En cualquier ciudad relativamente grande del Sur, y en forma incipiente ahora también en el Norte, es ya parte de su paisaje cotidiano gente que vive en las calles: tanto niños como adultos. El problema de la niñez callejizada es alarmante. Se calcula que actualmente hay más de 100 millones de niños de la calle en todo el mundo, es decir: un 1.33 % de la población global. ¿Por qué? Ese es un fenómeno muy nuevo en la historia, producto de las grandes urbes modernas de la era industrial. Y producto, también, de la sociedad capitalista, donde inexorablemente hay gente que "sobra", donde el mercado laboral siempre necesita ejércitos de desocupados. El problema de la niñez de la calle es complejo: confluyen ahí una serie de factores, entre los que el telón de fondo básico es la pobreza. Ese es un círculo vicioso: de familias especialmente pobres, numerosas, en muchos casos desintegradas, condenadas a vivir en las peores condiciones en las grandes ciudades, sin mayores expectativas de mejora social, signadas por la violencia cotidiana, es más probable que surjan situaciones en que alguno de sus integrantes (en especial los más débiles, que son los niños) sean expulsados a la calle. El fenómeno se constata más o menos con las mismas características en cualquier punto: un niño que viene de alguno de estos hogares disfuncionales, puesto en la calle termina siendo un marginal, usa drogas, tiene conductas reñidas con la ley, es rechazado luego por su propia familia, terminando finalmente rechazado por la sociedad en pleno. Recuperarse en esas condiciones es sumamente difícil. Sólo una cantidad pequeña, extremadamente pequeña, lo logra. La gran mayoría no tiene un gran futuro ante sí. Si no muere en el camino, producto de sus terribles condiciones de sobrevivencia o manos de la policía o de otros habitantes marginales de la calle, está condenado a ser un marginal crónico. Y un niño de la calle no puede dar sino un adulto de la calle, un paria, un indigente. Según los datos aportados por agencias de Naciones Unidas, se producen 3 nacimientos por segundo en el mundo. Y 2 de ellos son de niños de barrios marginales de las grandes ciudades del Sur. Por tanto, ahí hay una bomba de tiempo: está creciendo la pobreza así como la marginalidad.
Como decíamos, algunos pocos logran salir de ese mundo, mujeres más que varones. Para conocer en detalles ese sub-mundo, ARGENPRESS habló con dos muchachas recuperadas que por años vivieron en las calles de la ciudad de Guatemala, uno de los países con mayor diferencia entre ricos y pobres según los datos de los Informes de Desarrollo Humano de la ONU. Rosa (25 años) y Jennifer (24 años) dialogaron con su corresponsal Marcelo Colussi, ahora ya lejos de las drogas y de conductas delictivas, honestas vendedoras ambulantes.
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Argenpress:
Rosa y Jennifer: ¿cómo fue que llegaron a vivir en la calle? ¿Y cómo
lograron salir?
Rosa:
Vivir en la calle es triste. Yo fui violada de niña. Cuando años después
tuve mi hija, entré en un hogar como madre soltera, y estando ahí
falleció mi nena. Entonces agarré para la calle, me fui a vivir a
la calle. Primeramente estaba en el sector de La Parroquia. Ahí pasé
casi cinco años. Ahí estuve drogándome, conocí el solvente, la piedra,
la marihuana. Mi vida fue muy distinta a la anterior que tenía. Con
mi nena no conocía nada de la vida de la calle; pero muriendo ella
fue que comencé a conocer esa otra vida. Eso es horrible: ahí son
puros golpes, la gente lo golpea a uno, nos lastimaban. Entre los mismos
que estábamos en la calle nos quitábamos la droga, violaban a las
mujeres cuando estábamos durmiendo a la noche. Recuerdo que asesinaron
a un amigo nuestro en esa zona, entonces decidí cambiarme de sector
y me vine para el Parque Central. Aquí pensé que iba a consumir menos,
pero fue peor: vine a consumir más. Y ya no sólo vivía de las limosnas
que pedía sino que aquí empecé a robar. Fue entonces que caí detenida.
Después que salí de la cárcel de nuevo decidí cambiar de lugar y
me fui para la Terminal. Pero ahí seguí siempre con lo mismo, con
la droga, la marihuana y el solvente. Estando ahí intentaron abusar
de mí sexualmente. Después de un tiempo ya me vi perdida, porque era
sólo estar drogada, andaba toda sucia. Así me la pasaba todo el tiempo,
ya no tenía ni fuerzas para levantarme, no comía nada. Hasta que entonces
decidí dejar las calles. Fue ahí que me puse de novia con un muchacho
que también era de la calle, y entre los dos decidimos dejar ese tipo
de vida. Producto de ese noviazgo nació mi bebé, que ahora tiene ya
cuatro años. Desde que nació mi hijo yo me dije que iba a dejar las
calles. Eso fue lo que me dio fuerzas para salir adelante. Y así pude
salir de todo eso. Ahora vendo golosinas para mantener a mi hijo. Me
gano la vida honradamente, ya no robo. Ahora tengo a mi hijo en una
guardería estudiando. Alquilo mi cuarto. Tengo mi vida independiente.
