¿Ex-chavistas o ex-cadivistas?

He leído algunas de las críticas que se le han hecho al gobierno nacional con respecto a las medidas económicas anunciadas la semana pasada, especialmente en cuanto a los cupos de dólares. De las críticas que hace la oposición ya casi ni vale la pena ocuparse. Pero las que se hacen de este lado sí que importan, porque de algún modo reflejan el grado de consciencia y de madurez política.

De todos los artículo que he leído en Aporrea, el de Luigino Bracci (¿De quién es la culpa?) me parece el más interesante y coherente. Porque la crítica de Luigino señala acertadamente la incapacidad del Estado para hacer efectivos los mecanismos de control. Se supone que para eso está o estaba Cadivi, pero ha fallado estrepitosamente: no sólo dejó que el llamado dólar paralelo alcanzara hasta diez veces y más el valor del dólar regulado, sino que empresas de maletín desfalcaran alrededor de 20.000 millones de dólares a la nación, según reconoció en su momento la ex-ministra Edmée Betancourt. Sería saludable establecer las responsabilidades administrativas, políticas y hasta penales a que hubiere lugar.

El artículo de Luigino es, además, coherente con otros planteamientos que él ha venido sosteniendo con respecto a las dificultades que enfrentan muchos venezolanos y venezolanas para acceder a equipos y tecnologías acá en el país -porque no existen o porque los precios (a dólar paralelo) los hace prohibitivos-, pero que una política bien orientada hacia la pequeña y mediana industria podría hacer accesibles.

Pero hay otro tipo de críticas que, en mi opinión, sólo dejan salir el lado más pequeño-burgués de algunos. Quizás el término está ya superado; quizás significa una cosa muy distinta a lo que yo me imagino. Pero me parece tan mezquino, tan egoísta, arrecharse porque el gobierno “devaluó y nos bajó los cupos de Cadivi”. Algunos compañeros de trabajo –chavistas ellos- se me acercaron para decirme algo así como “¿Viste lo que nos hizo el gobierno con los cupos?”

Algunos, en estas mismas páginas de Aporrea, anunciaron su decisión de abandonar la revolución. Se les respeta. Es su derecho. Algunos fueron mucho más allá y acusan al gobierno de estar entregando el legado de Chávez y de dejar morir la revolución en brazos de la burguesía parasitaria criolla y de la derecha endógena.

Yo no soy experto en temas económicos, pero me parece que lo más urgente es sanear la economía nacional de esa distorsión que es el dólar paralelo, que por un lado desangra de divisas al país y por el otro alimenta la especulación y la inflación. Si una de las causas es el cadivismo, pues hay que atacar el cadivismo. No sé si las medidas tomadas eras las únicas posibles, aunque yo supongo que no. Tampoco me atrevo a decir –como el recetario neoliberal- que eran “duras pero necesarias”. Yo, como militante de la revolución, asumo que el gobierno no las tomó a la ligera y espero que tengan el efecto previsto sobre nuestra economía.

Como el compañero que escribió y dijo que tenía pensado viajar este año, yo también. Y también tengo dos muchachos pequeños. Con el dólar a ese precio y con ese cupo yo tampoco podré viajar. Pero a nadie se le está prohibiendo que viaje. Lo que el gobierno nos está diciendo es que a quien quiera viajar este año se le va a hacer un poco más duro y le va a salir un poco más caro. Pero que se están tomando las medidas para que la economía esté saludable y no se requieran restricciones.

¿Por qué en 2006 o 2007, por ejemplo, nadie se quejaba por el cupo? ¿Por qué los pasajes eran baratos o por lo menos accesibles? ¿Por qué en ese año la gente podía comprar carros y apartamentos? ¿Por qué no había escasez? ¿Por qué, a pesar de tener el mismo control de cambio, la economía era distinta? El cadivismo: el de los raspacupos, el de los empresarios de maletín y también el de los funcionarios ineficientes y corruptos.

Yo espero que la economía venezolana no sólo vuelva a esos niveles, sino que estemos incluso mejor que entonces. Quizás tome un año o dos o más podamos viajar sin tantas dificultades y sin que nos salga tan caro (es decir, que nuestros ingresos nos lo permitan). Por lo menos es mi perspectiva.

Por eso me duele leer a gente que porque su deseo de viajar o de comprar algo en el exterior se ve truncado de momento ellos deciden dejar la revolución. Yo no me creo mejor que nadie, ni moral ni políticamente, pero me pregunto si acaso eso es lo único que les importa. Como buenos burgueses o aspirantes a burgueses, lo que les duele es el bolsillo, no la consciencia. A veces pienso que son de ese tipo de gente que dicen que darían la vida por una causa, pero que al primer disparo salen corriendo. No los critico; al fin y al cabo la vida es sagrada y cada quien está incluso en el deber de preservarla.

Y por eso comparto las palabras de Luigino Bracci:

Las convicciones y los principios revolucionarios no se cambian sólo porque haya “empresarios ladrones, raspacupos vividores y funcionarios gubernamentales que, por alguna razón que prefiero no imaginar, les dio flojera averiguar quiénes cometieron ilícitos”.

angito.gomez@gmail.com



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