Definir esa interrogante es de importancia capital para la creación de un partido político revolucionario y, especialmente, en un país donde existen varios partidos que se identifican y se solidarizan con el proceso revolucionario y con su gobierno. Para llevar a cabo una estrategia revolucionaria se necesita de una táctica organizativa revolucionaria, nos guste o no nos guste, firmemente centralizada, sin que por ésta se entienda o se practique que unos pocos piensen y decidan por los muchos, para que éstos sean única y fielmente cumplidores de directrices venidas exclusivamente desde lo más alto de la escalera de mandos de un partido político. El centralismo tiene que combinarse siempre, .de acuerdo a las circunstancias concretas, con el democratismo, pero en un partido político, como en un Estado o en cualquier institución mientras la sociedad no se administre por sí misma en el socialismo profundamente hecho como realidad verdadera, siempre tendrá que existir una dirección centralizada que sea producto del espíritu democrático de toda la militancia.
La fusión o unión de un partido político se realiza en base a una concepción o ideología homogénea sobre la revolución y no sobre la base de combinaciones episódicas y subjetivas, ya que no se trata de una alianza, sino de una unificación de fuerzas y voluntades revolucionarias para una práctica o lucha contra el capitalismo y por el socialismo.
Para un buen entendedor el llamado que hizo el máximo líder del proceso bolivariano para la creación del PSUV tiene o debe ser comprendido como una fusión o unión de las fuerzas políticas, de los hombres y mujeres que apoyan o se solidarizan no sólo con su gobierno, sino también con su estrategia del socialismo del siglo XXI. No entremos a discutir si tiene que ser socialismo del siglo XXI o socialismo en el siglo XXI, porque de lo que estamos tratando es del partido y, más concretamente, resolver la interrogante de si es o no una fusión o una alianza.
Hubo partidos y movimientos que declararon su desaparición para ingresar al PSUV, tal como lo había exigido el líder y como debe ser si se pretende, en verdad, pensar y laborar por un programa, una táctica a través de un mismo sistema de organización que, repetimos, es lo que caracteriza e identifica a un partido político. Por supuesto que quienes más autoridad poseen para opinar sobre la realidad al interior del PSUV son, precisamente, sus militantes, y eso mucho debe respetarse. Sin embargo, sería de muy mal gusto desearle el fracaso a un partido político que esté prometiendo concentrar sus esfuerzos y recursos humanos en la lucha por el socialismo, por lo cual se puede opinar buscando que se supere todo aquello que le sea de obstáculo en el cumplimiento y desarrollo de sus propósitos o que contribuya a la superación de sus deficiencias, fundamentalmente si quienes opinan no hacen vida militante en el PSUV, pero están firmemente convencidos que la única alternativa para salvar este mundo de mayores atrocidades y hecatombes capitalistas, es el socialismo.
Sería injusto y hasta una locura exigir que un partido político evidencie muestras de perfección desde el mismo instante en que se inicie su creación. Si eso se pudiera lograr, sería un indicio que una criatura al nacer descartaría –aun sin capacidad de razonar- para siempre todo lo que en su desarrollo resultaría un tropiezo para su felicidad. Cuando en la historia humana sea logrado que buena parte de la perfección venga ya insertada y asegurada en el nacimiento de los sujetos, sería una prueba irrefutable de un mundo tan culto y tan científico que no habrá posibilidad alguna de encontrar ningún rasgo de existencia de cultura o arte de clase a menos que la antropología y la sociología se pongan a revisar las reminiscencias muertas de algún lejano y bien secreto cementerio, demostrada la imposibilidad de la resurrección, para recuerdos simplemente pasajeros de estudio de abono para la cultura universal. Precisamente ese será un tiempo en que la vida de una persona estará asegurada, más o menos, entre 150 y 200 años sin que absolutamente nadie llegue a sentirse hastiado de la vida y recibirá la llegada de la muerte tan plenamente consciente y alegre que no habrá ningún ser sobreviviente que tenga que llorarlo por desaparición prematura. Por suerte, cuando ya nada justifique la existencia de un partido político, la humanidad celebrará con creces la aurora de su nuevo renacimiento para nunca más volver a una edad en que tenga que enfrentarse a períodos de injusticia y la desigualdad sociales.
