La prensa internacional en su conjunto, en complicidad absoluta y desvergonzada con el resto de los poderes fácticos de este mundo occidental, llamado -también- cristiano, le miente al mundo, de manera persistente, sobre la realidad actual de la Venezuela Bolivariana en el tema de los derechos humanos, simplemente porque su gobierno, con el apoyo de la inmensa mayoría de su pueblo decidió ser libre, independiente y manejar de manera soberana sus asuntos internos y externos, desde el mismo momento en que el Comandante Hugo Chávez asciende al poder, en enero de 1999, luego de ganar abrumadoramente las elecciones de diciembre de 1998.
Vocean por el mundo todo que Venezuela vive una sangrienta dictadura. Que ha abolido la libertad de prensa. Que sus periodistas sufren salvajes persecuciones y acosos e igualmente que los propietarios de los medios “libres” son amenazados y chantajeados para que no le informen al país la verdad de las tragedias que padecen los venezolanos por un régimen controlado de forma absoluta por el gobierno comunista de Cuba y paremos de contar todo cuanto vomitan día tras día, porque, sencillamente, tendríamos que ocupar decenas de cuartillas.
Es tal la campaña atroz que se ha emprendido en contra del país que la misma logra impactar a miles de inocentes lectores de todo el globo, por el solo hecho de que ocultan y callan los crímenes de defensores de derechos humanos, dirigentes sindicales y periodistas en ejercicio, que semana a semana se cometen en otras muchas latitudes, como por ejemplo, ocurre en México y en Colombia, para quedarnos sólo aquí en nuestro Continente, sencillamente porque los gobiernos de esos países le rinden pleitesía al imperio yanqui, a quien le temen y le obedecen como siervos y en esas posiciones de minusvalía en absoluto les tiembla la mano para entregarle a sus grandes corporaciones monopólicas el control y manejo de sus valiosas e importantes riquezas en perjuicio de sus respectivos pueblos.
No olvidemos que hasta mediados de la década de los noventa, México era uno de los grandes productores de maíz del mundo y como consecuencia del tratado de Libre Comercio que suscribió con América del Norte, el NAFTA en ingles, en octubre de 1988, dejó de serlo y se convirtió en uno de los mayores importadores del grano, al punto de que hoy en día y desde hace ya muchos años, las tortillas que degustan los manitos mexicanos, las hacen con el grano importado de los Estados Unidos y a la fecha, con los nuevos convenios que suscribió Peña Nieto con esa potencia imperial, el panorama que se vislumbra es sumamente oscuro para la gran industria textil mexicana, la cual se verá afectada seriamente, sin duda alguna, al tener que competir de igual a igual con sus pares estadounidenses en condiciones desiguales, dado que a ellos su gobierno les otorga protecciones de todo tipo y qué decir del petróleo, cuya explotación optó por entregárselas a las transnacionales de siempre: Exxon Mobile, Chevron, la Royal Dutch Shell o British Petroleum, Schlumberger y Halliburton, proceso ese que venía gestándose desde la firma del referido Tratado con el norte, durante la presidencia de Carlos Salinas de Gortari en la última década del siglo pasado y, luego, sucesivamente, durante los períodos presidenciales de Ernesto Zedillo, Vicente Fox y Felipe Calderón.
Colombia, por su parte, con los tratados de libre comercio que ha firmado esta última década con los EEUU, amplios sectores del campo se han visto grandemente afectados porque han mermado las áreas cultivables, entre otros asuntos, debido a que dichos convenios los conmina a sembrar sólo la semilla transgénica que producen sus corporaciones, so pena de cárcel a quienes no lo hagan y opten por seguir las prácticas ancestrales fundadas en la siembra de la semilla autóctona (Tener una semilla es un delito: la nueva dictadura alimentaria ...) y ello ha traído consigo que la balanza de pagos en ese sector se vea hoy severamente afectada. De otra parte, dichos convenios leoninos establecen obligaciones arancelarias que impiden que se produzcan en el país, entre otros muchos bienes, medicamentos genéricos de bajo precio, con lo cual se inunda el país con medicinas de marca de muy alto costo, perjudicando de modo bárbaro a la mayoría de la población, cuyos ingresos en muy poco porcentaje, solamente llega al nivel del salario mínimo y otras muchas aberraciones que permiten que se menoscaben los derechos laborales, sin que los trabajadores estén en capacidad de defenderlos, pues la sindicalización en ese país es ínfima, debido a que históricamente los liderazgos que han surgido para intentar hacerla una realidad social que apunte a un desarrollo patrio por el sendero de la justicia y que no haya explotados, terminan siendo asesinados (“Sólo el 4% de los trabajadores en Colombia están sindicalizados ...).
Sobre ese asunto puntual del salario mínimo colombiano, es muy importante resaltar como algo que pudiera verse como increíble que ocurra en un país que sus autoridades lo promocionan en el mundo como el paraíso en la tierra, pues aseguran a través de la televisión internacional que quien visite Colombia corre el gran riesgo de querer quedarse (1), que de acuerdo a información de fuentes bien confiables, tomada de la Internet, que de la masa total de trabajadores del país, integrada por un poco más de 21 millones de personas, apenas la pequeñísima cantidad de 1,5 millones de ellas, ganan el tope del salario mínimo y aproximadamente ocho (8) millones reciben menos de ese salario (ver estos enlaces: Abecé para entender cómo se negocia el salario mínimo - El Espectador; El 42% de los ocupados gana menos de mínimo - Semana.com y, "El 68% de la población laboral activa en Colombia es informal ...).