Ahora ya no recibo los golpes que antes recibía. Fue muy duro al principio,
cuando salí de la calle. Viví un año en un hogar para madres solteras
con mi hijo. Fue por él que dejé las drogas.
Jennifer:
Yo, de pequeña, sólo en la calle me mantenía. Eso por culpa de mis
abuelos, con quienes yo vivía, porque ellos sólo peleando se mantenían.
Ya ni quería estar con ellos, porque siempre peleaban. Entonces yo
llegaba a la casa sólo a comer, y después todo el día en la calle.
Y después regresaba a dormir. Cuando mis abuelos se murieron mi tía
me llevó con una señora, que era donde trabajaba mi abuela como empleada
doméstica. Esa señora me puso a trabajar, y la verdad que me explotaban.
Y me pegaba todo el tiempo. Me pegaba sartenazos, o con una cuerda.
A mí no me dejaba salir a la calle; sólo dejaba que salieran sus hijos,
pero a mí no. Me mandaba a la escuela, de noche. Pero siempre maltratándome.
Después de recibir tantos golpes decidí irme para la calle. Y me fui
caminando y caminando. Y sin saber para dónde iba fui a parar a la
ciudad de Chimaltenango, y de allá me volví caminando hasta Guatemala.
Y cuando estuve de nuevo en la ciudad fui a parar al Parque Central.
Ahí conocí un muchacho al que le dicen Monroy, y me hice novia de
él. Luego quedé embarazada de él. Tuve el nene y me fui del Parque
Central para el Parque Concordia. Ahí me encontré otro muchacho que
le dicen Oliver, y también quedé embarazada de él. Para esa época
me drogaba mucho. Y por mis hijos luego comencé a cambiar. Me fui alejando
de la vida en la calle. Comencé a vender golosinas.
Argenpress:
¿Cómo se sienten en esta nueva vida, fuera de la calle y sin drogas?
Jennifer:
Me siento bien, ya no estoy toda destruida como estaba antes. Una se
siente más alegre trabajando, vendiendo estos dulces por la calle.
Ahora estoy más contenta, porque voy bañada y con ropa limpia. Porque
cuando una está en la calle va toda sucia, y siempre con sueño. Ahora
ya no volví a consumir ninguna droga. Hace como un año y medio que
cambié de vida.
Rosa:
Yo me siento muy contenta. Ahora tengo cómo decirle a mi hijo que le
puedo comprar honradamente un plato de comida ganado con el sudor de
mi frente. Anteriormente lo hacía robando. Ahora estoy feliz porque
tengo cómo pagarle la guardería a mi hijo y puedo ayudarlo a estudiar
a él. Ahora puedo comprarle sus zapatos y su ropa sin andar dañando
a la gente por ahí. Ahora puedo pagar un techo donde vivir con mi hijo,
y eso me hace sentir muchísimo más feliz. Yo estoy sola, porque el
papá de mi nene me dejó hace como tres años. Estuvo conmigo un tiempo
y yo nunca lo supe, pero después me enteré que él era bisexual. Y
eso creo que no le hace bien a mi hijo. Entonces le dije que yo no quería
seguir y que me quedaba con el niño. Él aceptó, pero me dijo que
no me iba a pasar un centavo ni que lo iba a reconocer al muchachito.
Entonces con mi propio esfuerzo y con la ayuda de la Asociación Casa
Alianza [institución que atiende niños de la calle en varios países
de Latinoamérica y en Estados Unidos] pude lograr reconocer a mi hijo.
Ahora cada quien lleva su vida, pues yo no necesito nada de él. Yo
no quiero que mi hijo agarre esos malos ejemplos, porque tanto el padre
como la madre hemos tenido vida de calle, y además él es bisexual.
Por eso yo quiero que él no salga para nada así, con todos esos malos
ejemplos.
Jennifer:
En mi caso el segundo muchacho que se juntó conmigo reconoció al niño.
Pero yo ahora estoy sola y no quiero dejarle el niño a este muchacho,
porque él es muy mujeriego. Y eso también es un mal ejemplo. Me parece
que ver eso no le conviene al niño; él es muy mujeriego, y trata mal
a las mujeres, les pega. Yo ahora vivo en la casa de mi suegra.
