¿Quién devalúa y por qué?

¿Sabemos de lo que estamos hablando? Probablemente no, porque la ciencia económica (algunos dicen que no es ciencia1), más allá de la complejidad estructural, que la tiene, es un campo de batalla política o, cuando menos, un sofisticado tablero para juegos de estrategia entre agentes opuestos. En esas circuntancias, es poco probable que todos los agentes declaren sus intenciones y, mucho menos, expliquen sus estrategias.

Un gobierno democráticamente electo (y cuyos líderes deberán someterse nuevamente a la evaluación electoral) tiene que declarar sus intenciones. Esos políticos tienen un más limitado juego, pues sólo pueden medio ocultar, sus estrategías. Para ponerlo todavía más difícil, los políticos que no claudican ante alguno de los intereses económicos contra los que estarían jugando, actúan en representación de todos y todas cada vez que declaran y cada declaración es una guía de acción para toda una sociedad. ¿De qué sirve una guía que no sea tan clara como sea posible?.

“Devaluación”2 se ha convertido es sinónimo de desconfianza para muchos no versados en economía (vale decir, para el gran público). Pero los economistas explican que reducir el valor nominal de la moneda, normalmente decisión del gobierno del país en cuestión, no implica que el país pasa a “valer menos” y, por el contrario, puede ser una forma de fortalecer la economía3. De hecho, cuando esa reducción ocurre en un mercado cambiario “libre”4, le llaman por otro nombre (depreciación) y se convierte en un hecho natural. Todo esto es, desde luego, parte de la conceptualización ortodoxa neoliberal intentando disfrazarse de ciencia “neutral” (revaluando por redundancia).

El Gobierno Socialista de la República Bolivariana de Venezuela, recién comenzando el 2014, acaba de modificar el sistema, legal y operativo, de control cambiario de la moneda nacional: el bolívar, convirtiéndolo en un sistema con dos formas de acceso: 1) Conversión regulada a 6:30 bs por dólar EEUU, como estuvo desde el 2013, pero de ahora en adelante aplicable sólo a transacciones en la llamada economía productiva nacional. Y 2) Conversión a una tasa flotante para el resto de la economía, que se definirá por medio un mecanismo de subastas públicas, llamado sistema complementario de administración de divisas, SICAD, que el gobierno ha venido ensayando con los agentes económicos desde el año 2013 para ofertar divisas a quienes no quieran o no puedan justificar su transacción como economía productiva nacional. En esos ensayos, que fueron transacciones reales en las que pudo participar todo el país, la tasa promedió alrededor de 12 bs por dólar EEUU.

Venezuela no es el único país del planeta con control cambiario5. De hecho, dos de sus vecinos y grandes socios en Mercosur: Argentina6 y Brasil7, tienen formas de control cambiario (la dinámica nominal argentina es muy similar a la venezolana). No hay sorpresas por este lado.

Sorpresa ha sido la decisión del gobierno de indexar o indizar los cupos asignados a cada ciudadano para adquirir divisas para viajar (hasta 3000 dólares EEUU) y para compras por Internet (300 dólares EEUU) a esa tasa flotante SICAD.

Pero lo que parece constituir un escándalo nacional es la eventual devaluación que implica el nuevo sistema. Ha habido gritos de reclamo de tirios y troyanos, particularmente recordando que durante la reciente presentación de su memoria y cuenta el Presidente Nicolás Maduro declaró expresamente que el Bolívar seguiría a una tasa de 6.30 durante todo el 2014 y más.

¿Es esto una devaluación? ¿Devaluó Maduro?

Son preguntas diferentes. Respuesta a la primera: Es lo más probable. Esa tasa SICAD en cerca de 12 bs el año pasado es una referencia.

Pero el gobierno de Maduro no fija esa tasa. Esa tasa se fija en una puja entre agentes económicos que libremente, es decir, por sus propias razones, deciden que no pueden conseguir los dólares que necesitan por otra vía. Son ellos los que decidirán si vale la pena pagar más de 6.30 por cada dólar y evitar el trámite de la otra tasa o, simplemente, para conseguir los dólares que escaseen.

El gobierno está haciendo uso de su capacidad legítima (por vía habilitante, importa recordar) para redefinir las reglas de un juego que, según su propio concepto, se ha convertido en una guerra económica. ¿Le servirán para ganarla?. No podemos estar seguros. Hay mucho que pensar al respecto. No es un tema simple.

Pero eso no significa confianza a ciegas. Tampoco que evitemos la discusión y la crítica.

Se puede decir, entre otras cosas, que el gobierno ha decidido no controlar las divisas para viajar (incluyendo la adquisición de boletos) y para compras electrónicas. ¿Por qué?. ¿Será que no quiere o que no puede?. Difícil saberlo, pero se puede decir que creen que no tienen que controlarla. Pueden hacer que “el mercado la controle”. Si uno lograr superar el impacto psicológico de esta declaración (un hijo de Hugo Chávez dejándole control político y económico al mercado. No es una implicación lógica, pero algunos socialistas así lo asumen), es posible mirar al juego que se despliega:

Si los que pujan por dólares SICAD se arriesgan a pagar más, la tasa subirá. Esto afectará a los llamados raspacupos, ese nada pequeño sector nacional dedicado a la reventa de divisas para el mercado ilegal del llamado dólar paralelo, mucho más costoso (y rentable para ellos). Los raspacupos ganarán menos.

Si los que pujan por dólares SICAD estabilizan la tasa en un monto menor, los raspacupos podrían ganar más pero se quedarían sin clientes salvo, quizás, por los pendejos que sigan aceptando la tasa de twitter o de las casas en Cúcuta como “la real”.

En ambos casos, el gobierno se libra de tener que controlar. Es decir, libera una capacidad de supervisión que ciertamente le hará falta en otros aspectos de la economía y para el nada fácil problema de la seguridad y la paz ciudadana. Se libra también, y ese es el aspecto más preocupante de esta apuesta, de la necesidad de aumentar la eficiencia del sistema de suministro de divisas a 6.30 que, excusa válida que los opositores usan para establecer la percepción de escasez de dólares. Esto puede destruir toda la estrategia del gobierno.

Es un juego en el que nos jugamos la vida de la Patria.




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