Ni una gota de sudor

La crisis del capitalismo, como históricamente ha ocurrido, está siendo superada. Y sus consecuencias, como también siempre ha pasado, serán pagadas por los más pobres de los países ricos y por los más pobres de los países subdesarrollados. ¿Por qué la Izquierda aggiornada sigue cruzada de brazos sin dar la respuesta adecuada ni plantear los nuevos paradigmas?  

 Ni una gota de sudor.

La crisis que está atravesando el capitalismo en Estados Unidos y en Europa, y que ha hecho eclosión en estos días, ha llevado a que se tejan todo tipo de pronósticos y de análisis acerca de sus consecuencias. 

Nos gustaría detenernos en alguno de ellos.

En concreto, en aquellos que hablan de que estamos ante la inminencia del principio del fin del capitalismo, de que esta debacle de las bolsas es para el libre mercado lo que fue la caída del muro de Berlín para el socialismo real, y algunas otras consideraciones por el estilo.

Opiniones que, más allá de todo el respeto que nos puedan merecer quienes las han formulado, nos parecen más voluntaristas que otra cosa.

Las enseñanzas de la Historia.  Mal que nos pese, como ha quedado demostrado tantas veces en el pasado, el capitalismo ha sabido adaptarse y sortear este tipo de crisis o grandes depresiones con gran éxito. Incluso, siempre ha salido fortalecido de ellas.

Ya lo fue así en la época del propio Marx, cuando éste vaticinaba el advenimiento del socialismo en las sociedades más industrializadas de la época, dentro de las cuales estaban dadas las condiciones objetivas para que se quebrara el modelo, cosa que nunca ocurrió. Las represiones despiadadas al movimiento obrero, y las concesiones mínimas que hicieron las clases dominantes en el poder para ir aquietando las aguas, sobre todo en la Inglaterra de fines del siglo XIX, rindieron sus frutos, y el capitalismo salió indemne y más vigoroso que nunca de estas pruebas.

Otro tanto ocurrió a partir de la gran depresión que se desata a consecuencia del crack de 1929. El New Deal de Roosevelt en Estados Unidos, es un claro ejemplo de esto. En unos pocos años   Norteamérica superó ampliamente el trance y se catapultó definitivamente como el gran imperio del siglo XX que ha sido y sigue siendo, aunque cada vez esté más jaqueado.

Y por el mismo tiempo en Europa, en particular en Alemania e Italia, las clases burguesas dominantes supieron buscarse un muy buen aliado en el fascismo para detener al poderoso movimiento obrero italiano y alemán, con las consecuencias por todos conocidas. Ni que hablar de los 40 años de franquismo en España, que son también un ejemplo del mismo fenómeno.

 Pero aquí mismo, en América Latina, hemos sufrido la imposición de todo tipo de dictaduras, de invasiones y de represión feroz durante todo el siglo XX con el sólo fin de defender al capitalismo vernáculo y al status quo de las clases dominantes latinoamericanas que lo hacían posible (siempre lacayas del imperialismo de turno), y así evitar el avance de la Izquierda revolucionaria por nuestras tierras.  

Una Cuba socialista fue posible gracias al heroico y decidido esfuerzo del pueblo de Martí. Lamentablemente, cualquiera de los otros intentos que tuvo Latinoamérica por lograr la liberación, fueron brutalmente aplastados, y todavía hoy penamos por conquistar nuestra segunda independencia. Segunda independencia que tarda tanto en llegar.  

 Y si siguiéramos hurgando en la Historia, seguramente encontraríamos cientos de casos más de este tipo en todo el Mundo, que confirmarían lo que venimos diciendo: el capitalismo siempre ha sabido adaptarse y aprovecharse de las distintas circunstancias históricas, aún de las más adversas, para resurgir más pujante  y sólido luego de cada traspié.

Desgraciadamente, esta vez no creemos que vaya a ser la excepción.

