Educación ¿para qué?

Indiscutiblemente, uno de los grandes aportes de la iglesia católica a la humanidad fue la creación de escuelas. En verdad, no lo hicieron para llevar a la luz a los ignorantes, sino para atraer más acólitos mediante la enseñanza de la doctrina. Esta herramienta, es decir la educación, sirvió de instrumento para convencer a los incautos. Era más económico enseñar teología que pagar a grandes artistas, quienes a través de sus creaciones manipulaban a los pueblos con sus imágenes patibularias, piadosas y lastimeras.

Durante miles de años la humanidad se mantuvo aletargada y envilecida en un mundo de ignorancia, de fanatismo y de supersticiones, en donde la única palabra verdadera era la del sumo sacerdote cuya indiscutible finalidad era mantener el sistema de injusticia y de privilegios de las clases dominantes.

Era imposible preservar a los pueblos enceguecidos en la ignominiosa oscuridad hasta que, supuestamente por fin, con la llegada de la ilustración los hombres y mujeres verían la luz mediante la educación. Con esta, el antiguo iletrado saldría del oprobio del analfabetismo y de la crasa ignorancia. Un ser instruido podría adquirir los conocimientos para calcular, leer, escribir y para meditar con detenimiento. Pasado el tiempo la gente pudo discurrir con exactitud sobre un tema específico con el fin de evitar caer en equivocaciones y engaños, una práctica generalizada de los aventajados de siempre. Con la instrucción, tanto a los hombres como las mujeres, se les desarrolló la aptitud de hablar con propiedad, con cierta elegancia y exactitud. Las letras le entregan a los seres humanos normas de convivencia, además les transfiere cierta autoridad para enfrentar los abusos y reclamar sus derechos.

Los hombres y las mujeres con la educación descubrieron que sus derechos eran sagrados, que los miembros de una comunidad debían unificarse dentro de una sociedad para no convertirse en víctimas unos de otros; aprendieron que las leyes deben tender al mayor bien posible del mayor número posible; además, que una ley que eleva a un pequeño grupo de privilegiados y deprime a una mayoría de excluidos es una ley injusta. La gente dejó de creer en aquellos gobernantes que obligaban con la palabra y juramentos solemnes. Los mismos que buscaban furtivamente fuerzas para sofocar voluntades y destruir su ley fundamental, una forma de regresar a la ignorancia y la miseria que los arrojara a los gobiernos autoritarios de sus antecesores. Pasaron miles de años para que la humanidad con la instrucción adquiriera la herramienta con el cual pudiera enfrentar la ignominiosa sumisión y el oprobio. Con lo aprendido los pueblos descubrieron a los impostores que pretendían seducirlos, de igual manera detectaron a los miserables, quienes después de haber causado tantas desgracias pretenden ascender a posiciones relevantes. Con la educación los pueblos sintieron la necesidad de multiplicar los vínculos entre los integrantes de una sociedad, era ineludible comunicarse entre ellos para obtener la luz a través de la instrucción para alcanzar el progreso de las artes y de la ciencia. La educación le metió en la cabeza de las personas que es imposible ser donde no hay orden ni tranquilidad.

La educación establece prioridades y una de ellas es la paz. Jamás disfrutaremos de esta sin sacrificio, es indispensable abandonar las luchas sangrientas, jamás gozaremos del sosiego hasta no abandonar las pugnas sangrientas en los enfrentamientos intestinos. Que no se debe conseguir la paz en medio de los cadáveres, cansados del derramamiento de sangre, sentados sobres los escombros y las ruinas de la ciudad. La lustración de las letras nos guía y nos informa que la libertad debe estad dirigida por una ley justa y por lo tanto los pueblos anhelan constituciones que los coadyuven en la marcha hacia la prosperidad, no en la vía hacia la infamia y de la humillación. Por tal motivo las naciones aspiran que la masa de los instruidos aumente, de tal manera que ante un problema el pueblo pueda comprender lo que está sucediendo en ámbito nacional e internacional.

La anterior disertación no es la de un vago que no tiene nada que hacer. Los párrafos que preceden los concebí frente al monitor con cierta preocupación ante los acontecimientos nacionales y los internacionales. Durante 25 años me dediqué a la docencia a todos los niveles (media, diversificada, educación de adultos y universitaria) y aprecio con horror lo que continuamente veo, escucho y leo a través de los medios de comunicación y de las redes sociales. Y concluyo ¿para qué sirve la educación?

Pareciera que todas las reflexiones de los acápites preliminares no pasan de ser pura verbosidad. Tenía la certeza que la educación le entregaba a los estudiantes ciertas herramientas y conocimientos, de tal manera que al abandonar sus estudios universitarios el nuevo profesional debería tener capacidad reflexiva, de análisis, de síntesis, de interpretación y de todos aquellos elementos que evitaría al sujeto ser objeto de una manipulación. Craso error.

