La retórica de la fe

Es sorprendente que las personas tienden a seguir las sugerencias contenidas en un discurso que inciden en cometer actos nocivos o peligrosos que afectan el organismo. Esto es notorio en la publicidad que incitan a los consumidores, por ejemplo a fumar, tomar alcohol, ingerir comida chatarra, trasnochar, entre tantos de los anuncios y propagandas que las personas aceptan y practican sin chistar. Esto no solo incumbe a lo relativo a la publicidad, también tiene que ver con los discursos políticos y religiosos. Da la impresión que las personas no se detienen a pensar en cómo le afectaría en el comportamiento lo que se le ofrece en la alocución o en el sermón.

Lo anterior tiene que ver con lo que en literatura se llama "retórica", que es la disciplina dedicada tanto a la construcción de discursos persuasivos eficaces, así como también a la teorización sobre el modo como se consiguen estos discursos. Es una disciplina, por lo tanto, teórica y aplicada sobre la capacidad de convencer con el uso de la palabra. Aristóteles refiere que la retórica, la ciencia del discurso, es el arte de persuadir o más concretamente de encontrar lo persuasivo en los hechos que se exponen. En otras palabras, la retórica se ocupa de estudiar y de sistematizar procedimientos y técnicas de utilización del lenguaje, puestos al servicio de una finalidad persuasiva o estética, añadida a su finalidad comunicacional. La oratoria ofrece lo que el público desea escuchar.

No cabe duda, la retórica del discurso tiene una finalidad persuasiva, de convencimiento, sin que lo que se ofrece en discurso sea verdad o mentira, de tal manera que quien lo escucha tenga una fe ciega en lo que ofrece el líder, el religioso, el publicista o el vendedor. La única finalidad de la disertación es convencer al escucha, que los argumentos que presenta suenen de manera agradable al oído de la audiencia para que vote, para que compre, para que crea, en fin, para que acepte sin discusión lo ofrecido en la arenga. Es una especie de acto de fe.

Según afirman los entendidos el primer manual de retórica fue escrito por Aristóteles, un antiguo tratado griego sobre el arte de la persuasión, escrito en el siglo IV a. C. por y al que se le atribuye una enorme influencia histórica. Esta disciplina tiene gran uso en la literatura, la política, el periodismo, la publicidad, la educación, el derecho, la religión, entre otras profesiones. Sin embargo, quienes obtienen buen provecho a la retórica son los sacerdotes, los políticos y la publicidad. Por ser de carácter persuasivo el discurso debe captar feligreses, votos y también sirve para vender cualquier tipo de productos. Se debe tener claro que la retórica no tiene que ver con la ética o la moral, no es su objetivo si lo planteado en el discurso sea mentira o verdad, lo importante es persuadir o convencer, este es el objetivo.

Cuando los conquistadores llegaron al Nuevo Mundo para avasallar a la población indígena, entre los pasajeros de las carabelas se encontraba, por lo menos un fraile, quien sería el encargado de elaborar los sermones para convencer a los infieles. Se conocen innumerables muestras de aquellos discursos, llamados "requerimientos", para persuadir a los indígenas de aceptar la nueva fe, el dios único, la religión que les impediría ir al infierno. Tales arengas podían predicarla, bien un sacerdote o bien el capitán de la tropa, en el intento de convencer a la aprobación y práctica de la nueva fe. Veamos la perorata:

"… Y si así lo hiciereis (aceptar la fe: nota del autor) haréis bien y aquello que sois tenidos y obligados, y Su Majestad y yo en su nombre os recibirá con todo amor y caridad y os dejará vuestras mujeres e hijos libres, sin servidumbre. Si no lo hiciereis, o en ello dilación maliciosamente pusiereis, certifico que con la ayuda de Dios yo entraré poderosamente contra vosotros y vos haré la guerra por todas las partes y manera que yo pudiese, y os sujetaré al yugo y obediencia de la Iglesia y de Su Majestad y tomaré vuestras mujeres e hijos y los haré esclavos, y como tales los venderé y dispondré de ellos como Su Majestad mandare, y os tomaré vuestro bienes y os haré todos los males y daños que pudiere, como vasallos que no obedecen ni quieren recibir el Señor. Y puesto que las muertes y daños que de ello merecieren, sea vuestra culpa y no de Su Majestad ni destos caballeros que conmigo vinieron. Y como os lo digo y requiero, pido al presente escribano que me lo dé por testimonio asignado".

Lo más probable que este "requerimiento" fue leído en la lengua del conquistador la cual no entendían los indígenas. Como se ve, la retórica del discurso está concebida de una manera que la persuasión o el convencimiento de los infieles de aceptar la nueva fe es directo, o se acepta el bautismo o en caso contrario el jefe y la familia tendrán que sufrir los estragos y la ira de Dios. Este sería un ejemplo de una retórica "persuasiva". Lo que vino después de la conquista la verdadera historia lo registra, que no fue más que la aniquilación de la cultura y la de millones de humanos de los pueblos originarios del Nuevo Mundo, todo en el nombre del único Dios.

Son muchos los discursos que se pueden recoger en la historia de la humanidad, pero veamos la retórica de Napoleón Bonaparte en la arenga de la ceremonia del Sacro Imperio Romano celebrada en la Catedral de Notre Dame.

