1. Cierto, verdaderamente innegable, iniciar el debate resulta como aquella respuesta de la asamblea de creyentes católicos en la acción y desarrollo de su liturgia, concretamente en una de las cuatro partes del prefacio. La respuesta de la asamblea: es justo y necesario. Justo porque una revolución cultural es inherente al debate. De esa lucha tesis-antítesis surge la síntesis, la gran síntesis. Ese esquema no es otra cosa que la dialéctica. Pero la disputa ha de ser sincera y transparente. Se requiere una elegante trifulca conceptual. Una revolución que no confronta ideas, teorías, posturas conceptuales, puntos de vista, modelos, incluso la oniria, lo posible, lo pretendido, lo quimérico no se le puede llamar revolución. Y resulta necesario porque la confrontación con el conocimiento dominante, con la oligarquía de ideas y pensamiento burgués-capitalista y la falsa conciencia, así como con los ideales fascistas, racistas y excluyentes, entre otros muchos, hay que combatirlos con todo un arsenal teórico revolucionario. Una armería de concepciones. El combate teórico tiene balas que son las ideas, las teorías, el pensamiento, el ideal. De esa manera, hay un punto de partida: todo hecho justo es absolutamente necesario. Necesario es vencer y ello incluye la lucha teórica-conceptual, en todo su dilatado terreno y amplio espectro. Y el cultural es sencillamente estratégico, transcendental, vital. La formación económica-social capitalista está transversalizada por dos grandes ejes cognitivos y estratégicos: la cultura y la comunicación. De alguna manera, este año debería asumirse como el Año del Debate Cultural. Abrid puertas y ventanas y surgid con toda la sapiencia que la cultura, la condición étnica y el compromiso político revolucionario implican, envuelven, enredan. Pero además nuestro combate teórico-conceptual deber ser un debate elegante, lúcido y lucido, incluso atrevido. Lleno de sapiencia o, por lo menos, en el camino hacia ese saber, a veces temerario y audaz, lleno de interrogantes y dudas, pero con verdades magistrales. Una porfía a veces áspera, siempre exigente. Culturalmente atrevida. Una polémica en la cual sea posible entre educar. Aprender y enseñar, y viceversa, para una cultura insurrecta y rebelde. Transitar de una cultura de la resistencia a una cultura revolucionaria. Una bronca sobre la cultura debe ser siempre provechosa, fértil con altas y militantes dosis de creatividad. Una lid llena de ingenio, y resueltamente amable. Debe ser epistemológicamente brava y temeraria. Acicalada de dulzura, tibia contundencia y revoltosa afabilidad. Un debate, zanjado y concluyentemente embriagado de sabiduría, vino y virtud. Comencemos. Avanti popoli.
2. Ludovico Silva, catalogó como un esquema muy sumario aquel ensayo intitulado: Sobre la Práctica Cultural, (Recomendaciones a un partido político), publicado en su libro: De lo Uno a lo Otro. Ensayos filosóficos-literarios, (Ediciones de la Biblioteca-UCV, 1975). En el 2021 esa publicación cumplirá 46 años de haber sido editada. En el prefacio afirmaría: Todas las cosas del mundo caminan, en peregrinación ontológica, hacia un libro. Y resulta indudable tremenda aseveración. Es cierto que De lo Uno a lo Otro está conformado por un conjunto suculento y variado de ensayos que valientemente, el filósofo y ensayista reunió en una especie de opúsculo. El ensayo Sobre la Práctica Cultural se trata de unas líneas directrices de deberían guiar la táctica cultural de un partido revolucionario. Por lo menos una primera interrogante surge, quizás atropelladamente ¿El Partido Socialista Unido de Venezuela, (PSUV), en tanto partido líder de la Revolución Bolivariana, y de América Latina, tiene o asomó, alguna vez, por lo menos, vagamente, alguna línea directriz que guíe la táctica cultural revolucionaria? ¿Algún otro partido de la misma izquierda o de la fascista derecha, toda, han presentado sus propuestas sobre políticas públicas culturales? ¿Alguien conoce las líneas estratégicas sobre políticas públicas culturales, particularmente la legislativa, ahora que tiene un diputado, del Partido Comunista de Venezuela, (PCV)? ¿Otras organizaciones sociales y otros partidos políticos han presentados sus propuestas sobre líneas estratégicas y básicas de políticas culturales públicas? ¿Cuáles serán las líneas gruesas de las políticas culturales públicas de los candidatos a alcaldes y gobernadores?
3. En una oportunidad tuvimos la posibilidad de escuchar a un concejal-vicepresidente del Concejo Municipal de Caracas, de cuyo nombre no quiero acordarme, decir: -El problema, chico, es que la cultura no da votos y alguien le replico: -Cierto, no da votos, pero como quita, carajo. Dentro de los candidatos en las más recientes elecciones a la Asamblea Nacional, uno de mejor y mayor respeto político, pudimos observar y constatar, lamentablemente, que en sus propuestas no aparecía, por ningún lado, el tema de la cultura. ¡Fin de mundo! Así es perfectamente posible hacer una larga lista de silencios en materia cultural. Como le hubiese encantado a Dios hacer, crear cultura. El pobre Ser Superior, capaz de crear al ser humano e imposibilitado de crear cultura. No obstante, el ser humano posibilitado, en toda su dimensión, para crear cultura y este ser social, o buena parte de ellos, ni la nombran en sus proyectos socio-políticos. Quienes somos autores de la creación cultural guardamos un silencio detestable en torno a su nombre, no la nombramos. Lástima grande.
