En una sociedad como la nuestra cuya riqueza fundamental proviene de la renta petrolera, lo que hace la burguesía parasitaria desde su perspectiva de la racionalidad económica no es producir riqueza, sino tratar de apropiársela por cualquiera de los mecanismos de distribucción que aparezcan como posible. Pero estas dudas surgen por la determinación que la lógica perversa introduce en el comportamiento burgués y que está dominado por la competencia por la renta.
En la actividad económica la meta de la producción se somete a la competencia por la renta, puede que se realicen actividades productivas, pero éstas no tienen muchas veces como finalidad central ganancia basada en la producción misma, sino en la captación de la renta. Las políticas sociales se orientan a una exigencia de equidad distribucionista; pero no sobre la riqueza creada en las actividades económicas regulares, sino en el ingreso del Estado proveniente del petróleo, es decir de la renta que debe ser apropiada.
Esta dinámica de la competencia crea un tipo de conducta entre las clases que pudiera caracterizarse por tres rasgos fundamentales: la no relación esfuerzo-logro, la pasividad y el consumismo. En un país exportador de petróleo no es fácil para el pueblo entender la relación existente entre el trabajo realizado por algunos y la riqueza que se obtiene, entre el trabajo de ese uno por ciento de la población económicamente activa y el disfrute que cerca del 90% de las divisas que de allí se derivan tenemos –muy desigualmente– el resto de los venezolanos. Pareciera que la riqueza tiene nada o poco que ver con el trabajo-riqueza ocurre también en otras sociedades subdesarrolladas y en las economías de subsistencia de Venezuela misma: el pueblo trabaja, se esfuerza y jamás obtiene el logro buscado. Pero lo singular aquí es que la inserción de la renta petrolera en la población produce el mismo efecto aunque en dirección contraria, es decir, una sensación de logro social, de beneficio y bienestar sin que exista el esfuerzo correspondiente.
En este dilema de siempre y estas circunstancias el factor tiempo nunca ha sido bien manejado. Las metas han sido formuladas hacia períodos muy disímiles. Por una parte las metas económicas se plantean en el mediano plazo; en cambio las metas sociales se entienden como inmediatas. Esta diferencia en el tiempo es la fuente de muchas tensiones, así como de una marcada inconsistencia en las políticas. El deseo de resultados rápidos siempre ha estado presente en nuestra inmediatez. Se aspira a que el desarrollo pueda lograrse prontamente, y al no ver que se obtiene se entra en desespero y se cambian las políticas; a veces con la urgencia de la persona sensible que ve las necesidades del pueblo; otras, por simple impaciencia frente al camino largo, tortuoso y lento que implica el desarrollo social.
Por supuesto que la burguesía parasitaria, aprovechadora y corrupta ha medrado y enriquecido a la sombra de la renta petrolera, ha contribuido a hacer peor la seguridad social y la estabilidad política del pueblo y deben ser castigados. Es que el rumbo es de suyo torcido por la lógica implacable de la renta petrolera. Y de lo que se trata es de crear una voluntad colectiva para intentar enderezarlo.
De la capacidad o no del Gobierno Bolivariano para superar esta crisis y lograr en paz el equilibrio nacional depende la solución de los grandes interrogantes que el país tiene planteados. Hacer con una economía rentista un pueblo no-rentista es lo más difícil de todo.
¡Gringos Go Home! ¡Libertad para los cuatro antiterrorista cubanos héroes de la Humanidad!
¡Chávez Vive, la Lucha sigue!
¡Independencia y Patria socialista!
¡Viviremos y Venceremos!