USA-Apartheid: relación que dejó agujeros negros

Después de 27 años ya nadie se acordaba de Clyde Meltzer, hasta que en su edición del 16 de diciembre de 2010, el Houston Chronicle publicó la noticia de su presentación en la Corte Federal de Texas para responder ante el juez por diversos cargos: lavado de dinero, fraude, declaraciones falsas al aplicar para pasaporte, e introducción de contrabando en Estados Unidos de grandes cantidades de efectivo (1).

Se recordó entonces que Meltzer había enfrentado cargos similares junto con su jefe Marc Rich, llamado “Rey del Petróleo” y su colega Pincus Green (alias Pinky) en 1983. Rich y Green lograron refugiarse en Suiza, pero Meltzer fue arrestado, se declaró culpable y la condena fue suspendida quedando en libertad condicional.

Parte de la fama de Marc Rich se debe a que fue objeto de uno de los más controversiales perdones presidenciales, firmado sorpresivamente por Bill Clinton el 20 de enero de 2001 cuando faltaban solamente unas horas para el final de su mandato. Rich había sido acusado en 1983 por el fiscal federal de evasión de impuestos por más de 48 millones de dólares (la mayor en toda la historia de Estados Unidos), 51 cargos por fraude y más de 40 por actividades mafiosas; y por tráfico clandestino de petróleo con Irán durante la crisis de los rehenes de 1979-1980. Como veremos más adelante, Rich había participado en otras actividades ilegales pero no era perseguido por ellas.

El perdón de Rich (y de su socio de aventuras Pinky) era algo insólito, sin precedentes, porque el siniestro personaje nunca regresó a Estados Unidos. Era, por tanto, un fugitivo que jamás se responsabilizó con sus delitos ni fue sometido a juicio y, en consecuencia, no reunía las condiciones que lo calificasen para un perdón presidencial.

De acuerdo a las transcripciones desclasificadas de tres conversaciones telefónicas entre Clinton y el entonces primer ministro de Israel, Ehud Barak, publicadas por The New York Times (2), la liberación de Rich fue solicitada insistentemente por el gobierno israelí. Clinton respondió que él deseaba también concederle el perdón, que estaba trabajando en ello, pero que se trataba de un caso singular (“bizarre”), que la principal dificultad era su condición de fugitivo y que era mejor no hablar mucho del asunto (“It’s best that we not say much about that”). Otras fuentes revelaron la intercesión del rey de España, Juan Carlos.

Clinton justificaría su actuación posteriormente aduciendo razones de política exterior: presiones de funcionarios de Israel de muy alto rango, de dirigentes de los dos partidos más importantes de ese país, y de líderes de comunidades judías en América y Europa. Alegó también generosas contribuciones de Rich a obras de caridad y servicios prestados al Mossad para el rescate y la evacuación de judíos en países hostiles (3).

Uno de los aspectos más sorprendentes es que el informe de la Comisión Congresional que investigó el caso revela que el Asistente del Fiscal General, Eric H. Holder Jr. (Fiscal General actualmente) fue “un participante de buen grado en el plan para impedir que el Departamento de Justicia conociese y se opusiera” al perdón (4). Holder comunicó a Beth Nolan, consejera de la Casa Blanca, el 19 de enero, un día antes, su decisión favorable y explicó que ésta se debía a la influencia de Ehud Barak, el primer ministro israelí (5). “Holder eludió los canales acostumbrados para la revisión de las aplicaciones de clemencia y enfureció a los fiscales de New York que habían situado los primeros cargos contra Mr. Rich y su socio” (6).

¿Quién era pues este misterioso personaje, fugitivo internacional, por cuya exoneración tomaban partido, entre otros altos dignatarios, un rey y un primer ministro y obviaba (por decir lo menos) los caminos tradicionales del sistema judicial norteamericano?

Marc Rich nació en Amberes, Bélgica, en 1934. Sus padres, judíos, emigraron a Estados Unidos en 1942 huyendo de los nazis y se establecieron en New York. En 1954, Rich comenzó a trabajar con la firma Philipp Brothers, donde aprendió todo lo concerniente al mercado internacional de materias primas. Philipp Brothers se dedicaba solamente al comercio, carecía de propiedades en el extranjero y no realizaba inversiones, pero sí financiaba con frecuencia a los productores a cambio de facilidades o privilegios comerciales.