4. Dos conceptos sobre cultura, en principio, entran a la afable porfía y a la contundente reyerta: los conceptos oligocrático y antropológico. Constituyente categorías que bien vistas, de alguna manera, son complementarias. Son opuestas no antagónicas. En todo caso, el asunto es que uno de esos conceptos se ha hecho académico, de elites, excluyente, asimilando una postura clasista dominante. Se trata del concepto oligocrático que define a la cultura como el conjunto de expresiones científicas, literarias y artísticas. Por supuesto que tales actividades son parte de la cultura toda y de todas las culturas. Las manifestaciones, expresiones, formas, productos nobles son tan culturales como las cosas más sencillas creadas por el pueblo de a pie: desde un rancho hasta un cono de papelón; desde una hallaca hasta un perro caliente; desde una metra hasta un florero de murano… en fin… Toda producción humana es cultura. La cultura es una manera de asistir a la vida, (E.V. 1998). Es este el concepto antropológico de cultura. Pero las nociones conceptuales que sobre cultura han alcanzado espacio social, dimensión académica, valor funcional, discurso político y proyección internacional e institucional, entre otras muchas áreas y campos de la existencia social, incluso en sociedades cuyos modos de producción resultan tremendamente diferentes, son dos: la del año 1871, elaborado por, quizás uno de los pioneros de la antropología, el británico, que alcanzaría a vivir 84 años de edad. Se trata de Edwar Burnet Tylor, (1832-1917). El mismo año que postula su concepto es elegido Fellow of the Royal Society=Compañero de la Real Sociedad. En su libro Cultura Primitiva define a la cultura en los siguientes términos: La cultura o civilización, en sentido etnográfico amplio, es ese todo complejo que incluye el conocimiento, las creencias, el arte, la moral, el derecho, las costumbres y cualesquiera otros hábitos y capacidades adquiridos por el hombre en cuanto miembro de una sociedad. La otra definición que también ha alcanzado espacio social viene a ser el concepto de cultura propuesto por la UNESCO, el cual está formulado en los siguientes términos: Conjunto distintivo de una sociedad o grupo social en el plano espiritual, material, intelectual y emocional comprendiendo el arte y literatura, los estilos de vida, los modos de vida común, los sistemas de valores, las tradiciones y creencias. Por ahora, estas dos conceptualizaciones resultan útiles para orientar el trabajo político revolucionario en el campo cultural y la misma labor cultural per se. Es indudable que tener una base conceptual-teórica nos brinda la posibilidad de emprender una práctica más acertada, sostenida y de mayores logros cualitativos. Sigue siendo necesario elaborar una Teoría Cultural Revolucionaria en este contexto histórico-social de la Venezuela del Siglo XXI.
5. Precisa Ludovico Silva: Por cultura de un país no debe entenderse el conjunto de manifestaciones artísticas, literarias o científicas de ese país. Este concepto de cultura es el que ha sido impuesto a nuestros países por la tradición capitalista. No ignoramos, por supuesto, que dentro del mundo de la ciencia social burguesa…ha habido serias polémicas en torno al concepto de cultura, y que hoy se prefiere un concepto antropológico de la misma, mucho más amplio que el viejo concepto de cultura como arte, ciencia o literatura. Su principal defecto consiste en dejar un vacío inmenso entre las manifestaciones sobreestructurales –la "región noble" de la ciencia, el arte y la literatura- y el fundamento productivo material, donde se mueven las fuerzas básicas socioeconómicas…entender por cultura algo mucho más vasto y al mismo tiempo más concreto, a saber: todo el universo de signos y mensajes mediante los cuales una sociedad se explica, se comprende y se presenta a sí misma, (Silva, 1975).
6. Si bien es cierto que dentro del mundo de la ciencia social burguesa-capitalista, durante el siglo XX, ha habido serias confrontaciones y careos ilustres en torno al concepto y la definición de cultura, y que actualmente se prefiere un concepto antropológico de la misma; no menos cierto es que tal concepto domina todo aquello que hace el ser humano, mujer y hombre, en cuanto a ser social se refiere, tornándose tan amplio y vasto, así como indeterminado y dilatado, que prácticamente sirve para dominar cualquier cosa perteneciente al mundo humano, al mundo del ser social, históricamente determinado. La anterior condición, amplia y difusa, podría invalidarlo como concepto apto para caracterizar una región determinada de la actividad y labor humana. Por otro lado, no es precisamente la opción antropológica de cultura el concepto que la tradición capitalista ha depositado y expandido en los países de la periferia, digamos dependientes y subdesarrollados, sino la añeja y estrecha definición que señala como al mundo propiamente cultural a las actividades y manifestaciones, hechuras y productos de las humanidades. En consecuencia, en esos países hay una elite cultura y la gran mayoría de la población es "inculta". El subdesarrollo es asumido como una condición por debajo del desarrollo y no como una condición histórica del capitalismo dependiente. El problema, desde hace largo rato, era el palafito y no la dependencia tecnológica a los países del centro.