Argenpress:
Ustedes que conocen esto de la vida de la calle, dado que lo han pasado,
¿cómo ven el problema ahora? ¿Ven que hay más niños, y también
adultos, viviendo en las calles de Guatemala?
¿Qué hay que hacer para enfrentar el problema?
Rosa:
Yo veo que en este momento hay más jóvenes en la calle. Hay niños,
por supuesto, pero cada vez se ven más jóvenes. Son muchachos que
han pasado por muchas instituciones de ayuda, hogares, lugares donde
entran y salen, donde van a cambiarse de ropa y a comer, pero que no
le solucionan nada al final. En las propias casas es donde tienen los
problemas: mucha violencia con sus familias, puros golpes. Eso hace
que agarren para la calle. La solución yo creo que es a través de
una terapia psicológica que reciban. Necesitan una ayuda para que puedan
estudiar y reintegrarse. Con esas internaciones en instituciones la
verdad es que no se arregla nada. Allí entran, están unos días y
nuevamente se van para la calle. En esos hogares es muy difícil cambiar.
Yo estuve ahí, y no cambié. Para cambiar fue una decisión personal.
Yo me miraba toda sucia, hecha desgracia, y un día dije: "hasta
aquí", y tomé la decisión de cambiar. Es cuestión de voluntad,
pero eso sólo no alcanza. Hay que tener un tratamiento psicológico
que lo ayude a uno. Uno no está en la calle porque quiere sino que
hay otras causas: maltrato infantil o violencia. Por eso, para salir
de ese mundo, tiene que ser por su propia decisión más un apoyo psicológico
que lo ayude.
Jennifer:
Es cierto, los hogares no ayudan a recuperarse. Allí llegan muchachos
y muchachas que todavía consumen droga, y eso hace que los que están
adentro en recuperación terminen saliéndose. La tentación de la droga
cuando uno está ahí adentro es muy grande, y al final uno se sale
para volver a drogarse.
Rosa:
Esas instituciones tratan de apoyar, sin dudas. Hoy día, por ejemplo,
la Asociación Casa Alianza me ayuda, a mí y a mi hijo, con terapia
psicológica, con los programas de reinserción. Pero hay otras instituciones
que son horribles, porque ahí le pegan a los que se internan. Esos
lugares, en vez de lograr que uno cambie, hacen que quiera volver a
la calle. En general casi todas las instituciones lo tratan mal a uno
y no hacen que se cambie. Y lo mismo es con la cárcel para menores:
esos lugares no sirven. Uno entra ahí, pero de nada lo ayudan, porque
lo único que uno quiere hacer ahí es salirse. Son lugares feos. Uno
entra ahí y se encuentra con gente más brava que uno, le pegan, lo
golpean. Ahí lo maltratan física y psicológicamente a uno, y con
todo eso, en vez de cambiar, vuelve a lo mismo. Vuelve a la calle, a
las drogas, vuelve a robar. Uno necesita gente que lo atienda, le dé
tratamiento y apoyo, que sean como padres, que orienten, que le digan
qué se puede hacer y qué no se puede hacer. Una, de madre, es agresiva
con sus hijos, porque ha vivido siempre en la calle y cree que la única
manera de tratar a la gente es con violencia. Pero no es así. A mí
me pasa eso: yo, a veces, soy agresiva con mi hijo; pero me doy cuenta,
gracias a la terapia que estoy llevando ahora, que eso está mal, que
así no se debe tratar a un niño.
Argenpress:
¿Qué piensan ustedes: por qué un niño o
una niña se va a vivir a la calle? ¿Y qué habría que hacer para
evitar que pase eso?
Jennifer:
Para evitar que alguien se vaya a vivir a la calle no hay que tratarlo
mal en la familia. Cuando los padres o quien cría a un niño lo tratan
mal, lo golpean, lo tratan con mucha agresividad, lo único que hacen
es casi obligarlo a que agarre la calle. Eso fue lo que me pasó a mí:
tanto me golpeaban que preferí salirme y ya no volver a la casa.
Rosa:
Yo pienso que un niño no se sale a la calle sólo porque quiera sino
porque está maltratado en la casa. Porque hay abuso sexual. Hay muchos
motivos que lo trauman a un niño, por la violencia, y eso hace que
un niño prefiera salirse de su casa. Yo también me salí de mi casa
por abuso sexual. Todo eso trauma psicológicamente. Por eso hay que
tratar a los niños sin violencia, para que no se traumen y no se salgan
de la casa hacia la calle. Un niño golpeado va a estudiar y conoce
a otra gente que le dice que eso está mal; entonces el niño termina
prefiriendo dejar ese hogar, porque ve que en otros lugares no pasa
eso, y se sale para la calle. Ahí, al final, la pasan mejor, porque
no lo maltratan tanto como en la casa. O, por lo menos, es distinto.
