Si usted es Ministro, Director o Gerente de algún despacho de Estado, y administra su gestión solo para complacer al Jefe y conservar su puesto, usted es un traidor a la revolución. No lo dirá usted, seguramente, ni lo admitirá ante cónyuge o descendientes, mucho menos ante amigos o conocidos, pero sepa que lo es y viva con ello en su fuero interno.
Y es que corre la conseja en corrillos y pasillos, que Hugo Chávez no oye a nadie ni admite disidencias. Como esto contradice cualquier talento, siento que se insulta al Comandante cuando se acoge a pie juntillas la aserción. Es decir, si usted esta convencido de que Chávez no lo oye y en consecuencia ni le habla lo que piensa, ni discute sus errores, entonces usted no es ningún revolucionario sino un miserable jala bolas. Suena duro, pero no es este tiempo para obsecuencias ni blandenguerías.
Todos hemos visto a ministros y jerarcas, automáticos para el aplauso y de fácil risa y sonrisa para los dichos del Jefe. Son gestos mediáticos para que los recoja el Presidente en vivo, o para que alguien se los muestre en diferido. Con ello creen asegurarse posiciones y prebendas, no importa lo mediocre de su gestión. ¡Ilusos! Ni el Comandante es tonto ni el pueblo ciego. Pero peor que su pública desvergüenza es el perjuicio que causan a una revolución que no tendrá segundo chance. Si este asunto se pierde por corruptos y corruptores, por negligentes y simuladores, por adulantes y otros delincuentes, no habrá reedición. La condena será vivir en una sociedad de derecha, injusta y sometida al arbitrio del gran capital.
Y usted, Comandante, recuerde el consejo del filosofo al César antes de acudir a la plaza "Acuérdate que eres mortal", le susurro ante la inminente aclamación. Siempre cita usted, Presidente, que el que tenga oídos oiga y el que tenga ojos vea. Pele entonces los suyos y pare usted sus orejas, que no todo va bien en este Proceso. Su responsabilidad es máxima para Venezuela, para Latinoamérica y quizá mas allá. Quiebre entonces la conseja y reexamine su entorno, que tampoco están allí todos lo que son ni son todos los que están. Ojala me escuche usted.
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