En el caso del PSUV, por ser lo que estamos tratando en esta opinión, hay necesidad que desde su inicio se haga valer el espíritu de la unidad o fusión y no hacerlo ver como si fuese un frente caracterizado por una política de alianza. Esta implica, bien es sabido por la experiencia, la supervivencia de fracciones o tendencias bien delimitadas gozando de independencia política una de las otras. Pongamos un ejemplo aleccionador para tener claridad en la idea: si unos miembros hablan por el PSUV en una determina región del país e inmediatamente sale a la palestra pública otros miembros –igualmente militantes del PSUV- contrariando la opinión de los primeros en nombre de una de las organizaciones que declararon su desaparición para ingresar al PSUV, se está dando un mal indicio de fusión o de unidad, pero una prueba inequívoca de alianza y de la existencia de fraccionalismo. Si bien no es justo que unos miembros, de manera inconsulta, expresen opiniones en nombre de todo el conglomerado de un partido político, tampoco sería correcto que otros miembros desmintiéndolos se atribuyan la potestad de la homogeneidad de la misma organización por el simple hecho de descalificar o desautorizar la opinión de los primeros. De allí resulta la imperiosa necesidad del diálogo, la discusión, el debate y la reflexión entre toda la militancia de un partido político, haciendo valer el principio de la libertad de juicio, para que las opiniones que se expresen y salgan a la luz pública tengan el aval de la mayoría y puedan ser realmente una expresión del sentir colectivo de la organización. Si un partido político no refleja homogeneidad en sus opiniones pública –esas que van más allá de las fronteras de su propia militancia- corre el riesgo de fracturarse y descomponerse por la existencia de fracciones o tendencias que chocan abiertamente y de manera antagónica no sólo en sus cuestiones ideológicas, sino también en sus políticas de clase.
A veces fastidia recurrir a experiencias históricas para ponerlas como ejemplos dignos de analizar y encontrar allí legados de enseñanzas, porque siempre no faltan los que sostienen que el pasado no es igual al presente, y por lo tanto no deben hacerse analogías o comparaciones. Eso no es correcto. De allí, permítaseme, sacar a colación una experiencia sobre un partido de mucha importancia histórica en el pasado y tomemos de ella enseñanzas de elementos que nos ilustran sobre fusión –unidad orgánica- de los que son simplemente de elementos que son de alianza.
En 1903 se produjo el Congreso del partido político conocido como la Socialdemocracia Rusa luego de profundos debates ideológicos entre sus militantes que ya daban demasiadas muestras de existencia de tendencias bien definidas dentro de la misma organización política. Lenin, encabezaba una tendencia, y Martov la otra. Unas centenas de delegados, siendo unos excelentes intelectuales muy brillantes, otro número excelentes semibrillantes, y ninguno de bajo nivel ideológico o político. Fue una especie como de Congreso entre científicos de la política, de la sociología y de la filosofía. Era como una especie de evento muy cercano a la “perfección” intelectual. Sólo tres obreros asistieron a ese Congreso, donde la mayoría de los intelectuales (brillantes, semibrillantes, y ninguno de bajo nivel de conocimientos), los miraba desde un poco más arriba de sus hombros. Era una expresión de subjetimación a la capacidad de conciencia y de conocimiento del obrero por parte de intelectuales que se definían propagadores de la doctrina marxista.
