Es nuestro primer domingo de año nuevo. Es tradición, en casi todo el mundo, festejar el año que inicia apostando por felicidad, salud, bienestar, prosperidad y un largo etcétera, que cada quien, de manera muy personal le añade a esa lista de "buenos deseos".
También en la tradición judeo cristiana, se celebra, en la primera semana del año nuevo, la llegada de los "Reyes Magos", unos señores, que venidos de Oriente, entregaron mirra, oro e incienso al Mesías.
Antes de que terminara el "año viejo", l@s venezolan@s hicieron también su listica; es más, iniciando diciembre, decidieron, por las razones que fueren, justificadas o no, que quieren un "cambio". Cuando indago entre algunas de mis amistades ¿cuál es ese cambio?, no hay precisiones; no obstante, todas coinciden en que quieren vivir en Paz.
Pero el asunto no está fácil, pues hay visiones confrontadas de país, al igual que hay confrontación en los modos y modelos que se pretenden para resolver los conflictos sociales y la llamada "crisis económica" o "guerra económica", (como usted prefiera llamarla).
Por un lado, el gobierno del Presidente Maduro y la dirigencia del PSUV (a veces son lo mismo), intentando comprender lo que pasó el 6D y "culpando" de ello a la guerra económica, y por otro lado, unos voceros de oposición que pretenden con la mayoría obtenida en el Parlamento, gobernar al país desde la Asamblea Nacional.
Lo cierto es que la mayoría salió a votar y decidió democráticamente que no quiere violencia. Parte de ella creyó ilusamente que sus problemas de acceso a los alimentos y bienes personales, se resolverían de manera automática al ganar "el cambio". Otra parte, le dio respaldo al gobierno, profesando una Fe (en el concepto de mi amigo Zavaleta), de que aún "hay tiempo" de rectificar.
Muchas han sido las propuestas que en materia económica se han hecho para el país. Economistas y no economistas, desde neoliberales hasta marxistas, han plasmado sus "recetas". Todos y todas creen tener la razón. Hasta la gente común y corriente como uno hace sus planteamientos al respecto.
Hay quienes hablan de "la peor crisis económica de toda la historia" de Venezuela (como que olvidaron las razones del caracazo) y hay quienes escudan la ineficiencia de la política económica en la sobreestimada "guerra económica". Y, en esos polos, una infinidad de posiciones desde moderadas a extremas, que coinciden en un mismo objetivo: tod@s queremos bienestar y paz.
Pero para ello, debemos convencer en vez de imponer, Chávez dixit, "Golpe de Timón" 20/10/2012. ¿Cómo lograr esto? El mismo presidente planteaba la necesidad de una nueva "hegemonía democrática" y ello implicaba considerar los temas mediático, comunicacional y de los argumentos. Un cambio cultural.
Pero lo mediático y comunicacional no tiene impacto sin contenido "real". Llega un momento en el que el discurso cansa. La posibilidad de anclaje está en el mundo cotidiano, el del día a día, el de la gente de carne y hueso, con sus sueños e ilusiones, pero también con sus fatigas, cansancios, desilusiones. Gente sencilla alguna, complicada otra.
Gente que sale a trabajar y pasa "roncha" para poder transportarse o la que vive angustiada por la inseguridad y entonces sufre el "miedo a vivir". Gente que tiene opinión, que es consciente (alguna no) de la realidad mundial, regional, nacional y local. Gente lúdica, "amiguera", "bonchona", gente que apostó a la Paz del país. Y eso… ¡hay que respetarlo!
Entonces cabe resaltar el tema de los argumentos. Convencer en vez de imponer. Volvemos a preguntarnos ¿cómo lograrlo? Voy a reiterar: hay por lo menos dos modelos antagónicos, pero no es por la vía de la imposición como podremos lograr la hegemonía del que consideramos justo, inclusivo y equitativo.
Requerimos hacer política, ya no en las cámaras de tv o en el twitter. Política "real", esa que dé sentido al llamado "gobierno de calle" o "parlamento comunal". Ahora bien, como decía Chávez en su golpe de timón, "¿cuántas horas le dedicamos al estudio nosotros cada día, a la lectura, a la reflexión?" ¿Qué capacidad tenemos, digo yo, para hacer eficientemente nuestro trabajo?
Indistintamente de las respuestas, de lo que sí estoy segura es que la situación exige parlamentar. Y no me refiero a 112 versus 55 parlamentarios, conversando o debatiendo (por no decir insultándose) en la AN en torno al destino del país. Requerimos parlamentar todos y todas. Sólo así podremos darle real golpe de timón a lo que queremos cambiar. Es hora, no esperemos por Reyes Magos o Mesías.