La decisión 23

Faltan 5 días para las elecciones regionales de nuestra patria. El panorama es tenso y se nos plantean cuestiones decisivas para nosotros, para nuestra patria. Todo lo que suceda el domingo será el futuro de nuestro pueblo.

Los venezolanos tenemos la responsabilidad de votar por aquella persona que en su propuesta sea capaz de transformar la estructura de gobierno que sigue siendo el lastre de nuestro pueblo, sin duda alguna, después del 23-N tiene que consolidarse una nueva etapa democrática, con un nuevo sistema político que sea capaz de dialogar y de enfrentar con sinceridad y eficacia los problemas de nuestro país.

Los nuevos gobernadores y alcaldes tienen que excitar la prosperidad nacional por las dos más grandes palancas de la industria: el trabajo y el saber. Estimulando estos dos poderosos resortes de la sociedad, se alcanza lo más difícil entre los hombres, hacerlos honrados y felices, como decía Bolívar, nuestro Padre Libertador.

Dice el escritor brasileño Paulo Coelho: “a veces vivimos atrapados por la falacia de las utopías: la utopía marxista pretendía cambiarlo todo cambiando las estructuras de la sociedad y acabando con el capitalismo. No lo consiguió. Otra utopía es la freudiana, que supedita la curación del alma al regreso al pasado. Y la tercera utopía es la del conservadurismo, que pretende que todo se soluciona dejando las cosas como están, inmóviles, sin cambiar nada o cambiando sólo lo justo para que todo siga igual. Ahora bien, todas estas utopías del siglo que acaba han fracasado, por lo menos en buena parte.”

No quiero debatir o reflexionar sobre socialismo y democracia. Soy de la profunda convicción que ambos términos son inmanentes. Todos los venezolanos debemos entender el rol crucial que tiene nuestra historia, ese empuje que ella nos ha dado para superar todos nuestros males, para vencer los vicios, para consolidar una gran nación. He ahí que a la hora de ejercer el voto debemos escuchar nuestra conciencia. Estamos cerca de la transformación, nunca antes la historia nos había favorecido tanto desde la gesta libertadora de Bolívar, pero también, nunca antes nos ha amenazado tanto peligro.

Hoy todos tenemos que entender el sentido único de la libertad, superar la barrera que nos divide y ejercer el más grande de nuestros derechos: la autodeterminación. Elegir lo que queremos, para bien o para mal. Nuestra decisión no compromete nuestro presente, compromete sí el futuro de nuestros hijos y de nuestros nietos. Nuestra decisión no puede ser pasiva ni puede ser zarandeada por pasiones proselitistas, tenemos que asumir el rol protagónico que se nos está dando. Mañana el destino tocará la conciencia de cada uno cuando vea que fuimos incapaces de asumir lo que debimos asumir, incapaces cuando lo que es nuestro intentó ser arrebatado y, peor aún, cuando no fuimos valientes para enfrentar la historia y transformar su necio curso.  Cada generación está en el deber de ganar su propio derecho a la libertad. Cada generación está en el deber de renovar el esfuerzo que los mayores realizaron por la grandeza de la Patria.

Y como una vez dijo Luther King: tendremos que arrepentirnos en esta generación, no tanto de las malas acciones de la gente perversa, sino del pasmoso silencio de la gente buena. Ojala este el caso de los venezolanos el próximo domingo.

Quienes vamos a optar por la revolución, tenemos la obligación de replantearnos su significado. No podemos seguir despertando los atavismos de violencia del pasado. Debemos impedir la estratificación de las sociedad, todos somos un solo pueblo, si no comprendemos ni practicamos estos principios no vamos a conseguir la transformación que nuestra sociedad anhela. Revolución viene a ser, realmente, en el Tercer Milenio una lucha abierta y decidida para erradicar de nuestros países el hambre, la pobreza, la injusticia y la violencia. Revolución es más una actitud moral que un proceso político, es promocionar el respeto a la dignidad del ser humano y a sus auténticos derechos fundamentales. Creo que es urgente superar los prejuicios pasados, hay que corregir la percepción, a menudo distorsionada, del término «revolución».

En pleno Tercer Milenio es urgente prevenir los pasos agigantados que está dando la humanidad en aras de su propia destrucción, física y moral. Entonces, revolución también es una tarea necesaria que no podemos ignorar; revolución es sinónimo de cambio y de nuevos horizontes. Revolución es un proceso de cambio sincero y sostenido contra la injusticia social, todavía son muy pocos los que concentran la riqueza y son muchos los que aún son oprimidos por la desigualdad. Revolución es una lucha moral contra el drama del hambre que azota regiones enteras del planeta, es una constante promoción de la solidaridad honesta.

