A veces quisiera dejar de escribir sobre inseguridad, pero cómo cerrar los ojos y no ver a la gente que día a día es víctima de esta delincuencia sin control que se mueve a sus anchas, particularmente, en el estado Zulia.
Imposible, mucho menos sabiendo que de nada servirían nuevas patrullas, uniformes, armas, e incluso, funcionarios, sino hay una seria y efectiva reestructuración policial, en la que se elimine todo vestigio de corrupción y se apunte hacia la formación universitaria del gendarme.
Como no escribir sobre la sangre derramada por el hampa, sabiendo que en el país hay gobernantes regionales que en lugar de buscar soluciones a la inseguridad, gastan su tiempo en maniobras para culpar al Gobierno nacional.
Indudablemente que es una burda, necia y maniática costumbre de opositores que insisten en perder su energía hablando y escribiendo en contra de Chávez.
Nada más inconcebible que, por sus siete años de gestión, pretender endosarle al Presidente el fracaso de un viejo modelo policial que se pervirtió en la IV república.
Sin embargo, el Gobierno nacional no elude su papel ante esta situación, como por ejemplo, un alcalde capitalino que, siendo primera autoridad de una policía, lo creímos inmerso en un debate de ideas buscando alternativas para controlar el hampa, y lo que hizo fue acostarse en el asfalto de su municipio para exigir seguridad.
Y en el Zulia la situación es similar de patética. Aquí existe una depuración silenciosa en la Policía Regional del cual se desconocen los resultados : de la cuestión que preocupa. La delincuencia continúa en aumento y, recuerden, que en su oportunidad, cuando la avalancha de crímenes delató la ineficacia de esta institución uniformada, personeros del gobierno zuliano intentaron evadir la responsabilidad denominando al asesinato, al robo de vehículos y los secuestros, un show político.
Esos ¿políticos? o politiqueros en mi criterio, dejaron entrever que el dolor que embarga a familias honestas por las muertes de sus seres queridos, esos rostros compungidos llenos de lágrimas de madres que no olvidarán la muerte de un hijo, esos cuerpos ensangrentados, esas imágenes de féretros en hombros de una comunidad indefensa, son puras mentiras.
Que tal situación forma parte, de acuerdo a la manipulación que banalmente querían o quieren sembrar en la mente del pueblo, de una componenda para hacerle daño a esos “niños de pecho” que presiden la dirigencia zuliana, así como a esos jefes policiales que a punta de dejar hacer, dejar pasar contribuyeron a deteriorar una de las instituciones más antiguas del país, como la PR.
Pero es que no deja de impresionar la capacidad que tienen para presentarse frente a un pueblo abatido, con un profundo dolor en el alma ante el aniquilamiento de la gente honesta, y decirles que esos muertos, esas personas que jamás van a estar con nosotros porque fueron víctimas de esa orgía de sangre en que está convertido el estado, son meras campañas de descrédito.
Cuando lo que deben es enfrentar inmediatamente la situación, así como el Gobierno nacional que, aún cuando todavía no puede hablarse de resultados satisfactorios, se sabe que está transado en la creación de un nuevo modelo policial buscando alternativas y soluciones de fondo al problema.
Así que sería muy ingenuo confiar en gente que nunca ha asumido su compromiso al respecto y por el contrario, busca argumentos para justificar a esa policía muchas veces puesta en evidencia.
Es de recordar que en marzo, el defensor del pueblo en la región, Antonio Urribarrí, dijo que efectivos de la PR estaban implicados en el asesinato de Rosina Di Brino y resultó víctima de una andanada de desmentidos, que casi ponen en duda la veracidad de sus declaraciones.
Luego de unos dos meses, no le quedó alternativa, al ex secretario de seguridad y defensa ciudadana, José Sánchez, que confirmar la participación de varios policías regionales en ese crimen , con el agravante de que presuntamente actuaron en complicidad de paramilitares colombianos. ¿Cómo lo ven?
*Periodista / albemor60@hotmail.com
