Estimados lectores, no crean que lo único que me movió para escribir este artículo fue la iracundia o, el obstinado pesimismo que siempre me arropa cada vez que se inicia un nuevo año. Quisiera a veces sentirme diferente, pero pasada las dos primeras semanas de este año me encuentro como si estuviera al comienzo del año 2017.
Al finales del 2016 escuchaba y miraba por todos los medios existentes por el cual se narran noticias, propagandas, mensajes navideños y de año nuevo el ritornelo de siempre. Al final, no ocurre nada diferente a lo acaecido en años anteriores: guerras; huracanes; inundaciones; atentados terroristas; muertes causadas por daños colaterales del imperialismo; bombardeos; epidemias; denuncias de pederastas por parte de los curas y pastores de las iglesias; abusos sexuales por parte de los potentados; feminicidios sin culpable; fosas comunes sin responsables; racismo incontrolado por parte de las autoridades policiales; desahucios de sus hogares a los ancianos y a los niños apoyados por las autoridades; amenazas de lanzamientos de bombas nucleares; mortandad por hambre de miles de seres humanos; muerte de refugiados en los mares europeos quienes buscan un lugar para vivir en paz; millones de expatriados que ansían una sinecura en Europa para vivir una vida digna; deportación de seres humanos, entre tanto de los males vividos por los habitantes del planeta Tierra.
Los venezolanos no la pasamos nada diferente en el 2017, pero pareciera que la memoria nos traiciona y las bastardías de nuestros semejantes las guardamos en un archivo. No las dejamos salir y pareciera que muchos la olvidan. Pero si se hace una compilación de lo sucedido, nada tiene que ver con aquella frase del "feliz años 2017" que los medios y todo el mundo arengó en el año viejo. Fue en el año próximo pasado cuando los militantes opositores arreciaron con sus atentados terroristas en las llamadas guarimbas, impidiendo a los vecinos de las urbanizaciones de la clase media salir y acudir de sus hogares; la sociedad se percató de los actos racistas de un grupo de opositores que convirtieron a varios ciudadanos en antorchas vivientes, tan solo por ser o parecer chavistas; los dirigentes de los partidos de oposición acudieron a EEUU y a Europa pidiendo sanciones económicas e intervención militar contra Venezuela; el presidente racista Donald Trump complaciendo a los solícitos opositores admitió estos esmeros y aplicó sanciones de tipo económico y financieros además, amenazó al país con una intervención militar; ya para el año 2017 lo venezolanos comenzamos a sufrir la consecuencias de las sanciones económicas aplicadas por el gobierno de EEUU y de otros países europeos; el Dólar Today, uno de los instrumentos de la guerra de la cuarta generación, financiado por EEUU y por opositores venezolanos, propició una inflación astronómica e inducida que disipó los aumentos de sueldos del gobierno del presidente MM; los banqueros se negaron a entregar el dinero de los clientes (efectivo), pero si tuvieron billetes para negociar con otros vagabundos que le pagaran un 20 % de ganancia; por la frontera de Colombia, Brasil, Guyana y las islas del Caribe continuó el desangramiento de Venezuela por medio del contrabando, desde comestibles hasta de billetes; los comerciantes inescrupulosos acapararon los víveres y demás productos para generar una escalada de aumentos de precios de una manera inhumana en su afán desestabilizador; los bachaqueros, haciéndoles el juego a los comerciantes hicieron su agosto en su afán especulativo…todavía podría enumerar más dificultades por la que tuvimos que atravesar aquel "feliz año 2017".
Llegó el 2018 y no creo que sea mejor que el año pasado, ni desde el punto de vistas de las noticias internacionales, ni tampoco a lo que tendremos que vivir los venezolanos en este año electoral.
A manera de anecdoctazos, como diría Mafalda, voy a describir cómo fue, a manera personal mi inicio del año 2018. Pasada la primera semana y olvidados del jolgorio, la comilona y la bebedera de quienes lo pudieron hacer, comencé a retomar la vida, que para mi no cambia. Me dirigí al banco para retirar algo de efectivo para pagar el pasaje de las camionetas las cuales aumentaron y se quedaron, según la tarifa de diciembre. Como los telecajeros no tenían billetes pasé por taquilla y el cajero tampoco tenía efectivo. Fruto de la arbitrariedad de los bancos de no entregarme mi el dinero, tuve que regresar desde Chacaíto hasta Santa Paula caminando, de forma entretenida, para desvanecer mi iracundia.
