Cultura es lo que fuimos, lo que somos y lo que queremos ser. La definición es de Hugo Chávez. Después de años fatigando bibliotecas me llegó esa sentencia certera, firme y definitiva. Por claridades como esa Chávez sigue ganando elecciones. Vislumbramos el futuro en el presente: ya no hay analfabetismo después de siglos de espera, hemos construido y entregado 1 813 476 viviendas, devuelto la vista a cientos de miles, curado incontables corazones niños. Nos queda resolver alimentación, vestido, medicinas, pero si distribuimos gratis un millón de Quijotes también lograremos derrotar la cultura del bachaqueo. Cuestión de tiempo y constancia. Hemos vencido imperios, ya sabemos cómo se hace.
Hay quienes dividen la cultura en alta y baja. Yo no. Hay quienes consideran cultura solo las llamadas bellas artes. Yo no. Hay quienes consideran folclore el tamunangue, la Parranda de San Pedro o la entrañable música llanera. Dale una limosna, pero no mucho que después se la gasta en caña y drogas. No, el contrapunteo tiene la dignidad de cualquier producto cultural de cualquier parte del mundo.
Trotsky decía que la cultura burguesa ya no es burguesa porque el proletariado la expropió junto con los medios de producción. Viva la centenaria Revolución Rusa. Hay quien sigue creyendo que la literatura de Jorge Luis Borges y del marqués Vargas Llosa es burguesa. Yo no. ¿Qué obra literaria del esquizofrénico marqués es burguesa? Lo que llamamos cultura burguesa es un etnoobjeto, es decir, un conjunto no definido y heterogéneo de novela del siglo XIX, impresionismo, teatro de bulevar, ballet, música que no sé por qué llaman clásica, ópera, maneras de mesa y un corto etcétera porque no es variada. Sin contar el deslave cultural imperial que solo arrasa a nuestra mentes más pazguatas.
Pero cultura también es como reímos, como enamoramos, somos una potencia musical, nuestra culinaria es rica (nunca mejor dicho). Hablamos bonito, lo dijeron Ángel Rosenblat y Alejo Carpentier, digo, por si hace falta una autoridad. Solo no lo sabemos quienes hablamos bonito. Somos nuestros patrones de consumo, de eso debe ocuparse también el Ministerio del Poder Popular para la Cultura. Y se ocupa.
La burguesía no merece la cultura que nos usurpó. Ahí está, vamos por ella, quien primero la agarre que nos la devuelva.