Reflexiones sobre la democracia y la reelección contínua

La democracia supone que el poder decisorio debe recaer en el detentador de la soberanía, es decir debe ser el pueblo el que tome las decisiones trascendentales.

¿Qué ocurre cuando se prohibe la reelección del Presidente de la República?

En primer lugar se le está prohibiendo a esa persona que ofrezca su nombre para ocupar dicho cargo. De otra parte, se está limitando ese poder decisorio del pueblo, ya que no se le permite votar por ese candidato aun cuando fuera de su predilección. En otras palabras por vía de una norma constitucional se está atentando contra el concepto básico y definitorio de la democracia que es precisamente la voluntad popular como suprema para escoger el rumbo del país.

En el fondo, cuando se limita el poder de decisión del soberano, ¿no se está desconfiando de su capacidad de decisión?, ¿no hay un miedo al ciudadano? Con esta propuesta no se está planteando la eternización de un gobernante sin que se le consulte al pueblo, no se está planteando como si ocurre en la Monarquías todavía existentes en el mundo, una Jefatura de Estado vitalicia y hereditaria, lo que se propone es que el Presidente puede presentarse a la reelección sin limitación. Será el pueblo el que decida si lo reelige o no.

En líneas generales esto no debiera ser tan preocupante, porque si vamos a las probabilidades, son muy pocos los gobernantes que resisten un período constitucional sin ver mermado su apoyo popular al punto de no poder reelegirse. Son muy excepcionales los que se mantienen e incluso aumentan ese apoyo. Y ¿si fuere ese el caso? ¿Es contrario a la democracia que el gobernante que conserva su credibilidad ante su pueblo merezca volver a ocupar la presidencia las veces que el pueblo manifieste su aprobación? Más bien aquel gobernante que garantiza la gobernabilidad debido a la confianza que le deposita su electorado constituye un aval importante. Su legitimidad dependerá de la concordancia entre las promesas ofrecidas y la satisfacción de demandas sociales. Si cumple con el pueblo es lógico que se le de ese voto de confianza. ¿Por qué hay que cambiarlo? En países como los nuestros que han sufrido un grave deterioro de la confianza en su liderazgo político, cuestión que se demuestra en los bajos niveles de popularidad de la otrora élite política dominante, es importante como un ingrediente positivo para restablecer esa confianza, que surja un liderazgo capaz de mantenerse en el tiempo gozando de amplio apoyo popular.

Para darle solidez a nuestros argumentos es conveniente contrastar con los métodos de selección de candidatos en el contexto de la democracia puntofijista, y evaluarlos en función de su mayor o menor democracia.

¿Cómo se seleccionaban los candidatos a la Presidencia de la República en ese contexto?

En el marco de una democracia representativa de partidos la escogencia de los candidatos era competencia exclusiva de una cúpula que no consultaba ni a la base social de esos partidos. En esa deformación de democracia, donde el Estado de Partidos se separaba profundamente de la sociedad, las organizaciones políticas se convertían en el eje y epicentro de todo el proceso político. Esto es tan evidente que conservar el poder cupular en el seno de los partidos, era más importante que llegar a la misma Presidencia. En algunos casos, si para conservar el control partidista era necesario sacrificar la propia presidencia de la República, así lo hicieron. Un ejemplo de ello fue lo ocurrido en 1968, cuando Acción Democrática perdió las elecciones con COPEI, por cuanto la cúpula adeca prefirió a Gonzalo Barrios, que a Luis Beltrán Prieto Figueroa, candidato progresista que hubiera afectado seriamente la estructura de poder al interior de la organización partidista. Prieto garantizaba un amplio respaldo popular y un triunfo electoral aplastante, pero más pudo la ambición por conservar el control del partido por parte de la jerarquía partidista.

En realidad en el contexto de una democracia de partidos la preeminencia del Partido sobre la sociedad, permitía crear la apariencia de que había una alternabilidad en las personas que eran seleccionadas como candidatos a la Presidencia, pero una permanencia inalterable de los que conformaban el cogollo del Partido. Precisamente porque el verdadero poder decisorio, que era lo que más preocupaba a la élite política, residía en ese cogollo. La influencia decisiva en los nombramientos de los cargos más resaltantes a nivel gubernamental, estaba en esa cúpula sagrada.

Al producirse la ruptura del modelo de democracia representativa de partidos, al romper esa estructura, las decisiones dejan de subordinarse a esos conciliábulos entre los partidos dominantes, para establecer lazos más directos con la sociedad. Tanto el Estado, como los partidos políticos sólo tienen significación si se constituyen como instrumentos eficaces para el desarrollo de la participación ciudadana. No pueden desarrollarse a espaldas del clamor popular, deben justificar su existencia promoviendo el bienestar y la justicia social.

Así pues la aparente y formal alternabilidad de personas en el cargo presidencial, ocultaba la continuidad inalterable del cogollo partidista, fuente fundamental del poder político en esa democracia partidocrática y cogollocrática.

Hoy en el esquema actual, el liderazgo político sólo puede desarrollarse si se mantiene una constante y permanente vinculación con el latir del pueblo, y eso sólo se consigue respondiendo cabalmente a sus demandas por tanto tiempo insatisfechas. El líder no surge en el seno de partidos cerrados al bullir de la calle, y luego impuestos por el cogollo, sin tomar en consideración ni siquiera a las bases sociales de esas organizaciones. El líder surge por su relación directa con la sociedad en la búsqueda permanente del bienestar y de la justicia social. En este sentido, si hay líderes capaces de mantenerse en ese pedestal sólo construido por el apoyo popular, no puede haber límites abstractos y formales para negarle al pueblo su derecho absoluto a escoger el candidato de su preferencia.

Por otro lado, en el esquema constitucional en el cual se incluyen referendos revocatorios, siempre habrá oportunidades para evaluar hasta la saciedad el desempeño del funcionario que ocupe la máxima magistratura del Poder Ejecutivo nacional. En otras palabras la alternabilidad está más que garantizada pero respetando el poder decisorio del pueblo.

*Profesor de la Universidad de Carabobo. Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas.

Email: mfeolac@yahoo.com.

Este artículo fue publicado originalmente en agosto de 2007.


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Manuel Feo La Cruz*


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