La vida en la calle no es linda, pero por lo menos así se escapa de
una situación de tanta violencia donde le pegan y lo violan a uno.
Por ese motivo hay niños que se van a la calle. Por supuesto que en
la calle no se resuelve nada, porque también hay mucha violencia y
se corren muchos riesgos, tanto mujeres como hombres. El tema del Sida,
por ejemplo. Eso está por todos lados hoy día, y en la calle es muy
común. Y además del Sida está lleno de otras enfermedades que uno
se puede agarrar. Para las mujeres es peor, porque además de todas
esas enfermedades está el problema que salen embarazadas en la calle,
y ni saben de quién es el hijo. Además, estar con Sida en la calle
es terrible, porque no hay nadie que le eche una mano. Lamentablemente,
hoy hay mucha gente de la calle infectada con VIH. Hay muchas muchachas
que se han volcado a la prostitución para conseguir su dinero para
las drogas, pero ahí se pueden agarrar cualquier enfermedad, y por
supuesto el Sida.
Argenpress:
¿Piensan que las autoridades están tomando en serio el problema de
niños y población de la calle? ¿Se están dando respuestas correctas
para el problema?
Rosa:
Me parece que el gobierno no está haciendo nada. Ahora ni nos dejan
subir a los buses a vender, por tanto problema que ha habido con ladrones.
Y a nosotros, los de la calle, nos cae sin haber tenido que ver directamente,
porque no somos nosotros los ladrones. Hay otra gente, quizá con casa
y hasta con carro, la que está asaltando, pero no los niños de la
calle. Por eso es que no nos permiten subir a los buses ahora. Y eso
no nos conviene, porque nos toca salir a vender sólo caminando. Y peor
todavía si una anda cargando a sus niños, como es el caso de nosotras
dos. Yo estuve dos años vendiendo por ahí con mi hijo a cuestas. Por
todo eso siento que el gobierno no está haciendo nada. Tendría que
poner más guarderías para que las madres de la calle tengan donde
dejar a sus hijos. La guardería donde lo tengo ahora al mío no es
del gobierno, es de la Sociedad Protectora del Niño, y ahí se paga.
Jennifer:
Al gobierno no le interesa el problema de la gente que vive en la calle.
Si realmente le interesara habría programas para atenderla. Pero prefieren
que anden por ahí todos destruidos, sin salida.
Rosa:
El gobierno dice que ayuda, pero ¿en qué ayuda? ¿Quitándole el niño
a una madre que anda por ahí drogándose? Eso no es ayudar. Más bien,
así dañan a la madre. Una, sin su hijo, más ganas de drogarse le
dan todavía. Y hasta quizá va a ir a robar. El gobierno no piensa
nunca en la población de la calle; la única respuesta que nos da es
venir a golpearnos. En vez de programas para rehabilitarnos nos manda
la policía. Y la policía está para molestarnos, solamente. Nos inventa
cargos, nos golpea, nos maltrata, nos pone droga para hacernos pasar
por delincuentes. Muchas veces la policía nos agarra diciendo que somos
los vendedores de droga, pero eso no es así. Los narcotraficantes están
en su negocio y nosotros, los de la calle, no tenemos nada que ver con
ellos. Ellos tienen un alto nivel, y nosotros no tenemos nada. ¿De
dónde vamos a sacar, nosotros, los de la calle? Nosotros, en la calle,
vivimos de lo que la gente nos da, de lo que vendemos. Pero los narcotraficantes
son los que más ganan. Nosotros sólo somos consumidores, que les compramos
a ellos en todo caso, pero no tenemos nada que ver con ellos.
Argenpress:
¿Qué le dirían a un padre para que
un hijo no termine saliéndose a vivir en la calle?
¿Qué mensaje mandarían respecto a este problema?
Rosa:
Lo más importante es que los padres traten bien a sus hijos, que no
los golpeen, que no les griten, que los cuiden mucho. No hay que confiárselos
a nadie, sólo uno tiene que criarlos, porque nunca se sabe cómo los
puede tratar otra persona. Puede haber abusos sexuales por parte de
algún familiar, por eso hay que andarse con mucho cuidado. Hay que
aconsejarlos mucho, hablarles de lo que es la droga, explicarles por
qué eso es malo.
Jennifer: Yo pienso lo mismo: que para que un niño no se vaya a la calle los padres no deben tratarlo mal. No deben golpearlo, no deben abusar nunca de ellos, tratarlos sin violencia.