Por más que algunos medios privados traten de edulcorar su proterva imagen, Carlos Ortega trae y acarreará malos recuerdos. Uno repasa mentalmente el sabotaje petrolero de finales de 2002 y principio de 2003 que a Ortega “se le escapó de las manos” y ve miles de personas haciendo largas colas en las estaciones de servicio de todo el país; observa madres de familia cocinando con leña; ve niños sin poder asistir a clases; gente imposibilitada de sacar sus churupitos de los bancos y sin poder celebrar la Navidad.
Entonces, ¿cómo podemos dejar de asociar a Ortega con devastación, hecatombe, desgracia, quebranto, cataclismo, desastre, calamidad, tragedia, ruina, penalidad, infortunio, padecimiento, adversidad, tribulación, amargura, sufrimiento, fatalidad, desamparo, destrucción, estrago, martirio, angustia o tribulación? ¿Cómo podemos evitar asociar a Ortega con malandrinaje, azote o plaga? ¿Cómo?
A pesar de esta pésima visión, Ortega jamás se ha comportado con la debida dignidad del caso. Más bien, como el típico millonario echón, Ortega se cree el nevado de la política venezolana, porque mediáticamente le han hecho creer que es una obra monumental Made in USA. Por su ignorancia, su incultura, Ortega pretende ser un exquisito churrasco de mero. Ortega se considera el cacao porcelana; se proyecta ante las cámaras de televisión como un venerado mártir de la iglesia y, para colmo, supone que es el propio muñeco de la ciudad y más simpáticón que su jefe el embajador William Brownfield.
Ortega siempre ha intentado que olvidemos que evadió -porque vive de constantes evasivas- la responsabilidad del sabotaje petrolero, argumentando que se le escapó de las manos. Ortega quiere que desconozcamos que sus bajonazos históricos y los piches sancochos golpistas que montó el 11A y el 2D de 2002, lo convirtieron en un embaucador, en un petate del imperio, en el pan de a locha, en algo antropológico, en el vacío de la Historia que todos rechazan, refutan y tratan de olvidar.
Por eso, no entendemos la insistencia de Ortega en salir nuevamente a la calle, cuando debió quedarse tranquilo, hacerse el loco, en su cómodo aposento de Ramo Verde. Después de su aparatosa evasión a Costa Rica y su posterior detención jugando bingo camuflado a lo Juan Charrasqueado, un familiar o alguien de confianza debieran convencer a Ortega que no sirve ni para piloto automático y mucho menos para dirigir a nadie.
¿Qué espera hacer Ortega después de evadirse de Ramo Verde? ¿Ambiciona regresar a sus andanzas de la venta de cartas de trabajo a los trabajadores petroleros? ¿Quiere organizar otro sabotaje petrolero o un paro obrero del que después no se va a responsabilizar? ¿Salió a buscar las actas desaparecidas de las elecciones de la CTV efectuadas en el año 2001?
¿Acaso pretende incorporarse al comando de campaña de Manuel Rosales o piensa dirigir al imaginario Comando de la Resistencia? ¿Salió a llenar la planilla para cobrar por adelantado los 600 mil bolívares que el ex gobernador del Zulia ofreció a los desempleados? ¿Aspira continuar jugando bingo? Uno no sabe qué es lo que ambiciona Ortega y quienes pagaron su evasión. Tal vez la Casa Blanca si está al tanto de lo que quiere Ortega.
Ante lo nocivo que representa, a Ortega sólo le conviene ponerse a cantar este conocido bolero: “Y cuando nadie escuche / mis canciones ya viejas, / detendré mi camino / en un pueblo lejano y allí moriré”. Para que cumpla con la letra de esta canción, a Ortega únicamente le falta detener el camino, porque desde hace mucho tiempo estiró la pata políticamente. Recordemos que Ortega, antes de fracasar con su sabotaje petrolero, había sido descalabrado en su pretensión de seguir presidiendo a Fedepetrol.
Como a todos los derrotados, no hay que perder el tiempo con Ortega, aunque se haya logrado evadir de la cárcel donde estaba recluido. Y es que con la nueva evasión de Ortega, las escapadas al exterior de Carmonita, Carlos “De que” Fernández, Juan Fernández y Carlos Molina Tamayo, entre muchos otros correlones, uno se convence que el oposicionismo tiene más fugas que los reactores de la planta de Chernobil.