Quisiera que todas mis reflexiones sean expresamente para la juventud de nuestro partido el PSUV pero éstas van dirigidas al compañero Maduro y al resto de la dirigencia de la revolución bolivariana, específicamente.
A veces hay tristezas que calan hasta el fondo, tal como ahora, pero si nos dejamos llevar por ellas, vamos a entristecer a otros, es el caso, de nuevo.
La tristeza tiene que ver con los estados de ánimo, de manera negativa, y cuando se apodera de nosotros nos hace decaer moralmente en el combate y ponemos en peligro las victorias; el enemigo sabe que cuando uno está triste el brío se enfría y por eso intenta llevarnos hasta ahí.
Lo peor ya ocurrió hace un año y sin embargo aquí estamos, cada quien en el puesto que le corresponde, unos sembrando papas y otros sacando el petróleo, algunos pescando y otros “con el mazo dando”, pero todos con el ojo pelao, por si hay que darle una patada en el culo al más pintao.
Cuando nosotros acumulamos todas nuestras tristezas corremos el riesgo de explotar en rabias, y de la rabia a la irracionalidad hay un pasito nada más; no caigamos ahí, redoblemos nuestros esfuerzos de paz sustentable, nadie piense que la revolución es un camino lleno de pétalos de rosa, nada es mejor para honrar a un caballo como Otaiza, que seguir su ejemplo de combate, siempre con la cabeza sobre los hombros, no en otra parte, pero hay que aligerar la carga y proseguir con más butría y sin perder de vista el gran objetivo: El socialismo, es decir, la felicidad del pueblo.
Si apelamos a la profundidad y a la grandeza del Comandante Chávez, e interpretamos debidamente su pensamiento, de seguro sortearemos con éxito todas las dificultades habidas y por haber.
Redoblar los esfuerzos de paz es una alternativa de fondo, ¡vamos!