El amargo sabor de la victoria

Si algo era notable entre los representantes del oposicionismo ultrante de Venezuela –luego del anuncio del CNE de la victoria del NO, que evitaba la aprobación de la Reforma Constitucional–, era esa expresión de “¡no era lo que esperábamos! ¿Ahora que haremos? Sólo estábamos preparados para responder al fraude que tantas veces anunciábamos. Si habíamos señalado que un triunfo del SI era inconstitucional; el del NO también debiera serlo. Aceptarlo es contradecir todo cuanto hemos afirmado durante esta campaña. ¿Ese “maldito” aceptó una derrota que nosotros nunca hubiéramos admitido, ¿con tan mínima diferencia? ¿Cómo entonces podemos acusarlo de totalitarista? ¿Cómo seguir señalando que el CNE está parcializado con el gobierno?”

Parecía que, además del desconcierto que les despertó una victoria inesperada, se sumó la angustia creada por la brevedad de la intervención de Chávez, quien nunca antes, en tan corto tiempo, había afirmado su profunda vocación democrática. ¿Alguien es capaz de señalar que en alguna otro país del mundo –de esos cuyos “modelos democráticos” aspira copiar el oposicionismo venezolano–, haya ocurrido algo semejante? Los asesores de este último, le afirmarían que técnicamente era un empate y que sería perfectamente válido impugnar los resultados, hasta contar el último voto de las mesas manuales, como ellos mismos lo hubieran exigido; pero, Chávez con la aceptación de “la derrota”, les acababa de arrebatar lo que pudiera haber sido el “empalagoso sabor de la victoria”.

Es verdad que evitaron una Reforma Constitucional; pero, no pudieron impedir la validación de la Constitución de 1999, la cual establece los fundamentos para la aprobación de la mayor parte de las proposiciones de aquella. Se opusieron a la primera, porque la segunda lo permitía; pero el rechazo lleva implícito el consentimiento refrendario para que aquellas tengan lugar. Es cierto que ganaron un referendo; pero el mundo se enteró que “el dictador” no era tal, sino todo lo contrario de cuánto lo acusaban; tampoco sus seguidores son “las hordas chavistas” capaces de arrasar todo a su paso para mantenerse en el poder. ¿Algún representante de su abigarrado grupo tiene la ascendencia necesaria para detener sus “come candela”, si ellos hubiesen perdido por tan estrecho margen?

Esa es su mayor tragedia política: ¡la falta de liderazgo! Si bien es cierto que Chávez no será candidato de las próximas elecciones, también es verdad que la lucha a cuchillo ha comenzado en el oposicionismo, por definir quién será su próximo candidato presidencial. Me atrevo afirmar que ninguno de los que estaba presente en la rueda de prensa, lo estará en las próximas elecciones. ¿Baduel, quien perdió la opción de optar por la sucesión chavista? Su afán de notoriedad lo convirtió en meteoro de la política que brilló intensamente algunos instantes antes de caer irremediablemente a tierra y perderse en algún remoto lugar?

Como ocurre con todos aquellos que carecen de ideas brillantes y sólo se dedican a criticar a quienes las poseen, el oposicionismo se enfrentó a la Reforma Constitucional; pero, nunca planteo soluciones alternativas. Ahora, sus seguidores se las exigirán como una propuesta válida para llevar al país hacia el lugar que ellos señalan, el cual no es tan fácil de divisar por ninguno, pues lo único claro que se ha visto es esa “atracción fatal” por Miami. Es muy probable que retomen algunas de las propuestas electorales de la cuarta y ofrezcan una versión corregida de ellas, porque una oferta de país nunca puede salir de quienes no se pueden poner de acuerdo en algo tan sencillo como ir o no ir a un proceso electoral en el cual pudieran obtener un triunfo inesperado.


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Luis E. Rangel M.


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