Decían varios jóvenes que se encontraban delante de mí, en un cajero automático de mi localidad, unos más quejumbrosos que otros, a pesar de su corta edad.
Como seres humanos, nuestra existencia es compleja. Eso es indubitable. Es natural, y hasta valedero que las cosas que nos causaron placer en el pasado, hoy, la recordemos con nostalgia ¿Quién no ha añorado un buen momento? El que diga que "No", es un tremendo embustero, va a crecerle la nariz. Aquél que algún día durmió en un Sweet-Dreams; y que ahora le corresponda hacerlo en una mediana colchoneta; es lógico que le cause cierta melancolía. Al igual, el hecho de que cuando éramos niños, saltábamos y brincábamos sin cansarnos; y ahora de caduco todos los movimientos nos parecen fatigosos, sobre todo, cuando nos invade la sombra de la ancianidad. En mi sano juicio, el pasado quedó atrás, formó parte de nuestra existencia y; por bueno o malo que haya sido, ya nada volverá a ser igual. Hasta nuestra dermis va cambiando. Si mis arrugas hablaran.
No obstante, puede que nos suceda lo contrario, así, en el pretérito pudimos haber vivido en un modesto ranchito; y actualmente, podremos hacerlo en una cómoda vivienda; mas siempre vamos a extrañar el sonido armonioso y placentero que producían las gotas de lluvia al chocar precipitadamente sobre las láminas de zinc, a pesar de que ahora estamos más cómodos. Esto por arrimar un ejemplo. No hay que quedarse estancado en el pasado, por lo que fue, o no pudo haber sido. Pienso que vendrán tiempos mejores, grandes oportunidades, pero sólo será circunstancialmente, las cosas no son eternas; y en mi opinión, debemos estar preparado para ello. El futuro es impredecible. Hoy podremos disfrutar de placeres; mañana, no sabemos. Nuestro mundo y nuestro destino es cambiante, al menos yo lo veo así. Creo, que hay que aceptar y adecuarse paulatinamente a estos cambios, a estas transformaciones que nos depara la vida ulterior. Tampoco nos amarremos al conformismo, para eso los desafíos nos aguardan.
Soy del pensar, que si todo volviera a ser como antes; ese "Todo" podríamos generalizarlo, cada cual desde su óptica. Abarca una serie de hechos que marcaron otras épocas difuntas, que precisamente, no fueron de pleno disfrute. Si volviéramos a ser como un día lo fuimos, entonces, habría que retroceder a la edad de niño, a la edad de adolescente. No tendríamos los avances que tenemos hoy. Retornaríamos al túnel del tiempo. No gozáramos de los adelantos de la ciencia. La comunicación fuera incipiente; fíjense, no estuviéramos comunicándonos por este medio tan valioso; aunque a veces sirva para decirnos cuatros verdades y aceptar tolerante las críticas ajenas. Las parejitas en noviazgo no tendrían los teléfonos inteligentes para conversar platónicamente; aunque sean marido y mujer encubiertos. Quizá estuvieran comunicándose por medio de cartas que tardaban hasta quince (15) días en llegar. Aquellas misivas que le quemaban a uno las manos cuando las leía. ¡Cuántos ejemplos más cabrían aquí!
Ya despegándome de este tambaleante taburete, la añoranza por lo que fue, nos mutila. Nos castra el pensamiento, en muchas ocasiones, para discernir que hay que seguir adelante, bajándose del corcel de los lamentos y los resentimientos personales. Las oportunidades no retornan; y si lo hacen, más nunca serán iguales. Reemplacemos esas energías negativas hacia lo que pueda causarnos bienestar. Bienestar, no solamente en lo material, sino, en la consolidación de las fortalezas de seguir avanzando. No debemos olvidar que nuestros días pasan, sin darnos cuenta. Enclaustrados en que todo lo anterior fue bueno; y que todo lo presente es malo, puede conducirnos a cuadros emocionales inestables; y no valorar el presente. Así como los recuerdos nos agobian, es menester que hagamos un alto; y pensemos que hoy se convertirá en pasado. Bueno, hasta aquí nos trajo el ferrocarril. Quizá los muchachos del primer párrafo, en un futuro que yo no veré, puedan decirse entre sí, sin tapabocas. -"¡La cosa no es como antes!"-.