A nivel planetario el mayor peligro sigue siendo la guerra. La historia de la Humanidad es una guerra constante con algunos breves tiempos de paz. El militarismo ha sido esencial al desarrollo de los Imperios. No hay uno solo Imperio que haya sido capaz de unir a los países (sectas, tribus, familias, comunidades) usando como aglutinante un mensaje de paz, solidaridad, igualdad. El militarismo es cruel, su objetivo es la muerte. No solo la de sus enemigos, sino la de sus propios soldados. En la guerra todo se vuelve obsoleto en pocos años. Todo es desechable, incluyendo los soldados. Eso la hace muy costosa y una vez asumida irreversible. Se gana o se pierde, sin términos medios. Si Dios y la Pachamama no nos ayudan, nosotros o nuestros hijos o nietos, serán testigos de la locura humana desatada en toda su intensidad. Afortunadamente las grandes potencias se tienen miedo porque la potencia de fuego puesta al servicio de la guerra supera la supervivencia de la vida en el planeta varias veces. Si Fukushima es apenas un punto y ha contaminado una gran parte del océano Pacífico, imaginen por un momento un ataque masivo a las centrales nucleares de los países en conflicto.
En el ajedrez cuando el centro está trancado se juega por los flancos. La presión crea puntos rojos de conflicto. Uno de ellos es América Latina y particularmente Venezuela. Otro evidente y sin discusión es el Medio Oriente. La intervención de Rusia debe servir para traer la paz al Medio Oriente y no para aumentar el conflicto, como pareciera es el objetivo de otros países. El reto es construir la paz antes de que las partes se destruyan.
En Venezuela, a pesar de las fuerzas diabólicas que buscan un estado de enfrentamiento, éstas no han conseguido una base social que les permita su locura a escala nacional. El nuestro es un país de paz, desafortunadamente penetrado por los siete grandes pecados propios del capitalismo (antes mercantilismo) que gobernó estas tierras desde la época colonial: la soberbia, la envidia, la avaricia, la lujuria, la gula y la pereza. Estos pecados no son nuestros valores. Los venezolanos no somos así. Somos algo creídos, pero para nada envidiosos ni avariciosos, somos felices con lo que tenemos y extremadamente solidarios: damos y ofrecemos lo que no tenemos. No somos lujuriosos, somos latinos. Nos gusta comer (¿a quién no?). Y no somos perezosos, lo que pasa es que no nos gusta que nos exploten y mucho menos que nos esclavicen, como pretendían esos españoles del siglo XV. Los venezolanos originarios prefirieron la muerte a ser esclavizados. Esa voluntad de ser libres estaba en la sangre de Simón Bolívar y su Pueblo. La guerra de independencia contra España nos costó la mitad de nuestra población.
Estados Unidos nos está haciendo mucho daño sin necesidad. Están apoyando una derecha que no se puede mantener en el poder. La única forma es que nos invadan y masacren a la mitad de la población. ¿Serán capaces de tanto horror? Nosotros por el contrario le ofrecemos la visión de Simón Rodríguez, la de una sola América. Más grande que la Gran Colombia: la Gran América. Eso sucederá algún día, aunque sea por la simple razón que los latinos follamos como conejos y ya los tenemos invadidos: el 25% de la población de Estados Unidos ya es latina.