La "pifia" de algunos trotskistas sobre Venezuela

Reconocidas organizaciones y personalidades trotskistas latinoamericanas llamaron a votar “No” o “Nulo” en el referéndum constitucional de Venezuela el pasado 2 de diciembre. Entre ellos, encontramos a Orlando Chirino, dirigente sindical de incuestionable trayectoria (hasta ahora) en Venezuela, el PSTU brasileño, la LIT, el MÁS argentino, etc. Esa decisión, que creo completamente equivocada, amerita una reflexión profunda, que no se puede saldar con acusaciones difamatorias, como ha hecho James Petras.

Empiezo por respetar la trayectoria de estas organizaciones con quienes nos unen décadas de militancia en común, pero con quienes ahora disentimos completamente, no sólo en su política respecto a Venezuela. En todo caso, Petras debe explicar cómo ahora “ha visto la luz” respecto al gobierno de Chávez, pero hasta hace poco sostenía posiciones semejantes a las que critica respecto al gobierno de Evo Morales.

Pero también comprendo el cabreo de Petras, cuando leo un comunicado del grupo FOS de Argentina en el que califica el cierre de frecuencias de RCTV como “un recorte de la libertad de expresión”. Las neuronas no me dan para entender cómo supuestos trotskistas radicales, que acusan a Chávez de “defender la propiedad privada”, acaban haciéndole el juego a un golpista, agente del imperio y su “libertad de prensa burguesa”.

Al compañero Chirino, al PSTU, la LIT y demás, que han justificado su llamado al voto “no” en función de la “lucha por una alternativa clasista independiente del bonapartismo burgués de Chávez”, les pregunto: ¿Quién salió ganando del referéndum? ¿Acaso hoy es más fuerte una “alternativa clasista” en Venezuela? ¿O han salido fortalecidos del referéndum los sectores reaccionarios al servicio del imperialismo yanqui? ¿Quién ganó más, Chirino o Rosales? Los sectores que aspiramos a un cambio social en Latinoamérica, ¿estamos mejor o más débiles ahora que ganó el “no”?

Aquí no vale limpiar responsabilidades propias argumentando que la culpa es de Chávez y su gobierno, porque la política de estos grupos trotskistas, así sean marginales, en el referéndum coincidió con las fuerzas de la derecha reaccionaria y el imperialismo yanqui, llamando al voto “no”. Por supuesto, que el gobierno bolivariano y a su líder hay que señalarles que los 3 millones de votos que se abstuvieron de respaldarle son un claro mensaje de que un sector del pueblo venezolano no está satisfecho son su gestión.

Hay dos niveles del balance: por un lado, respecto al gobierno chavista, y cuáles son las correcciones que se imponen y que hay que exigirle; pero otro, es entre la vanguardia que se colocó del otro lado de la barrera.

Las razones de la “pifia” de estos trotskistas son políticas y metodológicas. Constituyen un círculo vicioso que, a partir de ciertas categorías sociológicas y políticas, mal leídas y manejadas dogmáticamente, pretenden justificar una actuación sectaria. Principios, estrategias y tácticas quedan revueltas haciendo de la política concreta un absurdo, como el que acaba de pasar.

Se echa mano de análisis sacados de contexto, basados en falsas comparaciones históricas y en citas de los clásicos tratadas como salmos de la Biblia. Claudio Katz ha escrito un par de artículos al respecto hace poco, cuyo contenido suscribo enteramente.

Todo parte por una caracterización del régimen de Chávez (y por extensión de Evo). Mi amigo de Costa Rica, David Morera, dirigente trotskista, hace meses me atosiga con la pregunta “¿Cuál es la caracterización del régimen de Chávez?”.

Su lógica es impecable: Venezuela es un país capitalista, por ende, su gobierno es burgués, “nacionalista burgués”, bonapartista o en todo caso de “frente popular”. Y como gobierno burgués, los revolucionarios “debemos combatirlo” para construir la alternativa revolucionaria (socialista) independiente y clasista. De ello se desprende el carácter de las reformas constitucionales y el llamado a votar “no”.