7. Otro concepto de cultura tiene que formular una definición holística, la cual abarque, necesariamente, las mediciones existentes y reales entre las sobreestructuras y la base productiva. De esa manera, es factible superar la idea de que el mundo cultural está constituido sólo por las manifestaciones relacionadas con las letras, las ciencias y el arte. La cultura ha de entenderse desde una definición mucho más vasta pero concreta, a saber, como todo el universo de signos y símbolos, mensajes y bienes, tangibles e intangibles, a través de los cuales una formación económica-social, históricamente dada se explica, se comprende, se expresa y manifiesta, se define y presenta a sí misma. Insistimos, se trata de un concepto que no aislé como cultura a un conjunto o agregado de manifestaciones inherentes, exclusivamente, a las humanidades, dígase las artes, la literatura y la ciencia. Este sería un saber sistematizado, de indudable historia y académico. También de indudable valor cognitivo. Pero una definición que limite el concepto a una región privilegiada sólo accesible a una pequeña parte de la población, la cual podría ser, en principio, la academia, privada o pública o una determinada clase social o sectores terminantes. La otra definición abarca, todo el conjunto de símbolos y mensajes, así como los productos materiales e inmateriales, todos valores, que definitiva, real y efectivamente constituyen la creación y pertenecen a la población total. Ambos conceptos orientan una práctica distinta, tanto social como política; una formación también distinta y una labor de investigación también distinta.
8. ¿Acaso el concepto de cultura limitado a las Bellas Artes no es parte de la definición antropológica? La cultura en tanto un conjunto de expresiones literarias, científicas y artísticas forman parte del concepto antropológico de cultura. Este concepto antropológico incorpora a las Bellas Artes; mientras que el concepto oligocrático excluya a más de la mitad, por no decir las tres cuartas partes del mundo real, social y cultura del concepto. El pasado y creencia y la costumbre, así como la tradición del sistema capitalista se reserva la categoría cultura para las manifestaciones más elevadas de la conciencia humana: por ejemplo, las artes visuales, la poesía clásica, la música académica, el teatro, la danza ancestral, los clásicos. El arte de Shakespeare. La religión institucionalizada, la academia y el sistema escolar, a todos los niveles. De esa práctica cultural, educativa y social se deriva una falsa conciencia, que Ludovico Silva, llamó ideología. Tal categoría pasó de una definición etimológica a una conceptualización epistemológica. De ser considerada un conjunto de ideas a ser una falsa conciencia. Baste por ahora, explicar, precisa, el poeta y filósofo, Ludovico Silva, con decir que conviene, dentro de la más genuina concepción marxista, (que no es la que suele circular) darle el nombre de ideología a toda aquella región del universo cultural compuesta de signos y mensajes -y por lo tanto de "valores"- tendientes a degradar la conciencia real y objetiva del hombre para sustituirla por una falsa conciencia, (Silva, 1975).
9. Finalmente, y a la manera de una parcial conclusión, pues el tema no se agota, en relación con la Ideología, que desconoce las reales relaciones y vínculos con la vida socialmente material porque ignora los intereses que se mueven en ella y es, por lo tanto, una conciencia incompleta, fragmentaria, parcial e inacabada, que se separa y distancia del todo cultural. Se pude denominar falsa conciencia. Opuesta a ésta, y, por el contrario, es posible llamar conciencia cultural a la conciencia del todo cultural, la cual examina de manera crítica los intereses que mueven la cultura y se comprende a sí misma, vinculada y en relación orgánica a todo el material de una formación económica-social, históricamente dada. Una conciencia cultural que elabora y construye estrategias y tácticas para transformar radicalmente la conciencia ideológica del pueblo en conciencia cultural revolucionaria. En consecuencia, la cultura es una compleja trama de elementos ideológicos, falsificaciones y elementos, críticos, descubridores, Silva, 1975).
10. Un conjunto de categorías convoca a su estudio, investigación, definición, revisión permanente, debate, en su más amplio, profundo y extenso sentido. A una reflexión permanente, acuciosa en sintonía con los componentes de lo que se ha dado en llamar Socialismo del Siglo XXI, a saber: la Teología de la Liberación, el Marxismo Clásico y el Marxismo Crítico, el Ecosocialismo, el Feminismo, el Indosocialismo, entre otros componentes que pudieran formar parte de esta propuesta socialista. Categorías como: culturas populares, interculturalidad, igualdad de culturas, cultura alternativa, cultura de la resistencia, cultura residencial, cultural binacional-bicultural, cultural afrodescendiente, culturas originarias, cultura indígena, cultura geográfica, cultural urbana, cultural bucólica, cultural cristiana, cultura letrada, cultural poética, cibercultura, entre otro enorme número de categorías que requieren de nuestra participación cognitiva.