Nuestra Ideología o Ideología nuestra

Inventamos o erramos… para acertar.

No podemos vivir inventando y errando continuamente, eso resultaría en la más grande frustración.

Nosotros los americanos aventajamos al resto de la humanidad en la búsqueda de los antiguos códigos de los hombres de maíz para descifrar el problema del hombre en libertad. Bolívar con su cosmovisión que pensaba en siglos y miraba en continentes, podía intuir una de las más grandes verdades de las que hoy asombrosamente es testigo la humanidad “La libertad del mundo esta dependiente de la salud de la América”. En aquel entonces Bolívar veía al continente como a un enfermo. Esto es más que interesante porque los historiadores en su gran mayoría lo definen como el nuevo mundo en ese abuso del lenguaje que no pretende otra cosa sino la constante y odiosa comparación con lo que desde el imperio romano de autoproclamaba “civilización” el viejo mundo, la Europa que de viejo tenía no precisamente su sabiduría sino una condición social decadente, donde el promedio de edad rondaba los cuarenta años, una Europa sumida en el oscurantismo, los saqueos y la barbarie. Aquel continente fue quien trajo las enfermedades de la “civilización” a este continente por medio de la imposición.

Todo este uso del lenguaje no es nuevo y da resultados porque hábilmente se oculto un mundo que no era precisamente nuevo y tal como bolívar lo dijo en sus palabras previas al juramento del Monte Sacro, es en este territorio de donde saldrán las luces que aportarán soluciones al mundo.

Corresponde entonces a las generaciones que esta revolución esta formando desentrañar los códigos que descifrarán la misteriosa incógnita del hombre en libertad y que se encuentran en nuestras fuentes originarias.

No todo lo que brilla es oro ni todo lo que se dice es cierto. Los historiadores están en deuda con la historia. Los eventos que narran la llegada de los conquistadores tal como hoy están plagados de conclusiones tendenciosas que no persiguen otro objetivo que ocultar la realidad.

Tomo como ejemplo a quien se conoce como el primer historiador de Venezuela José Oviedo y Baños en su obra Historia de la conquista y Población de la Provincia de Venezuela editado en 1722

Cito con la ortografía utilizada entonces: “Sus costumbres en la jentilidad fueron bárbaras, sin política ni gobierno, ni religión que los acreditase de racionales, pues aunque convenían todos en ser idólatras, valiéndose de piaches y mohanes para consultar al demonio y observar sus agüeros, y supersticiones, se diferenciaban todos en las circunstancias del culto; pues no teniendo Dios jeneral a quien adorase una nación entera cada indio de por sí rendía veneración, atribuyendo divinidad al objeto que mas le inclinaba su afición, y así era muy raro el animal, sabandija, cerro o peñasco, que no tuviese algún devoto, que con obsequio de sumisión le consagrase aras de rendimiento, sus adoratorios mas más ordinarios eran en profundas quebradas, ó montes encumbrados, sirviéndoles los cóncavos de las peñas, o huecos de los árboles de templos para colocar sus ídolos, que labraban de oro, barro o madera, de figuras extrañas y diversas aunque en algunas partes usaban casas grandes de paja, que llamaban caneyes, donde se juntaban mohanes, y al son de sus roncos fututos invocaban al demonio”.

Con tan sórdida descripción que de extraño tiene que los invasores lanzaran su propia guerra preventiva contra el terrorismo para exterminar a aquellos bárbaros o convertirlos al Dios su capitalismo religioso.

Podríamos culpar a José Oviedo y Baños de fungir como un torquemada y comenzar aquella carnicería o cacería de brujas, y justificar de este modo el más grande genocidio que se conoce en la historia. Pienso que no se debe juzgar con dureza a quien vivió en una época marcada por la dictadura de la religión donde la iglesia católica era el sensor de todo cuanto se publicaba, de todos debemos agradecer a este historiador el habernos hecho ver que tras sus conjeturas tendenciosas trasciende la verdad.

