Con esta nueva entrega no pretendemos descubrir “el agua tibia”, ni mucho menos que nos vean ahora como un experto economista, pero el problema de la especulación pudiera resolverse, si de verdad prevalece la voluntad política y la actuación del pueblo, tan solo con dos hechos: supervisar, en primer orden, de donde proceden las mercancías (sobre todo los alimentos) y a qué precio fueron adquiridas. La otra, concientizar a la ciudadanía, de manera inmediata y efectiva, para que denuncie en organismos, verdaderamente serios, cuando haya necesidad de hacerlo.
Incontables veces hemos escuchado a los comerciantes decir que nadie va a invertir para tener que perder. Si bien esta postura es válida no es menos cierto también que a pesar de las disposiciones existentes, abundan en nuestro país muchos empresarios que se les pasa la mano con aquello de aumentar los márgenes de ganancia, irrespetando así la ley que establece que un producto no puede ser vendido por encima de un 30% de su costo original, con algunas ex cesiones.
¿El problema entonces en dónde radica? Según los dueños de establecimientos el problema de vender los productos caros comienza por los distribuidores. Son ellos los que despachan las mercancías a un determinado precio, pero a solo dos días de ofertarlas, ya le han cambiado su valor. Habría que preguntarse por qué lo hacen.
Muchos dicen que todo se debe a la fluctuación del dólar, que por desgracia, solo el gobierno los otorga. Si no hay accesibilidad a las divisas entonces hay que buscarlas en la calle, es decir, en el “mercado negro”, que no es otra cosa que comprar el dólar paralelo que es mucho más caro.
Desde luego, quien compra mercancía en el exterior, con dólares paralelos, no puede venderla o traerla al país al mismo precio, como si fuese comprada o adquirida con el dólar oficial. Aquí estriba el problema.
Los comerciantes alegan, por demás, muy preocupados, que no saben cómo hacer para reemplazar la mercancía que venden, con tan solo un 30% de ganancia, pues se pretende que el producto sea vendido con ese margen a pesar que tan solo a una semana de diferencia llegan de nuevo los productos con precios triplicados. Eso implica que la ganancia que deja el producto, no alcanza ni remotamente para reemplazarla, lo cual los está llevando a descapitalizarse y a una ruina segura.
Lo correcto sería, afirman los empresarios, que se sienten por demás de manos atadas, que el gobierno debe permitir el ajuste de precios, que se haría una vez que llegan las listas de los nuevos costos de la mercancía. El gobierno, en todo caso, debería exigir en cada una de las supervisiones que hace el Sunnde, esas listas que vienen firmadas por las empresas distribuidoras.
Mientas no se sincere esta situación, siempre habrá re marcaje, o en todo caso, se comenzará a notar el cierre de establecimientos, bien obligados por las penalizaciones que impone el gobierno o de manera voluntaria, como está ocurriendo en todas partes del país.
Concluimos diciendo que la idea no es fustigar a los empresarios, que al fin y al cabo generan riqueza y empleos, sino establecer un diálogo sincero con normas que coadyuven a enfrentar el problema, que debe ser atacado, de manera justa y efectiva, desde su origen.
*Periodista