Autonomía Sindical y Soberanía Popular

Las recientes declaraciones del presidente Chávez cuestionando la autonomía sindical, y exigiendo la subordinación de los sindicatos bolivarianos al nuevo partido socialista unido, nos obligan a reflexionar sobre los principios de organización que históricamente han desarrollado los pueblos en lucha contra la dominación del capital, considerando específicamente lo que ha sido esta revolución bolivariana y cómo se ha expresado aquí la acción autónoma del pueblo venezolano.

 Las revoluciones populares, en todas partes del mundo, invocan la soberanía constituyente de los pueblos, rompen con las estructuras de poder constituidas, derriban las instituciones y mecanismos de dominación existentes, y proceden a erigir nuevas estructuras, democráticas y participativas, que permiten el nacimiento de nuevas formas de organización social.

 La Comuna de París, la primera revolución proletaria triunfante, estudiada por Carlos Marx y presentada por él como ejemplo histórico concreto de su propuesta socialista, permitió el nacimiento de una forma de organización social, cuyos principios han sido adoptados por esta revolución bolivariana bajo la denominación de la democracia participativa y protagónica.

 La Revolución Rusa de 1917 fue ejecutada por los Soviets, por los consejos de obreros y soldados, organismos democráticos nacidos del auge revolucionario del pueblo ruso, estructurados bajo los mismos principios de la comuna. El poder constituyente del soviet de Petrogrado tomó el cielo por asalto cuando decidió derrocar al gobierno burgués de Kerenski, dando paso al nacimiento de la primera república socialista del mundo, la Unión Soviética.

 En esa misma época, los trabajadores de otros países europeos organizaron soviets o consejos obreros y asumieron el control político-militar de las zonas industriales (Turín, Italia), de algunas ciudades (Munich, Alemania) y de países como Hungría. Pero a diferencia de los soviets rusos, estos consejos de trabajadores no lograron conservar el poder y fueron derrotados militarmente por las fuerzas de la burguesía internacional.

 Para la historia, las experiencias de la comuna y de los soviets o consejos obreros quedaron como la herramienta organizativa por excelencia para luchar contra los poderes burgueses constituidos, para derrotarlos y superarlos en términos históricos, construyendo un nuevo poder, verdaderamente democrático y participativo.

La historia posterior de la URSS, en la cual el poder del Partido y del Estado se colocó por encima del poder popular de los soviets, degenerando esa experiencia, hasta su vergonzoso colapso en 1989-1991, no resta importancia al ejemplo de los consejos de trabajadores como organización revolucionaria de los pueblos para luchar y conquistar el socialismo. Distanciándonos de la afirmación que los bolcheviques hicieran a posteriori, de que la revolución se efectuó gracias a la existencia de un partido, la realidad histórica demostró de manera contundente que el poder soviético fue conquistado gracias a los consejos obreros, gracias a los soviets, y el partido, contrariamente, se convirtió con el tiempo en la traba para el desarrollo del poder popular y en un nuevo mecanismo de dominación que pervirtió a la sociedad socialista y finalmente la condujo a su destrucción.

La soberanía popular, el poder constituyente de los pueblos, fundamento de esta revolución bolivariana, y de todas las revoluciones en el mundo, se basa en la acción autónoma de las organizaciones populares. El período histórico de auge revolucionario que se abrió a partir del 27 de febrero de 1989, y que ha tenido momentos estelares como la reacción popular del 12-13 de abril de 2002 y la resistencia del pueblo ante el paro petrolero golpista de 63 días ejecutado en 2002-2003, se fundamenta precisamente en la acción autónoma del pueblo ante los poderes constituidos.

En 1989 existían en Venezuela una serie de organizaciones que se autopostulaban como “el partido de la clase obrera”, o que pretendían erigirse como los genuinos representantes del pueblo. Si por ellos fuera, jamás hubiera ocurrido el levantamiento popular espontáneo del 27 y 28 de febrero de 1989, acción que cambió la historia de Venezuela y que inició la caída del régimen puntofijista.

El 11 de abril de 2002, los pretendidos “dirigentes” de la revolución bolivariana salieron en carrera, despavoridos, ante el avance criminal del golpe fascista de Carmona. Los partidos del “proceso”, incluido el MVR, corrieron a esconderse, y demostraron no tener ninguna vocación de lucha ni plan alguno de defensa de la revolución. Las escasas directrices dadas, como las que nos dieron aquí en el Zulia, fueron en el sentido de esconderse y salvar la vida. Si el pueblo hubiera seguido las orientaciones del partido, si hubiera actuado “disciplinadamente” ante el o los partidos, la dictadura de Carmona no hubiera sido derrocada y todavía estuviéramos sufriendo la represión salvaje de los fascistas.