Rich cumplió su primera misión importante en La Habana, adonde fue enviado en 1958 con el fin de asegurar los intereses de la corporación en el tránsito que se avecinaba con la Revolución triunfante. Cuba era bajo Batista –nos dice A. Craig Copetas (7), biógrafo de Rich-, un parque temático (“theme park”) del soborno y el tráfico de influencias. Los tratos para la compra de concentrado de cobre o mineral de manganeso y níquel, se realizaban bajo la mesa en los bares de los hoteles El Presidente y Nacional. Cuba era un paraíso para los traficantes. Craig Copetas cita a uno de ellos: “Todos pensábamos que sería más de lo mismo con Castro, pero ya en marzo de 1959 nos estábamos comiendo nuestras palabras”.

La siguiente asignación de Rich fue en La Paz, Bolivia. En 1966 contrajo matrimonio con Denise Eisenberg, hija de uno de los mayores fabricantes de calzado de Estados Unidos. Por ese tiempo, Minerals & Chemicals Philipp Corporation (rama de Philipp Brothers) se fusionó con Engelhard Industries, el mayor procesador y refinador mundial de metales preciosos. Esta fusión permitió el acceso a la riqueza mineral de Sudáfrica mediante las conexiones de Engelhard con Anglo-American, con sus minas de oro, platino, vanadio, carbón, uranio y metales no-ferrosos. Anglo-American controlaba casi la mitad de las exportaciones de Sudáfrica y la mitad de las acciones que se negociaban en la Bolsa de Valores de Johannesburg (8). La nueva entidad llevaría el nombre de Engelhard Minerals & Chemicals. En lo adelante, Philipp Brothers podría realizar fácilmente transacciones con los metales sudafricanos en cualquier parte del mundo.

Cuando, en diciembre de 1973, se formó la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), Philipp Brothers –convertida en una de las tres divisiones corporativas de Engelhard Minerals & Chemicals-, era el coloso empresarial de la compra-venta de metales. Marc Rich, desde la posición que le fue asignada en España, era el Delfín, el seguro sucesor de Ludwig Jesselson, su presidente. Philipp Brothers no realizaba transacciones con petróleo. Las operaciones fuera del ámbito de las Siete Hermanas (Exxon, Gulf, Texaco, Mobil, Standard Oil of California, British Petroleum y Royal Dutch Shell), que controlaban el mercado internacional desde la Segunda Guerra Mundial, se consideraban demasiado riesgosas. Rich aprovechó la brecha que abría la oposición de la OPEP para crear una nueva forma de mercado, el mercado “spot” del petróleo, es decir, con poco tiempo de aviso, sin necesidad de contratos a largo plazo, obligaciones con grandes compañías o controles de la OPEP.

Philipp Brothers, aunque formaba parte del engranaje capitalista de la competencia donde “todo vale, vale todo”, guardaba sin embargo ciertas normas, cierta decencia y, sobre todo, cierta precaución en sus operaciones Esta forma de actuar tradicional resultaba un estorbo para Rich, quien comenzó a realizar audaces compra-ventas de petróleo, por cientos de millones de dólares, que ponían los pelos de punta a los ejecutivos. El rompimiento tuvo lugar en febrero de 1975, en Zug, Suiza, durante una reunión de altos dirigentes de la corporación. Rich se separó y creó su propia firma: Marc Rich + Co. AG, para realizar negocios sin cortapisas y con el secreto de las transacciones protegido por las leyes suizas.

Rich no mezclaba en sus negocios consideraciones legales ni éticas. Una transacción descrita por Craig Copetas lo demuestra. En 1978 compró crudos nigerianos en Lagos supuestamente con destino a España. Un día los nigerianos siguieron a uno de los barcos y observaron que a veinticinco millas del puerto la embarcación tomaba rumbo sur en lugar de ir hacia el norte. Los nigerianos cancelaron el contrato. Rich estaba vendiendo el petróleo en Sudáfrica y obteniendo ganancias enormes. Reactivar las operaciones le costó un millón de dólares en sobornos (9). Daniel Ammann, periodista suizo que tuvo la oportunidad de entrevistar largamente a Rich, nos ofrece otro ejemplo revelador: El 21 de septiembre de 1988, el “Dagli”, tanquero noruego fletado por Rich, cargó petróleo en el Puerto soviético de Odesa. Los documentos de embarque presentaban como destino la ciudad de Génova, en Italia. El Dagli atravesó el Mar Negro y el Estrecho de Bósforo y, al llegar al Mediterráneo, su capitán recibió un mensaje ordenándole cambiar los planes y dirigirse a Sudáfrica. A partir de ese momento, el capitán solamente estaría autorizado para identificar el barco por radio como “MFI” y todas las demás comunicaciones se realizarían en forma codificada, sin mencionar la carga ni el destino. Tres semanas más tarde, el 15 de octubre de 1988, el Dagli arribó a Cape Town como un barco fantasma, con la bandera de noruega arriada y el nombre cubierto por una lona (10).