"Juro mantener la integridad del territorio de la República; respetar las leyes del Concordato y la libertad de cultos; respetar y hacer respetar la igualdad de derechos, la libertad política y civil; la irrevocabilidad de los bienes nacionales; no recaudar ningún impuesto; no percibir ninguna tasa sino en conformidad con la ley; mantener la institución de la Legión de Honor; gobernar con la única mira del interés, de la felicidad y la gloria del pueblo francés…"

El papa mientras escuchaba la arenga del nuevo emperador recordó la "conquistas" que el estado francés le había arrancado a la iglesia con el respeto a la libertad de cultos, además de la abolición de los diezmos. Por tal razón el papa se excusó de escuchar el discurso retirándose a la sacristía. Pasado el tiempo, las tropas francesas sufrieron la gran derrota que sumió al pueblo francés en grandes pesadumbres, muy lejos de la felicidad prometida.

La retórica no tiene ética ni moral, los líderes, los religiosos, los vendedores, los publicistas y los periodistas hacen uso de esta, sin importar lo que tales discursos puedan causar. Es por eso que, cuando la retórica es mal usada, por ejemplo en un discurso de odio, puede generar graves problemas. En esto de los discursos de odio se destaca el líder nazi Alemán quien aprovecho en algunas de sus arengas para denostar contra el pueblo judío. Veamos un párrafo de uno de sus discursos:

"Es una batalla que comenzó hace casi 120 años, en el momento en que al judío se le otorgaron derechos ciudadanos en los Estados europeos. La emancipación política de los judíos fue el comienzo de un ataque de delirio. Porque de ese modo se les concedieron plenos derechos ciudadanos e igualdad a un pueblo que era mucho más clara y definitivamente una raza aparte que todos los demás…"

Es lamentable que un líder político utilice el discurso para generar un estado de ánimo de un grupo contra otro. Es el llamado discurso de odio que cuando se inicia no se sabe hacia dónde conducirá. La experiencia nos enseña que aquel discurso de odio influyó cobre un pueblo que se decía culto, donde se forjaron grandes músicos, poetas, filósofos, entre tantos valores de la literatura universal. A pesar de todo esto el discurso caló entre la población germana.

No solamente es utilizada en los discursos, en la propaganda y el los sermones, también los libros sagrados tiene su retórica para convencer a los incautos. Es el caso del Viejo Testamento, en su propensión discriminatoria, escrito hace cinco mil años, pretende convencer a las personas del llamado "pueblo elegido". Veamos algunos versículos:

Deuteronomio 14-2: porque eres el pueblo santo para el SEÑOR tu Dios, y el SEÑOR te ha escogido para que sea de su exclusiva posesión de entre los pueblos que está sobre la faz de la tierra.

Salmo 135.4: porque el SEÑOR ha escogido a Jacob para si, a Israel como posesión suya.

Algo extraño en estos versículos, y otros como estos, es lo que están esgrimiendo los sionistas de Israel para que en sus discursos de odio justificar el robo de las tierras palestinas. Solo hay un detalle en la escogencia del "pueblo elegido": no hay ningún testigo entre una persona y Dios que certifique que esta selección se hizo. Como se observa esta retórica religiosa, evidentemente discriminatoria, es la causante o mejor dicho la justificación para que los judíos y los palestinos se mantengan en una lucha permanente, que derivó en el genocidio del pueblo palestino. Todo esto por una errática y sesgada decisión de la ONU de robarles a los palestinos sus tierras para regalarla a los sionistas israelíes, función esta que no es competencia del organismo internacional. La ONU no fue concebida para crear un estado en menoscabo de otro. Su función es mantener la paz entre los pueblos y no propiciar la injusticia cometida contra el pueblo palestino. Palestina es un Estado, los habitantes son palestinos, poseen un idioma, un gentilicio, una cultura milenaria y un territorio que le fue arrebatado hace 76 años por el Reino Unido y la ONU. No se es un Estado por una votación en la ONU ¿Así se hizo con EEUU, Francia, España…?

La prensa comprometida obedece a una argumentación ordenada por EEUU, la UE y el sionismo internacional para que a través de una retórica desinformativa deseen, como un dogma de fe, que la gente crea que los palestinos son terroristas y los sionistas son los buenos, el "pueblo elegido". Lamentablemente el mundo, a través de la prensa no alienada y las redes sociales está al tanto del vil genocidio del pueblo palestino cuyo responsable es el carnicero de Gaza, el criminal Netanyahu, con cómplices en los gobiernos en las democracias occidentales dirigidas por Biden. Los culpables del asesinato de más de 36 mil palestinos, en su mayoría infantes deben ser condenados.

La retórica tomada como un dogma de fe hace daño, no tanto al orador o al escritor, de seguro quienes se sentirán traicionados son los oyentes y los lectores, quienes creyeron en la palabra que podían convertirse en acción y no en ignominiosas mentiras. Quizás por eso el escritor inglés Mark Twain expresó: "La elocuencia es la parte esencial de un discurso, no la información". Lee que algo queda.



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Enoc Sánchez


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