuestras instancias, llámese país o ciudad. La fantasía se esfuma; entonces comienza la resistencia de no querer, ni permitir aquellas conductas que afuera resaltamos con tanta impetuosidad. A veces pienso que existe mucha luz para lo foráneo y tinieblas para lo interno. Dicho sea de paso, ningún país se forma con conductas individuales, aquí prevalece el comportamiento colectivo, donde se subsume la conciencia ciudadana. Nadie es profeta en su tierra. Empecemos a amar lo nuestro, para encumbrar lo alienígena.

Ahora bien, el espejo de las conchitas de cambur, también se extiende a otras actividades en nuestro quehacer, donde brilla por su ausencia, se hace esquelética la conciencia ciudadana que debe prevalecer en nuestros comportamientos. Si hubiera ese compromiso, eficientemente, de internalizar que vivimos en sociedad, no habría necesidad de apuntar estas cosas. No tendría sentido de estar sentado sobre un rígido taburete, escribiendo en relación a lo que cada ciudadano, sabe lo que tiene qué hacer; sin que estos argumentos sean tomados como un imperativo; sólo una modesta reflexión. Lo que le afecta a usted, mi apreciado e invisible aporreahabiente, también me afecta a mí. Lo adverso: Individualismo.

Una sociedad sin conciencia, es el garrote de la anarquía.

A mi modo de ver el panorama, no se trata de etiquetar, quiénes son los buenos y los malos ciudadanos. Todos vivimos bajo el mismo techo. Vemos aparecer y desaparecer el sol en las entrañas de las fronteras de esta madre llamada Venezuela. Si no se asume el amor por nuestra tierra; el sentido de pertenencia se desvanece como voluta de humo. Esa adhesión y esa voluntad hacia repotenciar nuestra conciencia ciudadana, debe emerger desde nuestra geografía local: Desde mi comunidad, hasta el último rincón de la Nación. Considero yo, que no es ineluctable tener un gendarme al lado, que nos lleve de la mano. Los más caducos, debemos comenzar a educar a los niños y niñas; futuro de esta pequeña Venecia. ¡Cuán fácil es exigir nuestros derechos; cuán espinoso es cumplir nuestros deberes!



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José García

abogado. Coronel Retirado.

 jjosegarcia5@gmail.com

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