La realidad queda reducida a una sola contradicción: burguesía/clase obrera. En la que, por supuesto no hay matices en ninguno de los dos lados de la ecuación. Una especie de daltonismo político. De manera que al final da lo mismo Chávez que Rosales. Del otro lado, por supuesto, sólo representan a la clase trabajadora las propias organizaciones autoproclamadas, pues los sectores obreros que se identifican con el chavismo somos furgón de cola del proyecto “burgués”.

Para Carlos Marx no daba igual un gobierno burgués que otro. Por algo, durante la revolución de 1848 militó en las filas de un partido burgués o pequeño burgués liberal contra el régimen totalitario, en su fase de la Nueva Gaceta del Rin.

Ante la lógica simplista de los compañeros, lo primero que se me viene a la mente es la frase de Hegel: “La teoría es gris, pero verde es el árbol de la vida”. La lógica formal de los compañeros pasa por alto muchos elementos de la realidad que explican el fenómeno político encarnado en Chávez y sus millones de seguidores en el continente, que obligatoriamente deben ser tomados en cuenta al momento de hacer política.

Lo primero que pasan por alto es que el mundo está atravesado por la contradicción imperialismo/ naciones oprimidas. Contradicción que es muy concreta y que los clásicos del marxismo, desde Lenin, pasando por Trotsky (y su teoría del bonapartismo sui generis), hasta Nahuel Moreno, siempre tuvieron en cuenta a la hora de hacer política.

No me gusta andar recitando los clásicos como hacen los sectarios. Pero Lenin tiene un folletito en que, polemizando con Rosa Luxemburgo, que pasaba por alto esta contradicción, y luego de señalar que los marxistas no somos nacionalistas sino internacionalistas, diferenciaba entre naciones oprimidas y opresoras, y afirma que, sin claudicarle a la burguesía de la nación oprimida, estábamos junto a ella en la confrontación con la nación opresora. Otro tanto decía Trotsky del gobierno “bonapartista” de Lázaro Cárdenas.

La mayoría de estos compañeros se autodefinen “morenistas”, pero olvidan la política de Nahuel Moreno durante el régimen de Perón, construyendo una corriente dentro del movimiento sindical peronista (Palabra Obrera) y cómo denunció sistemáticamente lo que hacía el Partido Comunista argentino, que tildaba a Perón de fascista y acabó apoyando el golpe de estado pro imperialista de la “Libertadora”.

¿Acaso Chávez no expresa mejor que nadie la contradicción entre las naciones oprimidas de Latinoamérica y el imperialismo norteamericano? ¿Por qué los antiimperialistas del continente se identifican con sus discursos? ¿Por qué el imperialismo apuesta por su derrota e intentó el golpe de estado del 11 de abril de 2002? ¿Por qué nos regocijamos con sus palabras, por ejemplo, en la última Cumbre Iberoamericana, cuando, con total falta de “tacto diplomático”, llamó a las cosas por su nombre?

En el marco del referéndum venezolano: ¿Cómo se expresaba esa contradicción nación oprimida vs nación opresora? Concreto: el imperialismo y sus lacayos internos estaban a favor de la derrota de las reformas constitucionales de Chávez. Los compañeros trotskistas que apoyaron el “no” podrán tener razón en cuanto a que el contenido de la reforma aumentaba la centralización del poder presidencial, el bonapartismo de Chávez, etc. Pero Chávez tenía razón completa cuando dijo que votar por el “no” era hacerlo por Bush.

Estoy seguro que aquí algunos de estos compañeros se pondrán a buscar el librito de Moreno sobre lógica para acusarme de copiar la teoría de las contradicciones múltiples de Mao. Pero desde ya respondo: una cosa es usar la teoría de las contracciones múltiples, para justificar la revolución por etapas (según la cual, las contradicciones sólo se pueden resolver una a una). Otra es pretender negar que la realidad tiene diversos planos y que la lógica dialéctica de las contradicciones es que todas ellas se desarrollan a la vez y su solución última es la Revolución Permanente, donde se mezclan tarea democrática burguesas y socialistas al mismo tiempo. Que en América Latina significa que la lucha por la liberación nacional y el socialismo van juntas.