Oviedo y Baños concluye según su percepción subjetiva y formación religiosa que aquellos naturales invocaban demonios, esto para una sociedad fanática es digno de ser extirpado por tratarse de una seria amenaza a la humanidad, cualquier parecido con la guerra contra el terrorismo no es mera coincidencia, el silencio hoy de los autores de ayer es más que elocuente.

El mundo “civilizado” de aquel entonces tildó de bárbaros a nuestros aborígenes pero qué contradicción, el mismo Oviedo y Baños también narra lo siguiente a cerca de aquellos bárbaros en ocasión de la visita de los más grandes asesinos que pisaron este suelo.

Cito con la ortografía de la época:

“donde los indios llevados por la novedad de ver en sus tierras jente extraña sin recelo alguno de los forasteros, luego que descubrieron la embarcación se fueron á bordo en sus piraguas levando muchas perlas, y chagualas de oro en los cuellos, brazaletes y orejeras que con liberalidad feriaron a los huéspedes por cascabeles, cuchillos y chaquiras” “pasaron más abajo a la provincia de Coriana, cuyas playas hallaron pobladas de multitud de bárbaros, que con repetidas señas, y demostración de amistad instaban a los forasteros a que saltasen a tierra a rescatar algunas joyas de oro” “pero los indios haciendo estimación de la confianza, los recibieron con agasajos de una intensión sin malicia, y les feriaron con galantería, cuantas perlas y chagualas de oro tenían para el lucimiento de su adorno” “y conociendo la candida sinceridad de aquella jente” (los aborígenes)

Extraña contradicción aquellos naturales eran “bárbaros amistosos” galantes, agasajadores, candidos y sinceros, la verdad es que como bárbaros eran muy extraños. Pero no era precisamente estas relaciones lo que buscaban los conquistadores precursores de aquella primera trasnacional que piso nuestro territorio “los Belzares” quienes arrasaron poblaciones enteras y colocaban gobernadores, cualquier parecido con la actualidad no es mera coincidencia.

Pero cuánto podemos aprender de nuestros orígenes: su modo de vida su total carencia de apego a lo material, su conciencia ecologista que la religiosidad imperante confundía con invocación al demonio, no siendo más que una muestra de agradecimiento y respeto a la naturaleza de quien dependemos totalmente y aun ser supremo a quien denominaban espíritus, a su espíritu no guerrerista, como queda demostrado en el avasallamiento por parte de los verdaderos bárbaros, Alonso de Ojeda, Ambrosio Alfinger, Francisco Pizarro, Hernán Cortes, entre otros muchos, quienes vencieron con poca gente pero con superioridad armamentista como toda potencia llega a ser imperio.

Hoy los que guardan el silencio del pasado hablan y mienten cuando pretenden hacer creer, como siempre, que la cristiandad no fue impuesta por fuerza

La revolución esta obligada moralmente al reencuentro de nuestras raíces, a entender a nuestros aborígenes, al espíritu que animó a Bolívar a Rodríguez, Miranda y a muchos otros quienes con otra perspectiva y no como Colón vieron en este territorio una paraíso terrenal “menos por su extensión y riquezas que por su libertad y gloria”.

Es el espíritu de nuestros aborígenes y con comprensión del mundo natural para aplicarlo a la sociedad es el espíritu del Socialismo que estamos construyendo, o mejor dicho, restaurando.

Termino con uno de mis textos favoritos y es la carta del jefe indio Noah Seattle de 1854 al presidente de los Estados Unidos, carta que demuestra parte de la ideología nuestra que debemos convertir en nuestra ideología.

“Esto sabemos: la tierra no pertenece al hombre; el hombre pertenece a la tierra. Esto sabemos. Todo va enlazado, como la sangre que une a una familia. Todo va enlazado.

Todo lo que le ocurra a la tierra, le ocurrirá a los hijos de la tierra. El hombre no tejió la trama de la vida; el es solo un hilo. Lo que hace con la trama se lo hace a si mismo”.

(*)Cantautor

Amilxhora@cantv.net


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Amilcar Briceño(*)


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