Ese día, salí del conuco de Ñango muy de madrugada y no puse cuidado en la burrita Chela y la cotorra Chucha. A la hora en que generalmente salgo a mi caminata, ya están conversando bajo la mata de mamey. Estuve andando una hora y 15 minutos y al regresar, constaté, que ni la burrita ni la cotorra estaban en su espacio mañanero. Noté, que más allá de la mata de mamey se oía un canto de un guacaracho y el tono, era muy parecido al del Carro, que ya tenía mucho tiempo metido por las montañas de San Sebastián.
Intrigada por la desaparición de Chucha y Chela, decidí irme hasta el fogón y prepararme el desayuno. Al rato se apareció el viejo Chilo, que en las mañanas, se llega por el rancho de Ñango Marin y juntos, nos tomamos un cafecito al que le ponemos una hojitas de tomillo.
Por mi rancho está Chela y Chucha, me dijo Chilo. La dejé conversando detrás de la cocina cerca de las taparas donde tengo las abejitas.
Me acordé que la casita de Chilo, es de esas viejas casitas que se veían en los pueblos Margarita y que ya van desapareciendo. Estás, eran unas casitas con un diseño que contenía una visión de sustentabilidad familiar y además eran muy ecológicas. Las Cercas o empalizadas de estás casitas eran de cardones y en los tiempos de pitahaya y yaguarey; el ranchito de vestía de cantos y colores todas las mañanas. En la empalizada o cerca, se paraba la pespe, el guayamate, la chiclia, el Turpial y la Paraulata que desde esos cardones, anunciaba la llegada de las cartas que venían del Zulia, El Tigre, Anaco y otras zonas petroleras.
Estas casitas disponían de un auténtico patio productivo con gallinas, patos, patas, guineos, chivos, vacas y sus matas de diferentes frutos Un patio con una alcancía (un cochino) que se rompía o vendía en diciembre para la ropita y que todos los días, garantizaba una o dos de las comidas de la familia. Aún con limitaciones, los pueblos de Margarita eran sustentables con sus artesanías, el conuco y su gran actividad de la pesca.
El rancho de Chilo, como casi todas las casitas en Tacarigua, El Alto del Gállego, San Sebastián El Cercado y El Maco tenían en sus aleros filas de taparas con colmenas. Se garantiza la miel para remedios caseros y las meriendas. Las abejitas ayudaban la producción de algunos frutos. En esos aleros con sus taparas, estaba todo un concepto ecológico y de amor por la naturaleza.
II
Le pedí al amigo Chilo irnos hasta su casita y ver en qué cosas andaba Chela y Chucha. Ya en el sitio, fuimos testigos de esta conversación, que tenía como fondo la vida.
Mija, este pequeño animalito que se ven saliendo y entrando de las taparas, la conocemos como abejas, es un ser MILAGROSO. Sin sus milagros, la vida se nos haría muy difícil. Sin su milagros; el verde tan hermoso y milagroso que nos ofrecen las plantas tampoco sería posible. Sin ese pequeño animalito, la mata de mango del periodista Juancho Marcano no estaría en su conuco y una sombra tan sabrosa de una mata ya no disfrutaríamos. Sus paticas son fuente de vida Chucha.
Un mango, una curichagua o una cerecita no sería posible y los pájaros morirían. Una flor, que tanto encantan emocionan (como regalo) y a una mujer enamorada ya sería un vago recuerdo, una hora antes de extinguirnos. El agua y los ríos se secarían. "Si árbol debemos solícito amor"; a las abejitas debemos adoración. Debemos amarlas y quererlas Chucha, como si fuera un Dios o como queremos a la Virgen del Valle.
Al disminuir la población o cantidades de abejas, nos viene, como consecuencia, una disminución de la polinización y está disminución de la Polinización , afecta a la vegetación y esta es una señal PELIGROSA PARA LA VIDA.
Tiremos cohetes por las abejitas. Este 20 de mayo fue su día, según resolución de las Naciones Unidas en 2017. El hombre en su afán de producir más y ganar más, se trajo una variedad, que se cruzó con la abeja criolla y ese animalito pasó a conocerse como las abejas asesinas. El hombre Chucha, a veces lo que toca por su afán de ganar, nos destruye o todo lo que toca lo vuelve mier…..