Como los supermercados de la zona del Cafetal, en manos en su mayoría de lusitanos, empeñados en acabar con la clase media y lo consiguieron, en su mayoría estaban desabastecidos y los pocos productos que tenían los aumentaron en más del 50 %, decidí acudir a Catia en busca de alguna comida entre los buhoneros de la zona. Mi sorpresa aumentó al advertir que los marchantes del lugar no tenían precios solidarios, aunque algo más bajo que los portugueses de la hoya del Cafetal. Muchos de ellos aceptaban punto a condición de colocarle un porcentaje mayor al precio del producto o si no, debía pagar en efectivo. Como no tenía billetes, tampoco consentí que esos bandidos especularan con mi dinero. Mi sorpresa aumentó cuando observé a otro buhonero con un fajo de billetes vendiéndoselo a un bandido igual que él, con una ganancia del 30 %. Continué caminando y no podía creer la cantidad de productos de Mercal y de las bolsas de los CLAP que algunos buhoneros inescrupulosos vendían a precios elevados de la manera más descarada.
Quizás por tener los ojos irritados de ver tanta vagabundería acudí a una farmacia de una cadena reconocida para comprar un colirio. Quería borrar la ira de las pepas de los ojos y refrescarme la esclerótica. Por fortuna mi recipiente de asombros no se había agotado y cuando le pedí el remedio a la farmaceuta me mostró una sonrisa sardónica y de su boca salió un vómito en forma de oración: "pregúntele a Maduro cuando va entregar dólares para comprar medicinas". Por lo general permanezco callado ante tales estupideces, pero mi pensamiento se transformó en palabras y comenté en voz alta: "para que servirá el título de farmaceuta que entrega la Universidad, si ni siquiera sus egresados pueden preparar un colirio. Ustedes sólo sirven para estar detrás de un estante como un vendedor más". Me arrepentí de mis palabras al notar que aquella sonrisa sardónica se trasformó en un rostro de amenazante indignación. Por temor a mi vida abandoné raudo el lugar donde solo se expenden medicamentos y nadie es capaz de elaborar aunque sea una pócima.
Seguí caminado por mi ciudad en la búsqueda de ese feliz año 2018 y pasé por el taller en el cual me estaban haciendo el diagnóstico sobre la reparación del carro. Cuando le vi la cara de resignación del mecánico colegí que no me esperaba una respuesta agradable. ¿Qué placido puede ser un momento cuando el perito me enumera varios repuestos que debe comprar, que además no se consiguen en Venezuela y tendrá que mandarlos a traer de Colombia? Cerré los ojos y también intenté taparme los oídos para no escuchar el fin de la oración. "Los repuestos y la obra de mano, todo costará treinta millones de bolívares". No había terminado mi susto cuando el hombre de las bragas continuó "hágame la transferencia hoy, quizá mañana aumente por lo menos en diez millones". Resultado final, me quedé sin automóvil e ingresé a la lista de los miembros de la clase media moribunda.
Mientras escribo este artículo pienso en las agresiones de Donald Trump contra Venezuela y contra otros países; los latinos que tendrán que abandonar EEUU; los bombardeos contra Siria y Yemen; las incomodidades que están sufriendo los Venezolanos producto de la guerra económica solicitada por personajes de la oposición quienes actúan como agentes de EEUU, a pesar que estos apátridas afirmaban que esto no iba afectar al común de los venezolanos; el deprecio racista que siente el presidente de USA sobre ciertos países al tratarlos como "países de mierda"; la amenaza por parte de las potencias de iniciar una guerra nuclear; en ciertos sectores de la oposición y personajes extranjeros quienes defienden a ultranza a un grupo terrorista venezolano"…Mientras esta barbarie ocurre recuerdo, como todos los fines de años, la frase "feliz año 2018" y sobre todo en un año electoral. Y pensar que este es el comienzo. Definitivamente es duro construir la patria.
Tenía razón el egregio Simón cuando afirmó en el discurso de Angostura: 1819: "Qué difícil es dirigir por simples leyes a los hombres". Lee que algo queda.