(El caso Venezuela en la novela Oficio de difuntos de Arturo Uslar Pietri)

Imaginario político arcaico y moderno, del caudillismso a la democracia

I

Es fama que la literatura gana sobradamente cuando el creador se consagra a ésta con denuedo y se aparta de la política (o es apartado por los avatares y trapisondas que supone en todo momento el ejercicio de "la cosa pública"), tan situada en los niveles de la creencia, el ropaje pasional de la ideología por la se oculta en los discursos de justicia, honor o patria, meras ambiciones de poder económico y sojuzgamiento de los más débiles, o la opinión suelta y moliente de autoridades fundadas en el prestigio o la coacción.

Lo que no niega que, para satisfacer la famosa pirámide de necesidades: alimentación, vestido, casa, afecto, cuido y protección, etc., para él y los suyos, formulada por Abrahán Maslow (un sujeto detestablemente racional y básico que algunos del gremio seguramente considerarán de vuelo poético "gallináceo"); el escritor se vea obligado a ejercer otras "actividades productivas", inclusive "oficios viles". Si bien, como dicen "Todo trabajo dignifica" y por su intermedio se puede alcanzar la virtud. O sea, la excelencia, según los griegos.

II

¿No es eso lo que aconseja Hesíodo en su famosa teogonía "Los trabajos y los días"? Quien debió ser también un prosaico anti poeta, un antecedente remoto del proto-pragmatismo, especie de Nicanor Parra de la antigüedad, digamos. La prosa periodística de Indro Monanelli (en "Historia de los griegos". Ediciones de Bolsillo. Radom House Mondadori. S. A. 1961. 2da. Edición. Barcelona. 2004), va en la línea anterior y destaca que:

"Hesíodo nos da un cuadro nada poético, pero exacto, de aquellos tiempos y de aquellas miserias en ‘Los trabajos y los días’, que son una serie de consejos impartidos a su joven hermano Perseo, de quien los menos que podemos pensar es que se trataba de un mozallón disoluto y más bien embustero. Al parecer, defraudó al pobre Hesíodo su parte de la herencia y vivía disfrutando del trabajo de éste, dedicado sólo al vino y las mujeres. Tenemos la sospecha que no tuvo muy en cuenta las prédicas de su hermano mayor y que continuó toda su vida burlándose de su sensatez, que le reclamaba al trabajo y a la honestidad. Mas esto no desanimó a Hesíodo, que seguía proponiéndole sus sermoncetes, especialmente contra el bello sexo, con el cual hubiérase dicho que tenía el diente particularmente envenenado …" (p. 59).

Referido a lo anterior, el escritor larense Luis Beltrán Guerrero (Carora, 1914-Caracas, 1997) "Humanista, poeta, ensayista, crítico y articulista. Profesor en Letras (Universidad de Buenos Aires). Doctor en Ciencias Políticas (UCV), Profesor del IPC y de la UCV. Director del Archivo General de la Nación y Senador. Individuo de Número de la Academia de la Lengua (1963) y de la Historia …" (véase: Rafael Ángel Rivas D., y Gladys García Riera: "Quiénes escriben en Venezuela. Diccionario de escritores venezolanos (siglos XVIII al XXI). A-L. 1ra. Edición CONAC., 2004, 2da. Edición. Impresos Minipres, c.a. Caracas. 2006. P. 353); en un texto autobiográfico sostiene:

"Eso de que el escritor deba tener o no tener un segundo oficio es un tema complicado. Claro que mi generación en Venezuela, salvo la excepción del adinerado, teníamos que tener segundo y hasta tercer oficio; y no sólo eso, sino la esclavitud de las galeras, del jornalero, de la cual yo, todavía no he podido libertarme. Por eso no he sido un gran escritor, como alguna vez soñé, sino un modesto escribano, artesano de la pluma, o escriba, intérprete de la costumbre. (Diferencia parecida a la de écrivain-écrivant en francés). El primer oficio (deber, obligación, según el sentido latino) del escritor, es ser hombre. Lo que implica vivir la vida intensamente, conocerse a sí mismo y conocer al semejante. Sin conocimiento y padecimiento de la vida, no hay gran escritor. Hay que distinguir situaciones y géneros. La aventura o el beber de la guerra –la española o las dos guerras mundiales últimas- han forjado grandes novelistas. El novelista debe sentir el dolor, la tragedia, la ilusión de sus semejantes, y su laboratorio de experimentación puede ser un burdel, los barrios bajos, el trabajo obrero, la confusión intencionada con clases parasitarias. Todo depende también de nuestra moral privada" ("Escritura. El otro oficio", en: Candideces/Décima Serie. Editorial Arte. Caracas. 1979. P. 7).