Siempre en la Socialdemocracia Rusa se producían luchas a muerte por establecer e imponer el orden del día o de la temática a discutir. “Lenin solía, lo dice Trotsky, poner al principio los puntos sobre el carácter de la monarquía zarista, el análisis del carácter de clase de la revolución, el análisis de las etapas de la revolución por la que estábamos pasando, etcétera”. A eso respondían, los camaradas Martov y Dan, lo siguiente: “Somos un partido político y no un club de sociólogos: no tenemos que llegar a un acuerdo sobre la naturaleza de clase de la economía zarista, sino sobre las tareas políticas concretas”. Lenin les refutaba alegándoles lo siguiente, según palabras de Trotsky muy creíbles por cierto: “… nuestra política es de principios, y no coyuntural; la táctica está subordinada a la estrategia; para nosotros, el contenido principal de cada campaña política es guiar a los trabajadores de los problemas concretos a los generales, para enseñarles el verdadero carácter de la sociedad moderna y de sus fuerzas fundamentales…” Imaginémonos, por un momento, el nivel de los debates que se producían en el seno de la Socialdemocracia Rusa. Si nos convencemos que era de una gran altura intelectual, como ciertamente lo era, para muchos intelectuales engreídos de dominio del marxismo era incomprensible que unos obreros, sin acceso a las ciencias y a las oportunidades de tiempo para su formación ideológica y política, estuviesen en capacidad de debatir con ellos las cuestiones de principios, por lo cual había que limitarse exclusivamente a las tareas políticas concretas que era –según algunos intelectuales- lo único factible de ser entendido o asimilado por los obreros.
Hemos dicho esas cosas anteriores, porque en el Congreso, luego de acalorados y profundos debates políticos e ideológicos, la Socialdemocracia Rusa se dividió en dos tendencias bien definidas y separadas: la Menchevique –significa minoría- y la Bolchevique –significa mayoría-. Sin embargo hubo un hecho digno de destacar: los tres obreros, esos que no tenían capacidad para estar a la altura de los grandes intelectuales que los subestimaban, se quedaron en la fila de la tendencia Bolchevique. Los mencheviques los acusaron de “inmadurez”, es decir, de muy baja formación marxista. Igualmente, se burlaron de Lenin, pensando que éste se había quedado con la parte cualitativa menos significativa. En cambio, Lenin, concedió al hecho de que los tres obreros se hubiesen decidido por la tendencia bolchevique como algo de una enorme importancia sintomática. La historia le concedió la razón. La división de la Socialdemocracia Rusa demostró que dos fracciones o tendencias con contradicciones antagónicas no pueden convivir ni mantenerse estables en un mismo partido político.
Ahora, en relación con lo que es alianza o bloque en una misma organización o partido político, se puede decir que eso es normal y hasta muy saludable para los debates y las reflexiones internas que buscan superar disidencias y cohesionar lo máximo posible la política de la organización. Generalmente entre militantes de un mismo partido político –y eso es inevitable mientras existas organizaciones políticas- se producen acuerdos temporales que nunca se convierten en alianzas prolongadas. En un partido político los militantes que tienen ideas semejantes o muy cercanas acostumbran aliarse contra la que está más lejana a ellos. Si queremos algunos ejemplos que nos ilustren de acuerdo o bloque hechos dentro de un mismo partido incluso con tendencias muy contradictorias, podemos ir también a la Socialdemocracia Rusa donde Lenin, un inflexible en cosas de principios, los acordaba para saber aprovecharse de las circunstancias.
Lenin y su grupo o tendencia revolucionaria hicieron un pacto de colaboración con la tendencia centrista y sectaria de Bogdanov para poder reunir fuerzas y luchar victoriosamente contra la tendencia del oportunismo pequeñoburgués. Lenin y su tendencia formaron un bloque con los bolcheviques conciliadores para luchar y vencer las herejías teóricas de Bogdanov y su grupo. Los bolcheviques en el poder formaron una alianza con socialrevolucionarios de izquierda para luchar contra los acérrimos enemigos de la revolución. Cuando se discutió la paz de Brest Livstov en el partido bolchevique se manifestaron tres posiciones encontradas, de las cuales dos (la de Lenin y la de Trotsky) se opusieron y derrotaron a la de Bujarin que quería la guerra contra Alemania y no llegar a ningún acuerdo con ésta.
Todo bloque, acuerdo o colaboración entre camaradas que piensan semejante o muy parecido es válido dentro de un partido político. Lo importante es que no se transforme en una fracción o tendencia duradera. Nunca debe olvidarse que el partido debe ser siempre homogéneo aunque siempre existan discrepancias entre sus militantes.