Preocupa como después del triunfo del “NO”, salieron esos dirigentes que se creen más chavistas que Chávez a proponer que se imponga por otras vías la reforma que horas antes, aunque con una pírrica diferencia de votos, había resultado desaprobada.
Al principio lo asumí como un hecho de esas reacciones, en la que las personas actúan ciegas, sordas, sin capacidad de reflexión, llevándose por los impulsos y emociones del momento.
Pero pasan los días y noto que un sector revolucionario insiste en la idea de desconocer la voluntad de los venezolanos impuesta en una victoria avalada por un Consejo Nacional Electoral, evidentemente transparente.
Grave error. En lugar de proponer que se ejecute la reforma vía decreto, como he escuchado por ahí, más bien deben aprovechar el tiempo para analizar las fallas, los errores que obviamente existen si observamos que hay unos tres millones de chavistas que se abstuvieron. Por algo no acudieron a votar.
Y por supuesto, seguir enfrentando a la oposición con ideas en su propio terreno, porque observo que los revolucionarios están enredados en buscar culpables, apoyar a Chávez de boca – cuando lo que se requiere es que sea de voto-, en decir que perdieron en vista de que les escondieron los alimentos, en lugar de analizar por qué esas amas de casa que acudieron a los centros electorales no tenían garantizado por encima de todas las cosas, un pote de leche, un pollo, un kilo de carne a precio regulado, entre otras necesidades elementales.
Son infinitas las reacciones –debo admitir que muchas muy acertadas y beneficiosas- que los chavistas han expresado después del referendo, pero pocas tendentes a poner en su sitio a los adversarios, para que el país siga conociendo de sus mentiras.
No sé si se han dado cuenta, mis amigos lectores, que la oposición continúa la misma campaña. Confundieron a la gente, le metieron miedo con el cuento de que Chávez les quitaría el carro, la casa, los hijos…y ahora tienen otra cortina de humo sobre la victoria del 2 de diciembre y no veo que se hace nada al respecto.
Han tomado el pírrico triunfo para hacer creer que el proceso revolucionario se acaba en Venezuela, como si hubiesen sacado al comandante de Miraflores y no se recalca e inculca que la gente rechazó la propuesta de reforma, pero no a Chávez.
De hecho, ahí tienen esos tres millones de abstenciones que no sumó la oposición. Por eso, los enemigos de la revolución celebran, pero como el payaso de la ranchera de Javier Solis: “ante el mundo estoy riendo y dentro de mi pecho mi corazón sufriendo”.
Sin embargo, se vienen por la baranda, mientras los revolucionarios no los enfrentan con la intensidad que ellos arremeten y pierden el tiempo en críticas que en vez de sumar creo que restan.
Es tal la situación, que a ante los dimes y diretes de los revolucionarios, los adversarios han optado por hacer un trabajo de hormiga, sin bulla, pero firme, debido que la parte escandalosa la hacen los chavistas, permitiéndoles a los líderes opositores mostrarse ecuánimes y erigirse como salvadores de la patria.
Por eso, mi propuesta es que se insista en lo que verdaderamente sucedió. La gente le dijo “NO” a la reforma y hay que respetar la voluntad del pueblo, pero a Chávez le dijo, le dice y le dirá “SI”, con argumentos que la población asimile. De lo contrario, el pueblo sólo entenderá lo que le dice la oposición.
No hay por qué alarmarse, el país que el presidente Chávez construye está sustentando en el poder del pueblo y serán las grandes mayorías las que tengan la última palabra.
Ni nosotros debemos sentirnos defraudados ni los opositores deben pecar de triunfalistas, lo que hay es que tomar los correctivos necesarios y quién sabe en un futuro no muy lejano el pueblo proponga nuevamente la reforma y los resultados no les resulten tan halagadores. Hay tiempo de sobra.
Sólo que eso se le debe dejar a la gente, no a esos políticos que se creen más chavistas que Chávez y de quienes uno no sabe si dicen y hacen las cosas pensando en el país o sólo por congraciarse con el comandante y convencerlo de una lealtad, que al fin y al cabo uno no sabe si es tal; pues lo más difícil de detectar en este proceso: es precisamente esa fidelidad revolucionaria.
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