Por lo general las reformas constitucionales nacen en pequeños círculos de sesudos leguleyos, van al respectivo parlamento, se dan los discursos a favor y en contra, la prensa escrita y audiovisual recoge opiniones, las llamadas “fuerzas vivas”, es decir los tipos con reales, dejan caer sus propuestas casi en tono de imposición y terminan aprobándose o no por el poder legislativo.
En Venezuela no ha sido así, aquí la propuesta de Reforma Constitucional se ha convertido en un poderoso ruido que ocupa los espacios de opinión, los sitios públicos, hasta la barra de cualquier burdel. Se ha transformado en una reforma bulliciosa, que no se discute en voz baja; sino que se hace a plena voz, incluyendo pescozones, mentadas de madre y hasta algún plomazo imprevisto.
Quizás algún psicólogo salte con alguna teoría rara en torno a la conducta del venezolano y rebusca en el pasado alguna pista que explique tal conducta, y por allí se puede ir hasta terminar produciendo un libraco que nadie se leerá.
Pero la razón no es tan profunda ni tan rebuscada. La razón es que en este país las discusiones salieron de los cenáculos para coger la calle desde hace bastante tiempo. Podríamos irnos a 1999 cuando la propuesta de una nueva Constitución Nacional se le arrebató a los tipos estudiados, a los bien vestidos y bienhablados, a los cerebros brillantes para lanzarla a manos del pueblo.
En aquella oportunidad fuimos testigos de mesas de discusión donde una obrera, madre de obreros y esposa de un obrero, tras vivir tantos años excluida, pudo exponer sus opiniones en torno a la Carta Magna. Y así miles y miles de venezolanos pusieron su granito de arena para ir construyendo ese instrumento jurídico básico para el país.
Desde entonces ha pasado bastante tiempo y el nivel de participación ha ido creciendo, para mal de aquellos que se han creído en condiciones de dirigir al país sin la presencia del pueblo. Ha ido elevándose la participación popular de tal manera que hace cinco años, en el 2002, el pueblo –sin dirigencia- se lanzó espontáneamente a la calle para retornar al Presidente Chávez a Miraflores. Ha sido el 13 de abril la mayor expresión de participación popular, sin el uso del voto.
En diciembre de 2002 y enero de 2003, ese mismo pueblo tomó en sus manos a la industria petrolera y la puso a funcionar, superando el saboteo montado por la “meritocracia”. Esas semanas sirvieron para demostrar que este pueblo está en condiciones de asumir el poder.
Y así se han dado hechos puntuales que resaltan la participación de la gente; todavía con limitaciones, todavía con mucha indiferencia, todavía con el vicio del paternalismo del Estado, todavía que mucha dependencia del gobierno; pero allí se va. Madurando poco a poco.
Así llegamos al momento actuar. Una propuesta de Reforma Constitucional que ha tenido espacios para la discusión, aunque con fallas que la han limitado; una propuesta que ha motivado en la gente una toma de posiciones, bien a favor o en contra.
Pero no basta votar por el SI para que e mandado esté hecho. Pues las revoluciones no se hacen en el ámbito constitucional; las hace el pueblo en la calle. El socialismo no se hace desde la Constitución, al contrario el socialismo da pie a una nueva Constitución.
Por eso después del SI, muy sencillo y preciso el 02 de diciembre, viene el trabajo para que el Poder Popular estremezca al Estado Burgués que todavía sobrevive. Después del SI en una máquina electoral, debe venir el SI en la calle. Y el ruido será mayor. Para ello nos hace falta un Chávez Jefe de la Revolución, más que Jefe del Gobierno.
salima36@cantv.net