Referendo con implicancias extremas para el futuro del país

Otra vez la opción entre institucionalidad o violencia

Otra vez la opción entre institucionalidad o violencia Referendo con implicancias extremas para el futuro del país Luis Bilbao Símbolo: la réplica pública, del general Jesús González González a un intento de penetración golpista en las fuerzas armadas, quince días antes del referendo, prueba la fortaleza ideológica del alto mando militar en momentos en que Venezuela se apronta a medir la posibilidad de dar un nuevo y presumiblemente decisivo paso adelante en la revolución, por medios institucionales y democráticos.

La detección de una conspiración montada en Puerto Rico por conspicuos opositores y funcionarios del Departamento de Estado mostró la eficiencia del Gobierno en ese terreno y paralizó los reflejos de los golpistas. También fallaron los intentos de lanzar a grupos estudiantiles a la guarimba. El despliegue del Psuv como fuerza política actuante es la novedad más notoria en esta campaña electoral. Otra vez conspiraciones de opositores comandados por la CIA, ensayos violentos de grupos estudiantiles, operaciones terroristas de grupos paramilitares, campaña de rumores, maniobras de desabastecimiento y pruebas de seducción al generalato, anteceden a un acto comicial.

Como ocurrió antes de cada elección en los últimos años, la oposición comprende la significación estratégica de una nueva derrota electoral y apela otra vez a la violencia. Como antes, pero más. Todas las encuestas adelantan una victoria del Sí para el referendo del 15 de febrero, por el cual se pondrá a votación ciudadana la enmienda que remueva los impedimentos para la reelección en los cargos de presidente, diputados, gobernadores y alcaldes. Siempre dirigida y financiada por el gobierno estadounidense, la oposición necesita impedir la transición pacífica hacia el socialismo. Por la misma razón, las diferentes fuerzas comprometidas con esa estrategia encarnada en Hugo Chávez necesitan impedir un estallido de violencia. ésa es la verdadera alternativa en juego el 15 de febrero.

A diferencia del fugazmente exitoso golpe de 2002, pero también de los escarceos subversivos reiterados antes de cada elección, esta vez sin embargo el gobierno del presidente Hugo Chávez ha mostrado una capacidad cualitativamente superior para defender el cuerpo institucional y abortar a tiempo operaciones inequívocamente apuntadas a desatar la violencia generalizada. Esa diferencia fundamental está a la vista en el accionar político del Partido Socialista Unido de Venezuela y en la eficiencia de los organismos de seguridad del Estado. Hubo incluso un rasgo de humor en el contragolpe a los conjurados: la conspiración fue expuesta cuando los participantes –entre ellos Alberto Federico Ravell, director del canal ultraopositor Globovisión– llegaron en un vuelo privado al aeropuerto de Maiquetía: un joven periodista, en tono de broma, los encaró con preguntas respecto del hotel donde habían estado, con datos precisos sobre participantes, horarios y actividades, que desconcertaron e hicieron perder el equilibrio a los intrigantes. Pocas municiones más devastadoras que el ridículo.

El video, mostrando su perplejidad no exenta de miedo ante la evidencia de que ya no son los dueños impunes de la política venezolana, operó como una campaña electoral en sí mismo. Simultáneamente el Gobierno y el Psuv enfrentaban con inusual eficiencia política y comunicacional a pequeños grupos estudiantiles que, seguramente llevados por erróneos cálculos de los dirigentes de Acción Democrática, Copei, Primero Justicia, Un Nuevo Tiempo y otros partidos de oposición, anunciaron su propósito de “incendiar el país y sus ciudades”. Un puñado de jóvenes comenzó el plan con incendios en el cerro El ávila. Pero el intento se les volvió en contra.

En pocos días el pretendido movimiento estudiantil –prefabricado a fuerza de dólares y directivas impartidas en cursos para jóvenes pseudo dirigentes en Miami– fue expuesto en sus intenciones y su debilidad ante la opinión pública nacional. Sólo les quedó la confusión internacional, provocada por la manipulación informativa de grandes cadenas periodísticas que llevaron al exterior la falsa idea de una verdadera insurrección juvenil. Paramilitares colombianos y cómplices locales Coincidentemente, en El Vigía, Estado Mérida, el 29 de enero fue desbaratado un grupo paramilitar perteneciente a las denominadas Autodefensas Unidas de Colombia (AUC). La banda estaba integrada por cuatro ciudadanos colombianos, que confesaron pertenecer al Bloque águilas Negras que opera en la frontera con Venezuela.