La acción espontánea y conciente del pueblo, la activación de las múltiples y diversas organizaciones populares de base a todo lo largo y ancho del país, permitió que se diera una respuesta inmediata ante el golpe fascista dado por el imperialismo. Igual sucedió durante el paro petrolero. La resistencia terca del pueblo venezolano ante el criminal sabotaje económico ejecutado por la oposición fue el arma decisiva para derrotar el paro y salvar la revolución.

Particularmente recuerdo como un diputado del MVR, hoy prócer connotado del proceso, en una reunión en Corpozulia al día siguiente de iniciado el paro petrolero (3 de diciembre de 2002) exigía no convocar ningún tipo de concentración popular de calle, porque eso era “provocar” a la oposición. Esa propuesta era apoyada por otros diputados y por el entonces presidente de Corpozulia. Afortunadamente las organizaciones populares de base no hicimos caso a esas “directrices” de los pseudolíderes, no fuimos “disciplinados”, y salimos a convocar al pueblo al puente llaguno maracucho, al elevado de Panorama, y la concentración popular que allí comenzó a formarse en los días subsiguientes permitió el nacimiento del movimiento popular que enfrentó el paro petrolero en Maracaibo y todo el Zulia.

Como si eso no bastara, el 8 de diciembre, enfrente a Panorama, un grupo de activistas populares propusimos tomar el edificio Miranda. En ese momento, un grupo de diputados zulianos, incluido uno que ahora es ministro, rechazó nuestra propuesta, nos mandó a dormir para nuestras casas y nos apagó el equipo de sonido. Por supuesto, cuando estos valientes diputados se retiraron a dormir a sus casas, prendimos de nuevo el sonido, convocamos a tomar el edificio de PDVSA y salimos en marcha por las pocas cuadras que nos separaban de allí. Amanecimos en el edificio Miranda, volvimos a amanecer durante los días subsiguientes, hasta que el tamaño de la concentración popular que allí se realizaba permitió que fuéramos substituidos por otros compatriotas.

Igual ocurrió en todas partes del país. El pueblo pasó por encima de los dirigentes, garantizó la retoma de PDVSA, su puesta en funcionamiento, y derrotó el paro golpista. La acción autónoma y espontánea de los organizaciones populares de base fue la fortaleza de la revolución, fue el arma oculta con la que no contaban la burguesía y el imperialismo, tanto en el golpe de abril como en el paro petrolero.

Si hubiera existido una subordinación de las organizaciones populares ante los partidos del proceso, otra historia se hubiera escrito, la respuesta del pueblo ante la conspiración del imperialismo no se hubiera presentado en los términos que la vivimos, y la burguesía probablemente hubiera triunfado.

Esta es una sencilla reflexión, considerando las experiencias que nos da la lucha mundial de los pueblos contra el capitalismo, y la lucha específica del pueblo venezolano por garantizar la continuidad de esta revolución bolivariana. De este análisis concluimos que la acción autónoma de las organizaciones populares de base, incluidos los sindicatos, nunca puede subordinarse a partido alguno. Esta revolución es tal en la medida en que ha pasado por encima de todas las estructuras partidistas que históricamente se han demostrado absolutamente incapaces para conducir al pueblo en los momentos revolucionarios, para responder ante las coyunturas de crisis.

Sin descartar la organización de nuevos partidos, incluido el propuesto partido unido socialista, esto no debe implicar la eliminación de la autonomía de las organizaciones populares de base. Si llegase a ocurrir esta subordinación de la base popular ante una estructura de partido, es muy probable que una nueva coyuntura de crisis no pueda ser respondida por el pueblo con la contundencia de lo ejecutado en 2002 y 2003. Por ello reivindicamos la autonomía popular como fundamento de la acción revolucionaria. No es un capricho, ni somos anarquistas al decir esto, nos basamos en la experiencia histórica de la lucha de los trabajadores, y en las propias enseñanzas que hiciera Marx al analizar estos procesos.

En aras de la buena salud de esta revolución, la soberanía popular y la autonomía sindical no debe subordinarse a ningún partido existente o por crearse.



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Roberto López Sánchez (miembro de la UNT-Zulia)

Roberto López Sánchez (Caracas, 1958). Profesor Titular de la Universidad del Zulia (LUZ) con ingreso en 1994. Licenciado en Educación (LUZ, 1994). Magister en Historia (LUZ, 2005) y Doctor en Ciencias Políticas (LUZ, 2013). Actualmente dicta 6 materias en la Licenciatura de Antropología en LUZ: Historia de América; Historia de Venezuela; Intercambios Económicos; Poder y Movimientos Sociales; Culturas Afroamericanas; y Modo de Vida e Identidad Nacional. Ha dictado seminarios a nivel doctoral y nivel maestría en universidades venezolanas; y seminarios de Historia de Venezuela en universidades de Chile y España. Actualmente coordina la Unidad Académica de Antropología. Ha dirigido proyectos de investigación a través del CONDES-LUZ, y CLACSO. Línea de investigación: estudio de los movimientos sociales. Ha publicado más de 50 trabajos científicos. @cruzcarrillo09

 @cruzcarrillo09

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