Muchos años antes y después de 1983, año en que le formularon cargos criminales en New York, Rich realizó multimillonarios negocios y como parte de ellos abasteció clandestinamente de petróleo a Israel y a Sudáfrica, y traficó con el uranio de Namibia. Ciudadano estadounidense con exilio dorado en Suiza, viaja con pasaportes de Israel y España. Rich reconoció en sus entrevistas con Ammann sus vínculos con el Mossad y la CIA, afirmó que Sudáfrica fue su mayor y más importante cliente y que a partir de 1973 fue el suministrador más importante de petróleo a Israel, en cantidades entre 7 y 15 millones de barriles por año. El gran volumen de sus negocios, en situaciones de extrema sensibilidad política, hacían imposible la realización de muchos de ellos sin el conocimiento y el consentimiento del gobierno de Estados Unidos. En realidad, más que un “rey” fue un “peón” que lucró a la sombra de operaciones encubiertas, principalmente durante las administraciones de Ronald Reagon y George H. Bush.

La hipocresía fue el sello distintivo en la retórica anti-apartheid de Estados Unidos. Basta un solo dato para demostrarlo: En 1990, bajo el régimen racista de supremacía blanca, guardaban prisión en Sudáfrica 729 de cada 100,000 negros, mientras que en Estados Unidos estaban encerrados en las cárceles 3,000 afro-americanos de cada 100,000, una proporción cuatro veces mayor (11). Mientras Estados Unidos llamaba por un lado a cumplir las sanciones de la ONU, por el otro apoyaba al régimen racista a través de Israel y de traficantes internacionales.

Desde el 9 de diciembre de 2010, Clyde Meltzer, artífice del famoso fraude petrolero de la “margarita” (“daisy oil chain”) y veterano lugarteniente de Marc Rich, se encuentra detenido en Texas. Sin embargo (salvo la nota citada del Houston Chronicle) los grandes medios de comunicación de Estados Unidos han preferido no enterarse, a pesar de que Meltzer puede tener las claves que permitan descifrar misterios de la conexión de los gobiernos Reagan-Busch con el desarrollo de las armas nucleares en Israel y en Sudáfrica.

El arresto de Meltzer revela la posibilidad de que el imperio comercial subterráneo creado por Rich todavía tenga peso en el tráfico mundial de mercancías y disponga aún de cartas por jugar en los conflictos internacionales, como en los tiempos del apartheid.

Meltzer está ahí, disponible, y pudiera iluminar si no todos, al menos algunos agujeros negros.

(1) Tom Fowler: “2 oil traders indicted in alleged kickback scam”, Houston Chronicle, Dec. 16, 2010.

(2) Neil A. Lewis: “Clinton and Barak Discuss Rich Pardon in a Transcript”, The New York Times, Aug. 21, 2001.

(3) Seth Lipsky: “Defending a Pardon, Protecting His Power”, The New York Times, Dec. 7, 2008.

(4) Alison Leigh Cowen: “Panel Says Top Justice Dept. Aide Held Information on Rich’s Pardon”, The New York Times, March 13, 2002.

(5) George Lardner Jr.: “A Pardon to Remember”, The New York Times, Nov. 22, 2008.

(6) Eric Lichtblau and David Johnston: “Pardon Is Back in Focus for the Justice Nominee”, The New York Times, Dec. 2, 2008.

(7) A. Craig Copetas: “Metal Men. Marc Rich and the 10-Billion Dollar Scam”, G.P. Putnam’s Son, N.Y., 1985, p. 71.

(8) A. Craig Copetas: Idem, p. 72-73.

(9) A. Craig Copetas: Idem, p. 119.

(10) Daniel Ammann: “The King of Oil”, St. Martin’s Press, N.Y., 2009, p.190.

(11) P. Kennedy: “Preparing for the Twenty-First Century”, V. Books, 1993, p.304.


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