Efectivos del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (Cicpc), incautaron armamento de guerra compuesto por granadas, explosivos, municiones de todo tipo, fusiles y equipo de campamento, así como mapas donde se establecía la ubicación de fincas y nombres de los propietarios, quienes podrían ser potenciales víctimas de secuestro y extorsión. “Esto ha sido otro golpe importante al narcoparamilitarismo”, dijo el ministro El Aissami, acotando que se está investigando la posible relación entre esta banda paramilitar colombiana y los crímenes cometidos en Venezuela, como por ejemplo el reciente caso donde están involucrados policías que fueron detenidos en El Vigía, acusados de masacrar a ocho jóvenes. Pocos días antes se habían incautado armas, granadas y dos kilos de explosivos C4 en la ciudad de Maracay, 80 kilómetros al oeste de Caracas.

La muchas veces denunciada penetración en Venezuela de paramilitares colombianos, que junto con maleantes locales contratados por la oposición expanden sus acciones delictivas, trafican con drogas y alimentan la inseguridad en la sociedad, al parecer ha comenzado a ser combatida en los hechos. Por si faltara algo, un reconocido consultor que realiza encuestas para los partidos de oposición, Luis Vicente León, se plantó en un programa de Globovisión para explicar que, muy lamentablemente, el Sí había revertido la tendencia y, después de estar ocho puntos por debajo del No, aventajaba ahora por el 51,5% a la oposición.

En realidad se trata de una maniobra obligada para quienes, al servicio de campañas opositoras con mentiras sistemáticas, días antes de la elección deben ajustar sus reportes para salvar la cara ante el veredicto de las urnas. Como sea, el hecho es que semejante revelación fue llover sobre mojado para las desmoralizadas huestes de las dirigencias tradicionales, que a partir de entonces han tenido que centrar su discurso en la necesidad de que sus adherentes concurran a votar. En esas circunstancias, cerebros ocultos apelaron al ex general Raúl Baduel, convertido en furibundo golpista, para producir un hecho político. Mientras daba un discurso en un recinto estudiantil, explotó una granada de gas lacrimógeno y se produjo el consiguiente tumulto.

A la vez, su camioneta estacionada fuera y sin nadie dentro era baleada. Por supuesto el ex militar que juraba su compromiso con el socialismo del siglo XXI denunció represión e intentos de asesinato que, por supuesto, no amilanarían su coraje. Fue el propio Chávez quien respondió: en uno de los muchos discursos con los que organiza a sus partidarios, explicó que tenía informes precisos de inteligencia respecto de ese incidente. Sin nombrarlo describió a un dirigente opositor transfugado de las filas chavistas el año pasado (presumiblemente Ismael García, quien desde hace meses dirige un programa en Globovisión, pese a sus escasas condiciones para ése y otros menesteres) y dijo tener pruebas de que alguien de su grupo político había lanzado la granada, ridiculizando además el hecho de que se baleara un carro vacío.

Pero el hecho más resonante, por sus implicancias en diferentes planos, fue la rueda de prensa en la que el general Jesús González González, acompañado por el vicepresidente Ramón Carrizales y el alto mando militar, denunció un editorial redactado por el inefable Teodoro Petkoff, en el cual el ex ministro neoliberal de Rafael Caldera, ex guerrillero y ex comunista, intentaba seducir públicamente al comandante estratégico de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana para que pasara a las filas de la oposición o por lo menos se dejara neutralizar. En una pieza política que presumiblemente será estudiada por los militares de todo el continente, González González denunció pasado y presente de Petkoff, explicó el papel que cumple como titular del Plan República encargado de custodiar el acto electoral y expuso con elocuencia inusual en tales cargos su compromiso con la Revolución Bolivariana, con la transición al socialismo y con el comandante Hugo Chávez.