III

Aplicando lo dicho primeramente sobre la ganancia de las letras cuando sus creadores toman distancia de la política inmediata, bien por propia voluntad o coaccionado por alguna circunstancia especialmente grave, se tiene el caso del escritor venezolano Arturo Uslar Pietri (Caracas, 1906-2001), quien a fuerza de las adversidades políticas fue exiliado, primero como consecuencia de la llamada "Revolución de octubre" o Golpe de Estado perpetrado por fuerzas militares que contaron con la aquiescencia de la dirigencia de Acción Democrática contra el presidente Isaías Medina Angarita en 1945 y posteriormente la derrota electoral de 1963, hubo de consagrase a actividades en la empresa privada y a la reflexión de la política. O más de la historia de la política, o "de lo político" como gustaba decir al escritor e historiador larense Manuel Caballero (en "Historia de los venezolanos". Alfa. Caracas. 2010).

De hecho, en el "Preámbulo de la primera edición" de la obra "Letras y hombres de Venezuela", síntesis del "Curso de verano de 1947" sobre Literatura Venezolana Arturo Uslar Pietri dictara en la Universidad de Columbia, (Nueva York, EE. UU), cuando fuera exiliado por la Junta de Responsabilidad Civil y le fueran expropiados todos sus bienes, sostiene que:

"La novela y el cuento venezolanos, más allá de lo que individualmente valga cada autor, son el reflejo y la confesión de una manera de ser, de obrar, de entender la vida de realizar un destino, que es el manadero de la existencia histórica de un pueblo. Esa literatura narrativa no es sino la expresión más reciente y resonante en que se refleja, incompletamente como en todo espejo, la fisonomía de esa personalidad colectiva. Los rasgos de esa fisonomía no han brotado de pronto, sino que han venido revelándose en hechos y en palabras, en el arduo y atormentado proceso de la historia nacional" (Arturo Uslar Pietri: "Letras y hombres de Venezuela". Editorial Mediterráneo. Madrid. 1978. P. 11).

En este sentido Arturo Uslar Pietri (Caracas, 1906-2001) primero estaría en la excepción de los adinerados que sugiere Luis Beltrán Guerrero, que es parte de su origen social de clase, que además le permitía acceder a vinculaciones con el poder e influencias sociales y políticas de su tiempo. Lo que lo llevó a desempeñar altas responsabilidades políticas en los gobiernos de López Conteras o Medina Angarita, de las que fue expulsado abruptamente. Ello le obligó a refugiarse en su vocación de escritor, medio en que se permitió meditar sobre los grandes dilemas de la cultura venezolana y latinoamericana, si bien es de suponer que no incursionó mediante la observación participante en los barrios bajos, sí incursionó en la observación histórica, documental o inferencial. Es lo que demuestra en obras como Oficio de difuntos. Un ejercicio que, volviendo a Luis Beltrán guerrero en la cita previa, ofrece posibilidades de conocernos en tanto que individuos o comunidad de nación, pues reconstruye eventos propios de la memoria histórica que en el tiempo ha perfilado la identidad socio cultural venezolana.

IV

Oficio de difuntos (Biblioteca Breve. Seix Barral. S. A. Barcelona. España. 1976), representa ese artefacto cultural que, en la referida edición contiene 351 páginas subdivididas en 31 capítulos, si bien no numerados y titulados. Un corpus enterizo a modo de una sola pieza zurcida con estambres de varios colores a partir de un flash back desde el responso del dictador, efectuado con la pompa de ocasión en que el "Orador sagrado" intercala el francés y el latín en la homilía, dicha desde un elevado púlpito, y las oraciones consoladoras del tránsito de los que ya duermen el descanso eterno o padecen los tormentos de las "Almas muertas", para decirlo así con un título de Nikolai Gogol (Círculo de Lectores. Bogotá. 1975) y donde las gentes se aglomeran en círculos concéntricos dispuestos según el imaginario arcaico de acceso al poder político y económico representado en la figura del caudillo:

"La voz debió resonar huecamente en todas las cavidades de piedra de la iglesia. Una voz pastosa, alta, pegadiza como una emulsión espesa, llena de modulaciones y altibajos con ecos, resonancias y cortes. Desde lo alto del púlpito cada palabra debía volar como una paloma negra por entre las enormes colgaduras de luto que pendían de las columnas, por entre las nubes de incienso, por sobre el mar de cirios encendidos, por encima del enorme arrecife del catafalco piramidal que se alzaba en mitad de la nave y el mar de cabezas absortas, sudorosas, empelucadas que, en ruedos concéntricos, lo rodeaban hasta llegar a los alejados extremos de las capillas laterales, donde el gris de las sombras y de los rostros se fundía en una pasta inerte y casi sin presencia" (ob cit., p. 7).

Es el tránsito no sólo del general Aparicio Peláez de la vida a la muerte, sino también del país mismo. De un orden político decimonónico pletórico de montoneras, guerras intestinas trocadas por fuerza del nominalismo en triunfantes revoluciones signadas por diversos colores: azules o amarillas, restauradoras o libertadoras, sobre todo. Atrapadas por los condicionamientos tempero-espaciales y las inveteradas costumbres de una red de fidelidades atizadas por el miedo, el terror de la represión policial, las cárceles y las expatriaciones por crímenes políticos según la voluntad del caudillo; pero no menos presentes estaban otras representaciones arcaicas del orden terrenal infundías por castigos futuros en la "realidades soteriológicos" si se atentaba contra un orden metafísico por demás fundamentado en la violencia que hoy se llama de género. Dada la subordinación de la mujer al varón. Sin renunciar a su rol de formadora de la prole numerosa, junto a la iglesia y la escuela.

V

Así pues, como reza la conocida locución latina insertada en la Páginas rosadas del Pequeño Larousse Ilustrado (1982) "Fugit irreparabile tempus" (huye el tiempo irremediablemente), acota Uslar Pietri que:

"Lo que acababa de ocurrir era como abrir compuertas, como desatar sogas, como romper diques, para que todo lo represado se desbordara, para que todo lo callado se convirtiera en grito, para que aquellos hombres refrenados que apenas se expresaban por miradas se soltaran en un tropel de asaltos y de alaridos para decir y hacer en una hora lo que habían estado esperando durante una vida de silenciosa opresión" (P. 18).

Más adelante, el escritor señala que los cambios del imaginario político arcaico que va del caudillismo rural a la modernidad y la democracia en su primera fase, tumultuaria y en sus primeros pininos se va tornando irreversible:

"¿Qué es lo que ha cambiado? Nada. "El cambio que quieren es ponerse donde estoy yo". "Un sistema de leyes, con elecciones y con libertades ciudadanas". Era eso. Eso lo decían también los viejos caudillos en sus proclamas. En las proclamas de Pratto, allá hace añísimos, se hablaba de eso. Pero ahora era distinto. Muchos creían que eso era posible. Eso no es sino lo que quieren los revoltosos. El desorden, el alboroto. No sabían lo que era eso. Él si lo sabía. No lo sabían, porque él lo había acabado. Para siempre. "Estás equivocado. Yo no puedo permitir que acaben con lo que he hecho. Ha costado mucho meter en cintura a todos esos. Y, qué es lo que ustedes quieren, ¿Qué les entregue el país para que acaben con él? El mozo no hablaba, pero ya no lo pía. Era la cara de su padre. A lo mejor Ezequiel también pensaba así. "¿Qué vaina"? A lo mejor, no. Había pensado darle la libertad. Por el padre. Pero era mejor dejarlo detenido. Por él mismo. Por el propio Ezequiel. Para que acabara de pensar y comprender" (ob cit., p. 331).

De esta manera, el escritor Arturo Uslar Pietri a través de ese diálogo presenta sin mayor esfuerzo dos imaginarios, el arcaico-caudillista y el de la modernidad-democrático en proceso de transición, rota lo que Silvia Mijares diera en llamar la camisa de fuerza de la tiranía en 1936 y que, por demás, es una forma de aproximarse a la historia contemporánea de Venezuela y no se diga ya de la historia reciente e inmediata desde una perspectiva cercana a la psicología social y la sociología política, ya que aborda el peso de las mentalidades, hábitos, costumbres y el comportamiento institucional.



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Luis B. Saavedra M.

Docente, Trabajador popular.

 luissaavedra2004@yahoo.es

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