La revolución necesaria es una opción que este tiempo, tenso y decisivo, nos da a los seres humanos. Nos urge rescatar los valores morales que han sostenido la vida del hombre desde tiempos remotos, hay que garantizarle a las nuevas generaciones una sociedad que se pueda identificar consigo misma, donde prevalezca la diversidad cultural, la libertad de culto y sobre todo, donde el hombre sepa quién es y hacia dónde va. Tenemos la responsabilidad de todas las generaciones futuras en nuestras manos, no podemos permitir la simpleza de las nuevas culturas de vida, marcadas por el relativismo moral y el consumismo salvaje, un consumismo que no se limita a los bienes producidos por el mismo hombre sino por los recursos elementales de la naturaleza. Hay que evitar que los nuevos valores penetren en las conciencias de los seres humanos y los convierta en elementos pasivos de su propia historia.

Para que una revolución sea eficaz habrá que alimentarnos del pensamiento bolivariano, no como una doctrina exclusiva de una corriente política de izquierda o de derecha, lo bolivariano sigue siendo la concepción de una democracia ajustada a nuestra realidad histórica y social, de una centralización de los recursos y de las acciones para alcanzar los fines fundamentales de la asociación, de una moral de servicio público al cual deben atender todos los esfuerzos y los recursos. Para nadie que conozca, aunque sea superficialmente, su pensamiento y su lucha puede ser difícil imaginar lo que el Libertador haría o diría antes de las cuestiones que se plantean en nuestro presente. Podemos imaginar muy bien lo que defendería y lo que combatiría. De hecho lo ha estado haciendo hora por hora a lo largo de nuestra evolución nacional y no podemos dudar, ni un momento, de lo que pensaría de muchas de nuestras cosas, no a la luz añeja de ideas y conceptos de otra época, sino en la vigencia permanente de una moral pública irreprochable, de una finalidad de hacer nación para el bien con justicia y de hacer de todos los ciudadanos, no sólo por el derecho otorgado, sino por el esfuerzo contribuido al progreso común.

Por eso soy de los venezolanos que «creemos en el progreso, en la marcha aunque lenta, a una mejora de condición. La ilustración de las masas conjurará las tormentas políticas; la suavidad de las costumbres impedirá los furores de las conmociones populares; la equidad y la justicia en las leyes y en la administración impedirán que renazcan los odios de las clases; las resistencias morales conducirán pro la senda legítima la tendencia democrática; y entonces no habrá que temer las revoluciones; las habrá porque son necesarias a la marcha del entendimiento y al crecimiento de las naciones; pero no serán violentas, no destruirán la obra de la paz ni el fruto de muchas generaciones , sino que conservarán la fuerza vital y el espíritu de reforma, condiciones necesarias a la vida de los pueblos»

Tenemos muchas opciones frente a nosotros, algunas podrían retrogradarnos a lo peor de nuestro pasado, otras amenazan con abolir la dignidad de la persona humana; existe también la opción de revolucionar nuestro sistema de vida, construyendo un piso sólido a las nuevas generaciones, sin que los nuevos valores nos amenacen. Venezuela ha sido construida por el sacrifico de hombres excepcionales que, pese a sus errores, consiguieron pagar el precio de nuestra libertad, este sacrificio marcado por el inigualable pensamiento bolivariano nos aúpa hoy a deshacernos de las profundas divisiones que existen, de la desigualdad que los partidos han creado, a erradicar la violencia en todas sus expresiones y sobre todo, a superar el atraso, la dependencia, la ignorancia, la injusticia y la retaliación política.

El próximo 23 de noviembre todos tenemos una responsabilidad ante la patria, ante la historia, ante el futuro de las generaciones venideras. Pasado el domingo nada ni nadie podrá escapar del juicio temerario que se nos dictará por haber dejado pasar nuestra oportunidad. En el acto del sufragio, nuestro más sagrado derecho, tenemos que apartar los egoísmos y las cobardías. Venezuela espera que, al igual que en todas nuestra historia, esta generación sea capaz de hacer aquí y ahora un cambio.

Hoy más que nunca, por ayer, por ahora y por siempre es necesario ejercer nuestra ciudadanía, con responsabilidad, respeto y conciencia. Que nadie mañana se exculpe. Que nadie mañana llore. Que mañana nuestros hijos, nuestros nietos y los hijos de nuestros nietos sientan orgullo de que sus padres si fuimos capaces de darle a nuestra historia el sentido pleno y justo que tanto se ha buscado.

reyesomar@hotmail.com



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