Partido único

Claro de Tierra

El resultado de las elecciones presidenciales del 3 de diciembre ha generado una interesante reflexión en círculos de la derecha venezolana, que se ha manifestado en la prensa y en programas de televisión: concluyen que lo ocurrido es una expresión de lucha de clases, porque los sectores de la población que llevaron a la reelección del presidente Chávez pertenecen mayoritariamente a las clases trabajadoras o de menores ingresos. No he visto un análisis semejante de sectores de izquierda.

El asunto es de interés, porque Venezuela no es un país capitalista, al modo como lo son los países industrializados, que muestran una más nítida división social en clases, con un proletariado claramente definido. En nuestro país, el sector manufacturero es débil, no aporta sino un sexto, más o menos, del producto económico y ocupa también cerca de un sexto de la población económicamente activa. Si se toma en cuenta las industrias del sector público, las cifras se reducen, dando por resultado que lo que pudiéramos llamar proletariado, en Venezuela, es una fracción muy pequeña de la sociedad.

¿Cómo ha ocurrido, entonces, que se hayan definido tan claramente posiciones clasistas en las luchas políticas actuales? Esta es una virtud admirable de la revolución bolivariana, cuyo máximo dirigente, aun cuando se ha declarado socialista, no lo ha hecho desde posiciones marxistas, sino dentro de una amalgama de ideas tomadas de muy diversas fuentes: bolivarianismo, marxismo, cristianismo… Sin recurrir a dogmas, con gran sentido nacionalista e integracionista, nuestro pueblo ha tomado posición ante el capitalismo y el imperialismo, como no se habría logrado desde las posiciones convencionales de izquierda.

La constitución de un partido único representa un paso completamente coherente con esa definición clasista del pueblo venezolano, que surge no adelante, de forma vanguardista, sino como respuesta a una conciencia y un compromiso, expresados en la masiva votación a favor de Chávez y el proyecto socialista. El partido, como dictan los cánones de la lucha política, le daría coherencia y organización a la voluntad popular.

Se corre el riesgo, es cierto, de que un aparato unitario vulnere la emergencia de las organizaciones sociales, que brotan prometedoras por todo el país; pero las experiencias revolucionarias del siglo XX, con sus luces y sus sombras -más sombras que luces-, deben servir de referencia aleccionadora, para no incurrir en los mismos errores, que terminaron liquidando los avances de los trabajadores y devolviendo los países socialistas al rumbo tenebroso del capitalismo. La Constitución Bolivariana, con su acento en el protagonismo popular, ofrece el antídoto contra las tendencias tecnoburocráticas.


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Luis Vargas


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