Las
fronteras las hay, geográficas, bien definidas por mojones establecidos
para tal fin. También hay fronteras políticas e ideológicas que demarcan
espacios entre Santander y Bolívar o entre Marx y Bernstein,
también entre los hombres y mujeres que aman y construyen y los(as)
que odian y destruyen – para parafrasear a Martí-.
Las
fronteras geográficas, Bolívar “nos las prohibió” y nos puso
como lección mil “planas” para hacer siempre que sea necesario
el “cruce de los andes” o nuestras nuevas campañas admirables
mas allá de lo electoral. Esa lección la aprendió, sin caletre alguno,
un tal Salvador Allende de nuestramerica, cuando se expreso con
el epígrafe que encabeza este artículo para rechazar la entrega de
Santucho y otros revolucionarios argentinos a ese gobierno que
hasta créditos para trigo le había otorgado al gobierno chileno. Queda
pendiente, ahora sí, el caletre necesario o las mil planas que hay
que hacernos diariamente para vencer oscuranas aquella sentencia histórica
“… y no entregamos a ningún compañero…”,
“… y no entregamos a ningún compañero…”,
“… y no entregamos a ningún compañero…”,
“… y no entregamos a ningún compañero…”.
Sobre
las fronteras ideológicas – políticas muchas las cruzan
a diario porque no han logrado la conexión intima con el pueblo,
jugando un poco con palabras de Facundo Cabral y modificando un poco
la letra tendríamos que decir ni son de aquí, ni son de allá,
y esto quedó perfectamente demostrado en el golpe de estado contra
Chávez.
Lo
cierto es que el grito bolivariano y martiano de una sola nación quedó
como una vieja deuda nuestra con los libertadores. ¿Cómo saldarla?
con solidaridad, (es la respuesta que viene alma adentro, le vino a
Allende en buena hora) que la patria sea tu pecho y acoja y abrase para
conjurar la maldición de la malinche, que lamentablemente no dejamos
de padecer y lo más grave aún, que hoy tiene grandes facilidades
para convertirse en epidemia, gracias a la promoción en serie de más
adulantes que militantes. Trabajan algunos a la sombra para imponer
el reino de los hombres tubulares.
(dudo de la autoría entre Mariategui y Arguedas)
Pero,
¿a que viene todo esto? Se trata de Julián Conrado, un cantautor de
la selva, un verso en cuerpo presente del caguan. Un flaco guerrillero
que dejó su vida como individuo para convertirla en
el colectivo sueño de los que aman y construyen, de los que han
hecho del canto una voz para desatar la más hermosa de las epidemias:
la de la biofilia, la del amor por la vida. Un hombre que se llenó
de pájaros y puso a volar el canto dentro de una selva contestataria.
Julián
cruzó fronteras geográficas, aunque entendiendo que Colombia
la grande no tiene fronteras. Los límites que no ha cruzado
son la de los mojones ideológicos y políticos, porque es un carajo
que siempre ha estado claro, que ha sido fiel, que no solo ha
cantado la lealtad, sino que la ha ejercido.
Lo
siguió la inteligencia colombiana, la sombra de la oligarquía
colombiana, (la misma que mató a Gaitán, la misma de Uribe, la
misma de Santos) lo siguieron en territorio nuestro, lo detectaron
(y esto es bien delicado si se toma en cuenta las palabras de Rodrigo
Navarro, Ministro de defensa colombiano cuando asume el
compartir de un paquete
de Inteligencia creíble)
y hoy ya se perfila su entrega a un gobierno que no cree en la
vida, un gobierno paraco hasta los tuétanos como el gobierno colombiano,
como para que retumbe en la conciencia aquellas palabras de Allende:
este es un gobierno socialista mierda, y no entregamos a ningún
compañero” (...).
Nos
estamos equivocando ya con mucha regularidad, como para
sospechar que Santander ha vuelto y que viene un plan en marcha
jugando con el velo de la diplomacia burguesa del buen vecino. Está
ante nuestros ojos, es la remozada formula del dividet et impera
inoculada para que una metástasis de odio multiplique los demonios
en la patria de Bolívar y terminemos, para gozo de nuestros sepultureros,
asumiendo que este es un gobierno socialista mierda.
Julián
Conrado luchó y optó preferencialmente por el vivir viviendo,
pero lo más importante de su lucha que no termina es que lo hizo desde
el SER SIENDO. Mañana será entregado (en una trampa por cuotas
que pone frente al imperio una revolución a consignación), será entregado
y el gallo no habrá cantado ni siquiera un a vez. Será entregado,
dijera Juvenal Herrera Torres, a la “misma oligarquía que conspiró
contra el Libertador. La misma que asesinó
a Sucre, el Gran Mariscal de Ayacucho. La misma que asesinó
a Rafael Uribe Uribe y le multó la lengua a Maria
Cano. La misma que asesinó a Gaitán y exterminó
a bala a una organización política entera: la
Unión Patriótica.(…) Esa oligarquía es la que ha cubierto a Colombia
con la sangre de centenares de miles de hombres y
mujeres, niños y ancianos, indígenas y negros arrancados a su tierra
y provocando la formación incesante de las tétricas caravanas funerarias
de los masacrados y las dolientes aglomeraciones de
los desplazados”. Sera entregado y le seguiremos restando a la
constitución un poco de justicia y a su aplicación le empezara a caer
la herrumbre de tanto no utilizarla.
Que nos toca hacer sino izar el pensamiento y la acción revolucionaria en un solo estandarte como para exorcizar los demonios de la malinche que azotan y hacen árida el alma. Que esta, nuestra cicatriz histórica no supure más, que no se levanten las llagas, sino que se promueva el levantamiento de un pueblo digno para gritar a la eternidad que el Orinoco y el magdalena armen su amor en secreto para un Julián en verso de unidad bolivariana.
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