No hace mucho tiempo atrás existía en esta Venezuela unas figuras que quizás muchos jóvenes y no tan jóvenes tal vez nunca conocieron. Eran unas personas pertenecientes a una agencia de cobranzas con un método aparentemente infalible en el que ningún deudor quedaba sin pagar porque lo que más temían era la visita de un sujeto ataviado con lo que se supone que son las prendas que se utilizan en el infierno, tridente incluido, para obligar a los deudores escurridizos a pagar sus acreencias so pena de verse sometidos al escándalo que representaba la visita en su lugar de trabajo o residencia del nefasto personaje. Dicho sujeto, además, en ocasiones también podía acudir acompañado de dos damiselas, exuberantes y despampanantes ataviadas de diablas, con lo cual el espectáculo de la cobranza resultaba más atractivo y con más probabilidades de salir exitoso.
De manera que para mucha gente, cuando veía que el cobro de sus deudas se hacía muy cuesta arriba, tenía como costumbre lanzar seriamente la advertencia a sus deudores: “Te voy a mandar al Doctor Diablo y a las Doctoras Diablas para ver si no vas a pagar”. Y aunque pudiera resultar graciosa esta amenaza la mayoría de las veces era efectiva porque nadie quería sufrir el escarnio de la indeseable visita delante de sus amigos o familiares.
El trasfondo de esta cuestión es que pareciera que el venezolano se ha acostumbrado a que muchas cosas que no funcionan por la vía normal tienen que hacerse funcionar por una vía excepcional, gracias a la llegada de alguien que represente una autoridad, un escarmiento o que pueda someter al escarnio a las personas que no lo están haciendo tan bien. Es una forma coactiva para que resuelvan lo que les corresponde resolver y que en condiciones normales no lo hacen, bien sea por negligencia o falta de capacidad.
Es lamentable que en el Sector Público, desafortunadamente, sea bastante común tener siempre que acudir a una autoridad superior para que se encargue de asuntos que constituyen o deberían constituir las funciones para lo cual se ha contratado a un personal que no cumple con las tareas asignadas. Lo peor ocurre, en muchos casos, que a veces la autoridad superior a la que se acude, en ocasiones no está capacitada o no le interesa resolver la situación por la cual el usuario se queja y ha demandado su ayuda. Es allí cuando entonces tienen que empezar a hacerse las advertencias: “Esto lo va a saber el Presidente”, “Si Maduro se diera cuenta de lo que ustedes están haciendo esto no pasaría” y así sucesivamente.
Es como si Nicolás Maduro fuera una especie de Doctor Diablo a quien acudir cuando las cosas no marchan bien y cuando la gestión que deben realizar algunos entes que fueron creados para atender las necesidades del pueblo no sea de la talla que corresponda. Es necesario entonces imaginar que hace falta Nicolás Maduro con su vestimenta del infierno, rodeado de las respectivas Doctoras Diablas, para que se activen los que dicen ser estar trabajando por el país y no lo están.
Pero como cosa peor aún, es que existe la posibilidad de que haya muchos de estos personajes del Sector Público que disfrutan cuando se les otorga ese papel de Diablos y saben que las cosas comienzan a caminar cuando aparecen con su presencia como del más allá y, con aires de superioridad, hacen saber que más que estar interesado en resolver las cosas, están allí para llevarse por delante a cualquiera que no esté de acuerdo con sus métodos.
Todo esto, sin embargo, es una evidencia de que algo peor está sucediendo: Si hace falta que Maduro se entere de todas las cosas que no están funcionando en el país a nivel institucional para que las personas se sientan reprendidas por no estar haciendo bien su trabajo, eso significa que toda esta supuesta revolución y todo este supuesto socialismo más bien nos están enredando en una crisis de ineficiencia del Estado en la que cada día se acumulan más insatisfacciones debido, precisamente, a que como se ha organizado la política y el funcionamiento del Sector Público.
Siendo así las cosas se genera entonces una profunda tristeza que se apodera del ánimo de quienes creen que Venezuela puede ser el mejor país del mundo para vivir, al darse cuenta de que desgraciadamente siempre termina imperando el hecho de que hay mucha gente empeñada que así no sea.
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