Gobierno polarfóbico

Una vez más la tirante relación entre el gobierno nacional y empresas Polar pasa a ser noticia de primera página en la prensa nacional, a raíz de la divulgación de un audio ilegalmente obtenido, donde se escucha al presidente de ese grupo empresarial Lorenzo Mendoza, conversar con el economista venezolano Ricardo Haussman, sobre la necesidad –desde su punto de vista- de contar con el apoyo del Fondo Monetario Internacional para cubrir el déficit de divisas que vive el país –y que persistirá en los próximos años- que se traduce en una crisis de brutales proporciones tanto en el nivel de actividad económica, como en materia de precios, con un escenario de hiperinflación que no se ha hecho explicita por la estructura de subsidios estatales, pero que se manifiesta con fuerza en las pérdidas económicas de las empresas estatales y en la disminución de la calidad y disponibilidad de los bienes y servicios producidos por esas empresas.

Sobre el audio

No me voy a referir a lo ilegal del espionaje telefónico ó su divulgación en los mazasos. Lo que si debo decir es que lo conversado entre Haussman y Mendoza es una opinión que goza de amplio consenso entre los economistas más influyentes del país: Venezuela no podrá realizar los necesarios ajustes macroeconómicos si no dispone de reservas de divisas suficientes –cuya magnitud solo puede proveerla el FMI- para honrar una previsible fuga de capitales, honrar sus compromisos de deuda externa, tanto financiera como comercial y reanudar la liquidación de divisas a la economía para realizar las importaciones corrientes que exige el mercado nacional. Vale aclarar por cierto, que no comparto esa tesis de la “inevitabilidad” de acudir al FMI aunque si comparto en buena medida, la percepción de la necesidad impostergable de un cambio de rumbo y de la adopción de una serie de medidas económicas mínimas que permitan restaurar los equilibrios mínimos necesarios para retomar una senda de crecimiento con inclusión social.

En cualquier caso, considerar el audio en cuestión como una prueba irrefutable de la diabólica conspiración imperial para derrocar el gobierno es, para decirlo delicadamente, una estupidez estrambótica. La discusión sobre si se acude o no al FMI se produce a viva voz en cuanta reunión virtual o presencial se discuta sobre cómo sacar a Venezuela del foso en el que se encuentra. No es para nada secreto, y que yo sepa, tampoco es delito considerar que con el FMI puede irnos mejor que digamos, con China.

Lo que queda claro, y por tanto preocupa…

Lo que si queda claro y por tanto, resulta preocupante, es que el gobierno, y buena parte de la militancia de izquierda en Venezuela padecen desde hace buen tiempo, de una delicada y complicada condición: la Polarfobia. Es complicado odiar a POLAR y tener que consumir a diario productos de esa empresa porque simplemente, no hay otra posibilidad. Es complicado odiar a POLAR y desear de todo corazón que nuestros seres queridos consigan un empleo en esa empresa, ya que se reconoce que es una de las pocas que paga salarios decentes en el país.

Para los POLARFÓBICOS todo lo que tenga que ver con la familia Mendoza (o cualquier otro apellido de abolengo en el país) es censurable por definición. Por supuesto que hay que entender el origen de esas fortunas y los poderes fácticos que desde siempre han gobernado este país, pero de allí a vivir viendo en POLAR un enemigo de la patria, es demasiado.

Si yo sufriera de POLARFOBIA no habría ningún problema ya que no manejo ningún poder en el país, ni siquiera en mi casa. El problema se presenta cuando quienes dirigen el país, las políticas públicas en materia económica y de alimentación, se enfrascan en una guerra en contra de la principal empresa de alimentos del país, esa que pone sobre la mesa del Venezolano, cualquier cantidad de productos que, de otra manera, tendrían que importarse ¿o es que podemos contar con hallar en los anaqueles, la harina de maíz producida por las empresas propiedad del estado?

¿Es que la división de repuestos automotrices de POLAR dejó de producir cauchos y baterías? ¿O su división de productos de higiene saboteó la producción de pañales y papel higiénico? Quizá la gerencia de materiales de construcción autosaboteó la línea de producción de cemento y cabillas. Si el problema es POLAR ¿Por qué carajos no encontramos nada, incluyendo los productos de las empresas del estado?

¿Desde cuando el gobierno no permite el ajuste del precio de la Harina PAN? ¿Qué busca el gobierno al mantener congelado el precio de un bien tan importante en la dieta del Venezolano en un entorno de inflación acelerada? ¿Por qué la militancia Chavista pisa el peine de personalizar en la figura de Lorenzo Mendoza, todos los males del país? La situación preocupa, y mucho.

Al poder de POLAR y otros monopolios privados, hay que oponer la producción de otras empresas, grandes y pequeñas, nacionales y extranjeras, públicas, cooperativas y privadas. Esa oportunidad se perdió y en el intento el país desperdició un millón de millones de dólares, aunque buena parte de ese dinero permanece a buen resguardo en el patrimonio de muchos quienes han dirigido la cruzada anti empresa privada nacional. Si ese fracaso no ese reconoce y se acepta, no se podrá avanzar por otros caminos hacia ese mismo objetivo y quien pierde, por cierto, no es Lorenzo Mendoza.

 

 



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Javier Hernández

Economista (UCV). Candidato a Msc en Gerencia.

 jhernandezucv@gmail.com      @jhernandezucv

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