Como yo también pasé por la escuela “morenista”, sé que algunos compañeros estarán diciendo, “éste ahora defiende la teoría de los campos” lambertista, según la cual la burguesía se escinde en dos campos el “progresista” y el “reaccionario” y que, según Moreno, los reformistas siempre se apuntan al campo “progresista” y apuestan a su triunfo, olvidando la independencia política de la clase obrera.

Los compañeros han deformado a Moreno en esto, y en mucho más, para llegar a la lógica simplista de que al final no hay contradicciones, y que tan reaccionario es Chávez como Rosales (aunque votaron con Rosales).

Es concreto, cuando la lucha de clases se agudiza, en especial en medio de las guerras civiles, y en Venezuela y Bolivia estamos en guerras civiles “virtuales”, pero no menos reales, es muy peligroso olvidarse que se forman dos bandos en batalla, dos trincheras enfrentadas (y no tres) y hay que saber muy bien en cuál trinchera te metes, porque te cuesta la vida.

Por ejemplo, en España durante la guerra civil había dos campos enfrentados: el republicano y el “nacional”. Uno dirigido por la “sombra de la burguesía” y el otro por la burguesía misma. ¿Desde dónde peleaban los “poumistas”? En el bando republicano, por supuesto. Porque una cosa es luchar dentro del bando republicano, como su ala izquierda, para fortalecer la salida socialista encabezada por movimiento obrero, contra las inconsecuencias del gobierno frente populista, como en las Jornadas del 37 en Barcelona; y otra muy distinta es pretender que se puede lograr el mismo objetivo desde las trincheras de Franco.

Los compañeros, con el voto “no”, se metieron a disparar (virtualmente) desde las trincheras de Franco, perdón Rosales. De buenas intenciones está empedrado el camino del infierno, decía mi abuela.

Porque una cosa es hacer críticas a la reforma, al gobierno, a los “boliburgueses” y a los corruptos, desde el bando de la Marea Roja, desde el chavismo, donde están los antiimperialistas, los socialistas y los que aspiran al cambio social; y otra muy distinta es ubicarse en el bando que aspira a la retoma del poder de aquellos que gobernaron con el Pacto de Punto Fijo, partidos y políticos de la oligarquía venezolana, corruptos, que sometieron el país a los dictados del imperio y a su pueblo en la miseria. Ese el programa de Rosales.

El programa de los dirigentes del “no”, y del imperialismo, es liquidar lo poco que se ha avanzado durante el proceso bolivariano. Hay que estar bastante despistado para creer que “disparando” desde la trinchera de Rosales se va a construir una “alternativa clasista independiente”.

Otra contradicción que pasan por alto los compañeros es: ¿De dónde salió Chávez? ¿Qué profundas contradicciones de la realidad se expresan en su persona, en su gobierno y en su régimen?

Pese a que sus documentos están cargados de caracterizaciones sobre la “situación revolucionaria mundial”, en la que los trabajadores “siempre” tienen en jaque al capitalismo, y la toma del poder está a la vuelta de la esquina, en la que las clase obrera no ha tenido “derrotas históricas” desde la década del 30, los compañeros, no han entendido en qué momento vive Latinoamérica hoy.

El fenómeno político, real, concreto, que Chávez, Evo, Correa expresan es el de un continente en el que la movilización popular puso en crisis el modelo económico y político de la globalización neoliberal que nos viene desde los años 80 y 90. Todas esas sublevaciones populares, movilizaciones, huelgas generales, caracazos, “guerra del agua”, etc. han dado lugar a estos gobiernos que, siendo “burgueses”, expresan grandes contradicciones con la política del imperialismo mundial.

Por estar obnubilados en su modelo teórico, estos compañeros no han visto la forma concreta que ha adquirido el proceso revolucionario en el continente. Por eso para ellos Chávez y Carlos A Pérez son los mismo, y Evo se les parece a Sánchez de Losada. “Verde es el árbol de la vida”.

