Ligeras reflexiones

La opinión pública, reguladora de la educación como acción difusa del medio social

Si tomamos en consideración la definición de Opinión Pública, como le define Olga Dragni, tenemos…"la suma de una serie de opiniones individuales coincidentes de un grupo social, sobre una cuestión de interés público en un momento determinado…". Como ustedes podrán ver, la educación no escapa a estos juicios de valores que pueden afectar o no a este sector tan importante y necesario como fin del Estado venezolano. En mi concepción, el fenómeno educativo y los movimientos de opinión se entrelazan entre sí, casi siempre, provocando una reacción pedagógica y psicológica en la sociedad. Podemos meter en este embrollo a las hoy denominadas redes sociales. Todas estas actividades colectivas de opinión, en la mayoría de las veces, producen transformaciones, innovaciones y nuevos paradigmas que van a influir en las técnicas metodológicas del universo educativo donde se halla comprometida la comunidad educativa: Docentes, discentes, representantes y el entorno. Siendo este último, quien va a asumir la artillería de la Opinión Pública. Pareciera que las redes sociales, ese enmarañamiento de cruce de informaciones, fueran como el apóstata de las opiniones públicas que tradicionalmente venían operando en esta convulsionada sociedad.

Vista así las cosas, cuántos argumentos, opiniones y contra opiniones proliferan en este ámbito de la pandemia, en relación a la educación virtual, la educación a distancia, el empleo de los recursos tecnológicos, habidos y por haber, que abundan a granel. Doctores y una artillería de especialistas y docentes que se dedican a emitir sugerencias, opiniones. Críticas vienen y críticas van; pululan como para lanzar para el techo, en todo lo que tiene que ver con el mejoramiento, perfeccionamiento y funcionamiento pedagógico. Hay que apuntalar, que la influencia de los medios de comunicación social es un asunto de controversia. Allende lo anterior, puede apreciarse, estimado público aporreahabiente, una inmensa matriz de opinión por las redes sociales – ese gran vecindario comunicacional como yo lo denomino- esa masa invisible, anónima, que hace peso y contra peso de las maneras como viene ejecutándose la dinámica de intercambios de saberes, aprendizajes y desaprendizajes, por los medios virtuales y electrónicos; ya que los encuentros presenciales (Sesiones de clase virtuales) se encuentran suspendidos, como es obvio, por razones que tutilimundi conoce.

Ahora bien, el meollo no es la proliferación de comentarios u opiniones, sino la forma, muchas veces despiadada e infundadas con juicios de valor desconsiderados y punzantes hacia las estrategias que están empleándose, para continuar con ese proceso de reciprocidad de aprendizajes. ¿Qué debe existir una censura? Sí, concuerdo con la interrogante; si bien es cierto que hay muchas debilidades o fallas que alteran el proceso educativo, no es menos cierto que existe un universo de docentes y discentes que en ese intercambio de conocimientos, están aportando todo su esfuerzo, voluntad, guáramo en el día a día, para que el ambiente de aula virtual obtenga su eficacia. Pero como hay de todo en la viña del señor, proliferan voces agoreras que dimanan fatalidad, pesimismo con bastas intenciones politiqueras, queriendo invisibilizar la constancia y el arrojo de los sujetos intervinientes en la educación. No pretendo con esto decir que todo funciona a las mil maravillas. Soy el que piensa que las coyunturas educativas, bien sea por anacrónicas políticas educativas u otras causas foráneas, siempre han estado presente; sólo que en cada época o momento histórico ha habido una plataforma en búsqueda de soluciones, alternativas inmediatas o mediatas, para contribuir con buen paso. Esta situación pandémica no es la excepción. Tanto preceptores como alumnos saben y conocen el esfuerzo que están haciendo; no es caldo de cultivo para que terceros empañen las buenas acciones, incluso, sujetos que no tienen nada que con la educación meten la cuchara, sin tener conocimiento del asunto. Sólo el que está metido en el ojo del infierno, es el que siente la llamarada.

En este orden de ideas, no hay que olvidar que existe un gran universo que es ducho en estos intríngulis de los procesos educativos, sin embargo, algunos se dan a la tarea de criticar destructivamente todas las diligencias educativas, pero no aportan su granito de arena para la construcción (ni lavan, ni prestan la batea) –como decía mi difunta madre- Se interesan más por ganar espacio en el contexto de la política pública, bien les vendría un carguito en la administración del Estado. El poder tiránico de sus opiniones se convierte en antivalores que perjudican a todo el sistema educativo. No es un asunto de individualismo, no es un tema de posiciones acomodaticias. Es significativo dejar claro que, no me refiero a las personas que expelen posiciones críticas de altura, que se hacen acreedores de debatir sanamente; sin pasiones viscerales envolventes y demoledoras que no conducen a ningún puerto seguro. Todos tenemos interés en tener una buena educación. Es un interés colectivo. Al menos este decrépito escribidor lo ve así.

En suma, a mi modo ver, la Opinión Pública en su carácter regulador de la educación, es como un sismógrafo que registra, en alguna manera, las actividades educativas, las políticas educativas emanadas del Estado. El censor de las opiniones y contra opiniones no puede ser avasallante ante la vocación, el compromiso diario a los que están abocados los docentes y participantes (estudiantes) manteniéndose interaccionados por cualquier medio virtual, a pesar de las debilidades y fortalezas que nos ofrece la tecnología, para cumplir con las metas y logros establecidos; colocándole un cierre en la boca a aquellos o a aquellas que con intenciones perversas, pretenden obnubilar el entusiasmo. Como he podido apreciar, en la universidad donde funjo como docente; se observa la interacción activa, entusiasta, entre docentes y estudiantes, articulando fehacientemente, utilizando los recursos tecnológicos disponibles; y, dejando detrás las opiniones mal intencionadas que se expelen en las redes sociales (a veces no tan sociales). Es propicia la ocasión para traer una frase del Quijote:…"Sancho, dejad que los perros ladren, es señal que cabalgamos". Ante el ritmo caprichoso de las opiniones radicales; vengan de gremios docentes, económicos, políticos o religiosos; deberá buscarse la manera de que sean coherentes – no complacientes-; y que se parten de todo aquello que pueda ser perjudicial. Bienvenidas las críticas constructivas, hacedoras de futuro. No se pretende tapar el solo con un dedo, pero, desde mi óptica, que todas las que vengan sean para el buen desenvolvimiento y regularización de la educación como acción difusa del medio social.

¡Gracias por dedicar su aquilatado tiempo para leer estos insumos reflexivos! Nos leemos en la próxima producción.



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José García

abogado. Coronel Retirado.

 jjosegarcia5@gmail.com

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