Así como fue un error de extemporaneidad plantear la reforma constitucional cuando no estaban maduras en el país todas las condiciones subjetivas y políticas, no menos lo fue ir a esa decisiva batalla por el poder popular y por el socialismo sin un acerado y combativo instrumento partidista que garantizara la persuasión política y la movilización de aquellos sectores rezagados, indecisos, dudosos, seguidores del presidente que fueron hacia quienes el imperialismo y la contrarrevolución dirigieron el filo de su estrategia de mentiras mediáticas.
La desmovilización y desarticulación del MVR –con sus errores y reservas para con él– para la creación apresurada del PSUV, ante la inminencia de la campaña por la reforma, resultó fatal. Fuimos a la campaña por la reforma y a la batalla por el socialismo sin una estructura acerada y probada en una contingencia. Se dijo y reafirmó que aquellos que constituían los batallones no eran aún militantes porque el partido como tal no estaba constituido.
En los batallones del PSUV hay hombres y mujeres, magníficos organizadores, claros ideológicamente, gente con experiencia en años de lucha revolucionaria, probados en muchos combates políticos que hicieron un enorme esfuerzo por conducir y direccionar aquellos batallones, pero no había línea política coherente. Hablar con los mandos intermedios o superiores fue imposible en muchos casos, la legalidad de no pocos batallones quedó en suspenso. El vicepresidente y la mayoría del Comando fue impenetrable, inaccesible.
A mi juicio o se construía el instrumento político, el PSUV, lo cual requería un enorme esfuerzo ideológico, político, organizativo y de masas por un tiempo no decretado, más o menos largo, además de dotar a esa organización con un su estructura ideológica clara. O nos abocábamos a la campaña con el MVR y los partidos aliados que apoyan el proceso, creando un comando Florentino, como el 2004, donde el pueblo, sus batallones y toda la estructura organizada el 2004 –referendo– y el 2006 –elecciones presidenciales– dio óptimos resultados.
No era necesario ni retar, ni enfrentar, ni humillar a los partidos aliados –PCV, PPT, MEP, LS, CB, Tupamaros– cuando se planteaba la construcción del nuevo partido, si ellos no querían disolverse, por razones políticas, ideológicas, organizativas, eso había que respetarlo; tampoco estimular el cisma o la fractura en ellos o ridiculizarlos. Si alguno se disolvía, como ocurrió, bienvenidos. El ataque fue una táctica errada, desacertada, al fin y al cabo, pequeños, medianos o grandes, aquellos eran –y son– los aliados del proceso revolucionario, han permanecido fieles a la causa revolucionaria y al movimiento popular.
Estamos en una situación peculiar: el PSUV no ha nacido, los casi 6 millones de inscritos en la práctica no sólo no existen sino que por lo menos 2 millones de supuestos inscritos no votaron el 2D por la reforma. Aún así hay una base socialista de más de 4 millones de revolucionarios, cifra nada desestimable a la que hay que darle organicidad, desde las bases, con un Comando Político confiable, encabezado por el presidente Chávez, para acelerar el proceso de organización del PSUV, sin darle concesiones políticas e ideológicas a la derecha, con una definición socialista científica definida, latinoamericanista, mariateguista, guevarista, chavista, fidelista. Ese es el destacamento revolucionario, popular, proletario, campesino, de mujeres e indígenas que debemos acerar en la corta distancia para enfrentar los ataques que se prefiguran en el firmamento político, las agresiones del imperialismo, de la burguesía monopólica y de la clase política y salvar el proceso.
(humbertocaracola@gmail.com)