No faltaba más para aislar, desmoralizar y aumentar la fragmentación de las filas opositoras. Campaña electoral y contenido político En ese cuadro general, Chávez asumió más que nunca su condición de presidente del Psuv. En maratónicas reuniones con miles de activistas, a lo largo y ancho de Venezuela, desplegó un esfuerzo singular por poner en marcha una campaña electoral en la cual la explicación detallada y profunda de las causas por las cuales es necesario votar por el Sí reemplace la simple repetición de consignas. Mucho más que en elecciones anteriores, ésta se parece a la vez a una escuela de cuadros y una propaganda medular del proyecto revolucionario.

Además de las reuniones multitudinarias donde explica como maestro de escuela, hace preguntas, toma exámenes orales y escritos, el Presidente inauguró otro recurso: tres notas periodísticas por semana, que se publican en 28 periódicos, por lo general de menor circulación, en todo el país. A través de ellas realiza lo que tradicionalmente han buscado dirigencias de izquierdas con sus periódicos: educar, organizar y dirigir a sus partidarios. En los meses venideros podrá medirse con mayor precisión el saldo de este cambio en la metodología política y su proyección en una genuina participación masiva con conciencia e ideas claras. Mientras tanto, el despliegue de miles de militantes para ir casa por casa a explicar el sentido del Sí y contrarrestar la muy científicamente elaborada campaña de rumores, indica un cambio significativo en el accionar político, encarnado en un Psuv movilizado.

En 2007, cuando la propuesta de reforma constitucional fue derrotada por una abstención de un millón y medio de votantes que un año antes habían reelegido a Chávez con su propuesta de marchar al socialismo, rumores tales como que se quitaría la patria potestad, se expropiarían pequeños comercios y talleres, no se permitiría poner a los hijos otros nombres que los indicados en un listado de 60 elegidos por Chávez, cumplieron con el objetivo de confundir, atemorizar y desmovilizar. Ahora los “patrulleros” (nombre dado a la militancia del Psuv en campaña electoral) cuadriculan su área de intervención y van casa por casa a rebatir esos infundios y explicar los propósitos de la revolución. Institucionalidad o violencia La paradoja constantemente renovada de una revolución pacífica vuelve así a plantearse en extrema tensión.

Es obvio que si queda institucionalizada la posibilidad de que en 2013, al terminar su mandato, Chávez pueda ser nuevamente candidato, la oposición no tiene la menor chance de disputar el gobierno. También es claro que en ese caso, la unidad del Psuv y del conjunto social que apoya la revolución no estarán en peligro. Lo contrario ocurriría si fuera necesario elegir un sucesor de Chávez. El previsible resultado electoral del 15 de febrero exacerba por eso los pujos violentos de la oposición. Con trabas circunstanciales por la necesidad de cuidar la imagen pública de Barack Hussein Obama, el Departamento de Estado no puede actuar con el descaro con que lo hiciera su antecesor. No obstante, la presión es tal, es tanto lo que se juega en términos estratégicos, que el nuevo ocupante de la Casa Blanca ha repetido sin modulaciones el cántico de la administración anterior acusando a Chávez de impedir el progreso de América Latina (!!), de estar involucrado con el terrorismo mundial y de apoyar a las Farc y el narcotráfico.

Si el grueso de los votantes opositores vislumbrara su propio futuro en caso de que la perspectiva institucional fuera trocada por la violencia, seguramente acudiría a votar por el Sí. Nadie que tome en cuenta la realidad mundial de estos días, la coyuntura latinoamericana y el punto en el que se halla la ebullición social en Venezuela, desconocerá que si la oposición logra oponer el curso institucional con el curso de la revolución, sencillamente caerán las instituciones de la Quinta República. Es improbable que el votante medio de la oposición tenga clara conciencia de eso. Por el contrario, es presumible que, inconscientemente, una buena parte de ellos opte por la pasividad y le reste apoyo a la oposición. Numerosos indicios muestran que los dirigentes tradicionales han comprendido esa dinámica, lo cual multiplica su necesidad de apelar a la violencia antes, durante o inmediatamente después del referendo. La paz tiene así una nueva y difícil prueba el 15 de febrero en Venezuela. De lo que resulte depende en gran medida el futuro de América Latina.


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Luis Bilbao

Escritor. Director de la revista América XXI

 luisbilbao@fibertel.com.ar      @BilbaoL

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