Los procesos revolucionarios que vivimos en los 90, contra el neoliberalismo y las corruptas instituciones democrático burguesas (partidos, gobiernos) impuestos por el Consenso de Washington, no alcanzó a expresarse en el modelo clásico de revoluciones obreras de tipo soviético, como el que parecen esperar los compañeros, por razones que ahora no voy a ponerme a especular.

Pero el hecho es que estas revoluciones, más populares que obreras, políticamente canalizadas por la vía electoral más que insurreccional, han sido factores muy progresivos, que cambiaron favorablemente el clima derrotista que se vivía a mediados de los 90. Y esos procesos políticos progresivos, contradictorios, aún en el marco capitalista, se encarnaron en líderes como Chávez o Evo, por ello son el referente de millones de oprimidos que aspiran a “otro mundo posible”.

Con todo lo que pueda criticarse al “socialismo del siglo XXI”, es gracias a él que la vanguardia y las masas populares han vuelto a hablar de socialismo y a vislumbrar la posibilidad de algo más allá.

Este factor es clave para hacer política concreta. Porque de nada vale construir un hermoso programa que atienda a las “necesidades históricas” sin tomar en cuenta el “nivel de conciencia” de los pueblos.

¿Qué piensa el trabajador común, con algo de conciencia, que se emociona cuando ve a Chávez fueteando al imperialismo en cada foro, y a la reacción atacándolo, y llega un compañero de estos y le dice que Chávez “trabaja para la burguesía” y “defiende la propiedad privada”? Se encoje de hombros y piensa: “estos tipos están locos”.

Por eso es que cualquier corriente clasista sólo puede surgir desde dentro de esta gran corriente, que hoy tiene como referente concreto a Chávez. Y eso no quiere decir que se deba ser acrítico o que no se pueda usar el emplazamiento y las exigencias por medidas que hagan del socialismo una realidad y no una palabra hueca.

Finalmente, hay que tener cuidado con las analogías históricas mal empleadas. Sé que hay muchos compañeros muy estudiosos y que manejan al dedillo lo que fue la Revolución Rusa del 17. Pero estamos en Latinoamérica en 2007. Por ejemplo, en el caso de Bolivia, donde las contradicciones siempre han sido más agudas y donde podremos ver un desenlace pronto de la crisis, hay que cuidarse de confundir a Evo con Kerensky.

No veo la encarnación del poder dual por ningún lado. Al menos desde la izquierda. La COB y otras instancias muy beligerantes hace unos años me parecen desdibujadas, al menos vistas desde Panamá. Si hay un poder dual es por la derecha (los gobernadores) . En esas circunstancias, apostar al fracaso de la Constituyente y de Evo, por más limitaciones que contenga, es peligroso, porque sólo conducirá al triunfo del proyecto reaccionario apoyado por el imperialismo.

Por favor, muéstrenme dónde están hoy (diciembre de 2007) los organismos obreros (soviéticos) capaces de superar por la izquierda a Chávez y a Evo, impidiendo que la derrota de ellos sea la victoria de la reacción y un paso al socialismo.

La cosa es bien concreta, y no requiere más que sentido común: cualquier derrota del proyecto “bolivariano” en este momento sólo será beneficiosa para la reacción y el imperio. Por eso, lo confieso, prefiero a Chávez y a Evo porque bajo sus gobiernos la clase trabajadora tiene mejor opción de desarrollarse (como diría Marx). Pero el día que mande el gobernador maracucho o el santacruceño, nos jodimos todos, incluso los “ilusos” que creyeron construir una corriente “clasista” en las filas del “no”.

Creo que algunos, de tanto estudiar los clásicos del marxismo les pasa como a Don Quijote, y acaban confundiendo a la rústica Aldonza Lorenzo con la bella Dulcinea. Por mi parte, nunca me cansaré de seguir el consejo de Lenin: “Análisis concreto de la realidad concreta”.


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Olmedo Beluche


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