El pragmatismo capitalista. Efectivamente. Los acontecimientos de estos días lo confirman. La Bolsa de Wall Street, que venía de padecer dos semanas negras con caídas ininterrumpidas en las cotizaciones, este lunes empezó a recuperarse con importantes ganancias en su operativa, disipando así los peores augurios que emparentaban esta crisis con la gran depresión de 1929.

El plan de salvataje norteamericano diseñado por Paulson (Secretario del Tesoro), y cuyo valor asciende a los 700 mil millones de dólares, parecía no ser lo suficientemente vigoroso como para devolver la confianza en el sistema y parar el derrumbe sin par que venía teniendo la Bolsa.

Un plan que nació mal y con muchas críticas. La principal de ellas referida al hecho de que el mismo estaba enfocado casi exclusivamente a "limpiar" al sistema financiero norteamericano de su cartera pesada sin más, sin intervenir directamente, ni garantizar con instrumentos confiables la operativa bancaria, como era el gran reclamo de los ahorristas (a tal punto que se temía seriamente una gran corrida bancaria). Esto dicho más allá de la "nacionalización" de Leham Brothers y otras instituciones que ya estaban en bancarrota.

En Europa, mientras tanto, las cosas no andaban mucho mejor. Hasta el fin de semana pasado, la falta de coordinación de las políticas para atender esta crisis entre los Estados miembros de la Unión Europea, empeoraba las cosas. Mientras algunos países como Irlanda o Alemania anunciaban que garantizaban y respaldaban todos los depósitos, otros sólo se dedicaban a socorrer a las instituciones financieras con problemas, o a inyectar liquidez en la plaza. Esto provocó una suerte de caos e inquietud en los distintos agentes y el riesgo de corridas bancarias de un país a otro dentro de la Unión. 

Pero como siempre ha ocurrido hasta el presente, primó la cordura en algunas de las cabezas pensantes del capitalismo, y en una muestra más de esa formidable capacidad de adaptación que le es tan característica al sistema, aún a costa de violar algunos de sus principios rectores, encontró el camino que lo lleva a superar estas adversidades.

Pues sí, en un ejemplo de pragmatismo y de "unidad capitalista global", primero, todos los países de la Unión Europea, este fin de semana pasado, decidieron adoptar el plan de rescate impulsado por Gordon Brown (Primer Ministro Británico) y disponer un blindaje de más de un billón de euros (más del doble de lo dispuesto por Estados Unidos) para que el Estado capitalice e intervenga en la banca europea, al tiempo que se garantizan todos los depósitos de los ahorristas.

Obviamente, de inmediato, Estados Unidos, ante el fracaso del plan Paulson, ni lerdo ni perezoso, decidió imitar a sus pares europeos y también salió a capitalizar bancos.

La respuesta al alza de los mercados en todo el Mundo ha sido inmediata.

Este es un claro ejemplo de cómo funciona el modelo: si para salvar al sistema hay que sacrificar los principios básicos del capitalismo y darle participación al Estado, y nada menos que estatizando buena parte de la banca de los países centrales, se hace y todos contentos. Lógicamente, no somos ingenuos y bien sabemos que esto no va a ser por mucho tiempo, ya que apenas se calmen las aguas, va a comenzar "la fiesta" de nuevo.

 Si los reyes de la desregulación y de la iniciativa privada deben hacer intervenir al Estado y regular para reflotar a este barco que cada día que pasaba se escoraba un poco más, simplemente borran con el codo lo que siempre escribieron con la mano y Santas Pascuas. 

 Y si rescatar al capitalismo, para empezar, cuesta más de dos billones de dólares, simplemente lo sacan de los bolsillos de los contribuyentes con nuevos impuestos, y ellos pueden volver a dormir en paz.

 Ya nadie lo duda: otra vez más, el capitalismo, nos está dando  menuda lección de pragmatismo y de adaptabilidad.

Ni una gota de sudor

Ahora bien. Esto tampoco significa que nos estemos situando en el otro extremo del problema y que sostengamos que aquí no ha pasado nada.

