Uno de estos tantos días en que me hallaba impartiendo una sesión de clases en la universidad, una estudiante que me prestaba atención, con una interrogante en el aire, sin sonrojos y decidida, me pregunta en estos términos: -"¿Profe, qué dice usted de eso que llaman la generación de cristal?". A mis vetustas neuronas más rápido que un rayo, se le acumularon los argumentos que tenía que decirle, aunado a que la joven pertenecía a ese universo abstracto que quizás ella no lo aceptaba, por su manera y los gestos de lanzarme el desafío.
Así las cosas, no me quedó más remedio que responderle el dilema que a mi manera de ver, se hallaba entre la objetividad y la subjetividad. En ese intento de no esquivar la pregunta, le respondí a la discente que yo no creía en eso de la Generación de Cristal, aunque he visto y leído muchos comentarios exacerbados más por las pasiones que por la razón en las redes sociales, no haciéndome eco de éstas. No obstante, como cada cual tiene sus maneras de matar las pulgas o contar su experiencia cómo le haya ido en la fiesta, cada generación vive su época. Épocas que son distintas y por lo tanto los valores, las costumbres, las modas entre otros, marcan un hito en la conducta y comportamiento de la sociedad que les corresponde vivir esas horas. Tiempo influenciado por la tecnología, los medios de comunicación en este mundo global con tantas aristas de por medio, donde se consustancian tantos intervinientes, habidos y por haber.
Soy del pensar, -le dije a la estudiante- que las nuevas generaciones siempre han sido criticadas o censuradas porque son las que van rompiendo y desestructurando añejas formas de hábitos. Las sociedades van evolucionado, precisamente, porque surgen innovadoras ideas. Estas últimas, en concreto, son las que hacen transmutar los hechos a nuevas realidades, nuevas formas de vida. Los jóvenes tienen otra forma de ver el mundo, su cosmovisión tiene que estar en la delantera de lo que las viejas generaciones dejaron de hacer. Si no fueran existidos las nuevas generaciones a través del tiempo, las sociedades tuvieran estancadas, el progreso decapitado y pare usted de contar.
La juventud es un patrimonio ineludible, como se ha dicho siempre: "La generación de oro". Bien lo dijo Rubén Darío: "Juventud, divino tesoro". Soy del pensar que no puede pretenderse obtener un resultado espontáneo de aquélla, ya que es como una plastilina que tiene que ir moldeándose poco a poco, sin embargo, ello no significa catalogarlas de cristal. Las flaquezas van robusteciéndose. ¿A cuántos de mi generación, me incluyo, no nos dijeron algún día, que no íbamos a servir ni para pelar papas? Es mi opinión que en el camino van enderezándose las cargas. ¿Qué hay errores? Sí los hay, todos en algún momento de nuestra mocedad nos hicimos acreedores de muchos desafueros. Un árbol va creciendo frondoso aunque en su desarrollo se sequen algunas hojas, no deja de ser frondoso. El que esté libre de penitencias que lance su primer peñón.
Es mi modo de ver las cosas; así le dije a mi interlocutora y continuamos con la cátedra del día.
¡Gracias!
José.
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