Es inaudito que ante tantas evidencias de lo que está ocurriendo en Venezuela algunos profesionales universitarios no sepan diferenciar el bien del mal, el amigo de su enemigo, el manipulador del sincero. La ira, la furia inoculada durante dieciocho años rebasó los años de estudios que le debieron dar una visión objetiva para interpretar una noticia. No estoy exagerando cuando aseguro que al presente la educación no tiene ningún sentido, para esto veamos algunos ejemplos.

En los siglos de las luces se suponía que la educación debería formar personas con cierta sensibilidad social, seres propensos a la paz y no a la destrucción; se había superado el mundo de aquellos salvajes y criminales proclives a la maldad, quienes por la fuerza le arrebataban a los débiles sus bienes. Lamentablemente las sociedades no se comportan de manera ideal y son aquellos graduados, con posgrados y doctorados en las mejores universidades europeas y norteamericanas quienes han llevado el mundo hacia la hecatombe, la destrucción y hacia la aniquilación de los seres humanos. Lo peor no esto, son a estos criminales genocidas a quienes los supuestos hombres y mujeres de paz, también con títulos universitarios, les rinden sumisión y admiración.

Durante más de cuatro semanas los venezolanos estamos observando los dantescos espectáculos de la ruina, quema de propiedades oficiales y privadas, entre estos hospitales y escuelas; desolación y asesinatos propiciados por la inefable derecha terrorista y todavía algunos profesionales universitarios se refieren a aquellas como manifestaciones pacíficas. Dónde está la capacidad de reflexión y análisis del problema aprendidos, supuestamente, en la casa que vence la sombra.

¿Qué conocimientos asimiló en la universidad el sociólogo que instó a los opositores a lanzar macetas para asesinar a los chavista, así mismo, el abogado que proyectó una botella llena de hielo para acabar con la vida de una ciudadana? ¿Cuál es la moral, la sensibilidad y el desarrollo humano de estos profesionales universitarios?

La universidad, además de conceder un título para convertir un egresado en un asalariado, también debió fortificarle la moral, desarrollar la razón para enfrentar un problema y analizarlo para comprender lo que esté sucediendo en cualquier escenario. Es sorprendente como el diputado Julio Borges aparece, muy sonriente, en una foto al lado del teniente general de EEUU H.R Mc Master y que nuestros profesionales universitarios no se pregunten ¿Qué busca Borges en EEUU al lado de un veterano de las guerras del medio oriente? ¿Habrá que ser un miembro de algún ágora de eruditos para dilucidar las funestas intenciones de estos dos personajes? No debe sorprendernos si dentro de pronto advertiremos al "connotado" parlamentario arribando a las costas venezolanas con un casco con las siglas "U.S. Navy".

En las protestas de la oposición de la derecha venezolana observamos algunas jóvenes y señoras maduras, unas mostrando las tetas, otras defecando sonriente en el medio de la calle, enfrente de unos manifestantes que la atisban con indiferencia. Así mismo, es reiterativo el vocabulario soez de muchas señoritas y señoras quienes robustecen su léxico con expresiones de los boquitiquines de la más baja estofa para arremeter contra los soldados de la GNB. De igual modo observé atónito a una "señora muy distinguida" insultando a una joven venezolana en Australia valiéndose de frases sicalípticas que ni siquiera utilizarían las trabajadoras de un ruinoso prostíbulo de carretera. Me pregunto ¿Para qué le sirvió a esas señoritas y señoras su educación universitaria y quizás, muchas de ellas, adquirida en los mejores colegios de monjas de la ciudad? ¿En dónde quedó el glamor, la pudibundez y el sifrinismo de las muy señoras y señoritas de la autocalificada clase media educada?

El colmo de todo lo que está ocurriendo en el país es el llamado de los dirigentes de la derecha venezolana para el uso de excrementos para lanzárselos a GNB, cuya función es salvaguardar la vida de los manifestantes y la protección de los bienes muebles e inmuebles de los ciudadanos. Una guerra escatológica propia de seres nauseabundos, naturales de los albañales infectos de la clase media. Ante una invitación el señor Almagro, el sumiso canciller, se negó venir a Venezuela, temió que ante el lanzamiento de inmundicias contra la GNB al primero que pudieran escoger para arrojarlo hacia los militares sería a su excelencia, el secretario general de la OEA. Definitivamente la época de las luces se apagó y estamos en el período de la ignominiosa vulgaridad y de la banalización. No cabe duda, el hombre suele ver solo lo que es capaz de ver. Lee que algo queda.



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Enoc Sánchez


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