 Obviamente que no es así. Y lo sabemos muy bien porque esta crisis está resumiendo "todo lo mejor" del capitalismo salvaje. Capitalismo salvaje que ha venido moldeando los últimos veinte años de este Mundo unipolar y globalizado que a gritos está pidiendo cambios.

Las consecuencias de todo esto, que todavía no se han empezado a manifestar en toda su magnitud, ya las conocemos de memoria: recesión y desempleo en los países centrales, y baja de los precios de las materias primas que exportan los países subdesarrollados, (por ende ajustes fiscales en puerta para los países más pobres, y mayor endeudamiento externo de los mismos).

Ni más ni menos que la aplicación de las viejas recetas para sanear al sistema: en lo interno de cada país central los mayores costos recaerán sobre las espaldas de los trabajadores y de los más pobres que, en definitiva, son los que más pagan impuestos en relación a sus ingresos, y además, los primeros a los que se les recorta los beneficios que podían recibir del Estado (educación, salud, previsión social, etc.).

Y a nivel global, otro tanto: los países más pobres verán caer el valor de sus exportaciones por la marcada baja en los precios internacionales de las materias primas (esos mismos precios internacionales que se inflan o desinflan "a piacere", especulación mediante, en los mercados a futuro de Chicago, Nueva York o Londres, y que ya están bajando en forma estrepitosa sus cotizaciones para nuestra desgracia).

Países subdesarrollados que, además,  deberán soportar una mayor expoliación de sus riquezas a través de las transnacionales y de la inversión extranjera rapaz, cada vez más ávida de recursos primarios que brinden rápidas utilidades que llevar para el Norte, que necesita de nuestra colaboración, ya que pasa por un mal momento.

Países del Tercer Mundo que, nuevamente padecerán en carne propia que los términos del intercambio siga cayendo en contra de sus intereses, gracias al consumismo globalizado que impone el modelo y que asegura que por cada chiche nuevo que se deba importar del Norte, el Sur entregue más bolsas de trigo, más  toneladas de carne o más toneladas de cobre. Así es como nosotros también terminaremos pagando esta crisis.  

Pero no podemos pasar por alto un detalle que para nada es menor, y quizás, sea el más significativo de todos: cada dólar de los  dos billones que cuesta esta crisis, no representa ni una sola gota de sudor, son especulación pura sin freno tras un afán de lucro desmedido sin ninguna base real. Una cantidad imposible de imaginar por lo inconmensurable de la cifra, y que se ha "perdido" en los bolsillos de la especulación y del lucro sin honestidad. Bolsillos en los que no encontraremos, no un dólar, ni siquiera un solo centavo de trabajo digno y verdadero. 

Es que ese es el modo como funciona el capitalismo.

Por si teníamos alguna duda, aquí queda bien en claro cuál es la quintaesencia del modelo económico, político y social que nos rige "Urbi et Orbi", y al que se está volviendo a salvar.

Nos guste o no, es así.

Pero, en definitiva, lo que más nos duele de todo esto, y hasta el tuétano, es que la Izquierda aggiornada del presente (la que domina en Europa y la que gobierna en todo el Conosur americano), esa que se ha enquistado en este modelo, y que se ha vuelto funcional al mismo, no nos da ninguna respuesta para que esto cambie en forma radical.

Quizás que haya llegado la hora de reverdecer las viejas utopías a pesar de los escépticos, de las izquierdas de utilería y de las izquierdas desorientadas. Quizás que sea el tiempo justo de plantear los nuevos paradigmas, porque la construcción de un nuevo Mundo, no sólo es imprescindible, sino que además, es impostergable.

jomigarcia@hotmail.com



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José Miguel García González

Abogado, Magíster Scientiarum en Derecho Procesal Civil, Cristiano, Bilingüe, con baja tolerancia a la estupidez. Entrenador personal.

 miguelvillalobos9@hotmail.com      @jomigovi

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