Hay y se manifiestan síntomas o rasgos serios de nazismo o fascismo en el mundo actual que traspasan las fronteras del exclusivo racismo y ya eso en sí es un gravísimo peligro dejarlo correr. El nazismo requiere de una ideología que se sustenta en poderes divinos para justificar su diabólica política de exterminio social de casi todo cuanto considere pertenece a razas inferiores a la blanca aria. Pero, igualmente, el fascismo necesita de circunstancias concretas que se producen muy especialmente en naciones de capitalismo altamente desarrollado, es decir, en países imperialistas. Y esas circunstancias son de carácter económico.
Estamos viviendo un mundo donde se producen, con frecuencia, giros tácticos como consecuencia de cambios bruscos en las circunstancias objetivas expresadas o manifestadas en contradicciones de las relaciones diplomáticas de carácter internacionales, en desplazamientos no simétricos de la situación mundial, en efectos demoledores de las fluctuaciones de la economía en las políticas de Estados, en movimientos masivos de grandes porciones de masas populares que protestan en busca de salidas favorables a las graves condiciones socioeconómicas que padecen sin que se altere radicalmente la estructura y superestructura del modo capitalista de producción. En tiempos caracterizados por esas realidades es cuando más se requiere de una dirección revolucionaria que cumpla con el papel del “… chófer que conduce por una carretera de montaña llena de curvas peligrosas…”, pero que sea experta en evitar dar “… un giro a destiempo, una velocidad demasiada alta…”, de manera que no genere desorden y evite hacer “… correr a los viajeros y al coche peligros muy graves, que pueden ser mortales”, para utilizar términos del camarada Trotsky. Lamentablemente, el proletariado internacional no cuenta actualmente con esa dirección política revolucionaria. Pero ello no execra el deber de la participación de movimientos revolucionarios en la lucha política por el triunfo de la revolución en el sentido de toma del poder político.
Es imprescindible que partamos, para cualquier análisis político serio y realista, en que este mundo actual sigue siendo caracterizado por dos clases sociales fundamentales (burguesía y el proletariado) y por un trío de sectores medios (pequeñoburgueses). Las relaciones entre esas dos clases y sectores medios es lo que determina la realidad política de una nación como las relaciones diplomáticas o políticas entre Estados determinan, en buena parte, la situación política internacional. En este mundo sólo la burguesía y el proletariado tienen potestad de poseer política independiente, clara y perseverante mientras que los sectores medios se caracterizan por su dependencia económica y su heterogeneidad política. Su sector más alto anda pegado del cuello de la burguesía y el más bajo se ve obligado a dar pasos junto al proletariado y no pocas veces desciende a nivel del lumpen-proletariado.
Para lo que vamos a decir en relación con el título “Has patria: mata a un cubano” es imprescindible que el lector entienda el contenido de un largo pero importantísimo párrafo que citaremos del camarada Trotsky aunque los personajes nombrados por él tengan o no semejanza con figuras actuales de la política internacional o nacional. Nos dice: “Conforme a su situación económica, la pequeña burguesía no puede tener una política independiente. Oscila siempre entre los capitalistas y los obreros. Su propia capa superior La empuja hacia la derecha; sus capas inferiores, oprimidas y explotadas, son capaces, en ciertas condiciones, de virar bruscamente a la izquierda, es por esas relaciones contradictorias de las diferentes capas de las “ciases medias” que ha estado siempre determinada la política confusa y absolutamente inconsistente de los radicales, sus vacilaciones entre el bloque con los socialistas, para calmar a la base, y el bloque nacional con la reacción capitalista, para salvar a la burguesía. La descomposición definitiva del radicalismo comienza desde el momento en que la gran burguesía, ella misma en un callejón sin salida, no le permite seguir oscilando. La pequeña burguesía, las masas arruinadas de las ciudades y del campo, comienza a perder la paciencia. Toma una actitud cada vez más hostil hacia su propia capa superior; se convence en los hechos de la inconsistencia y perfidia de su dirección política. El campesino pobre, el artesano, el pequeño comerciante, se convencen en los hechos de que un abismo los separa de todos esos intendentes, de todos esos abogados, de todos esos arribistas políticos, del estilo de Herriot, Daladier, Chautemps y Cía. que, por su forma de vida y por sus concepciones, son grandes burgueses. Es precisamente esta desilusión de la pequeña burguesía, su impaciencia, su desesperación, lo que explota el fascismo. Sus agitadores estigmatizan y maldicen a la democracia parlamentaria, que respalda a los arribistas y “staviskratas” [2], pero que nada da a los pequeños trabajadores. Estos demagogos blanden el puño en dirección a los banqueros, los grandes comerciantes, los capitalistas. Esas palabras y esos gestos responden plenamente a los sentimientos de los pequeños propietarios, caídos en una situación sin salida. Los fascistas muestran audacia, salen a la calle, enfrentan a la policía, intentan barrer el Parlamento por la fuerza. Esto impresiona al pequeño burgués sumido en la desesperación. Se dice: “Los radicales, entre los que hay muchos estafadores, se han vendido definitivamente a los banqueros; los socialistas prometen desde hace mucho eliminar la explotación, pero nunca pasan de las palabras a los hechos; a los comunistas no se los puede entender: hoy una cosa, mañana otra; hay que ver si los fascistas nos pueden portarnos la salvación”.
“Has patria: mata un cubano”. Esa es, sin duda, una consigna no sólo xenofóbica sino nazista, pero eso no significa que en Venezuela se vaya a instaurar un régimen fascista porque a lo máximo que podría llegar la burguesía es a imponer un régimen bonapartista si derrocase por la fuerza al camarada Chávez y eso es muy difícil por la cantidad de pueblo que lo apoya. Sin embargo, esa consigna es digna de tomar en consideración porque el mundo corre el inminente riesgo de que en las naciones imperialistas se implante el fascismo como única y última alternativa para salvar al capitalismo cuando entre en agonía y los sectores medios de la sociedad se vuelvan locos y desesperados por encontrar una salida al deterioro inevitable de sus condiciones de vida.
“Has patria: mata a un cubano” puede ser una consigna gritada o lanzada por una extrema derecha pero también por una extrema izquierda, ya que ambas coinciden y se dan de la mano en el oscuro simbolismo de nacionalismo xenofóbico. Por otro lado, ninguna nación en este mundo actual está exenta de poquísimos o muchos rasgos de racismo. En Europa es donde más se manifiestan. Y si alguien por simple jodedera escribió esa consigna para medir acciones xenofóbicas o reacciones antixenofóbicas debe saber que es muy difícil despertar –en América Latina y el Caribe- sentimientos masivos contra algún pueblo en particular y mucho menos contra el cubano que ha sido el más hermoso y maravilloso ejemplo de la solidaridad internacionalista por el ideal de redención social. Ahora sí, y es hasta correcto, contra algunos Estados o gobiernos –especialmente imperialistas- que viven del chantaje, la extorsión, el saqueo, la amenaza y otros métodos de expoliación y colonialismo.
De tal manera que esa consigna nazista de “Has patria: mata un cubano” no cala en los sentimientos del pueblo venezolano ni va a trastocar el sueño de un proceso bolivariano que aspira que un día se pueda construir un mundo pleno de justicia y libertad donde nunca jamás vuelva a manifestar ni siquiera un rasgo de xenofobia y, mucho menos, de nazismo.